BALLESTA

 

En las últimas semanas hemos testimoniado que el actual titular del Ejecutivo federal, con una gran destreza comunicacional, se ha apoderado de la escena nacional, fija agenda e impone la narrativa de lo que sucede —o él quiere que suceda—. Sin disquisiciones teóricas sobre si lo que hace es convertir en realidad una posverdad virtual, lo cierto es que, dueño del escenario, rompe paradigmas.

Así, ha hecho que los contrapesos y equilibrios constitucionales pasen a una expectación azorada, por parte de quienes los integran, o corren el riesgo de ser satanizados por la opinión pública y linchados en el vecindario cibernético. Los debates parlamentarios carecen de riqueza conceptual, de enfrentamientos intelectuales o ideológicos; con su “casi mayoría absoluta”, tanto en comisiones como en los plenos de ambas cámaras, repiten la dosis del pasado que tanto sufrieron: pueden perder el debate, pero ganan las votaciones.

Por otra parte, es incuestionable que Andrés Manuel López Obrador mantiene una alta popularidad y aceptación social, que contrasta con otros números que empiezan a abrirse paso, como los indicadores del desempeño de la economía. Es cierto que la economía mundial está entrando en una desaceleración que afecta la nuestra, pero existen factores internos que inciden y no parecen ser signos positivos.

Luego entonces, por un lado, los números favorecen al actual régimen —más bien al presidente—, pero otras cifras exhiben paradójicamente un flanco que afecta a toda la sociedad: la contracción del gasto de consumo, la lenta recaudación fiscal, la falta de ritmo y oportunidad en el ejercicio del gasto público y, desde luego, la falta de inversión privada. Tales cifras auguran un pobre desempeño en el primer trimestre del año. Los más optimistas estiman que el crecimiento rondara el uno por ciento, muy alejado de las expectativas oficiales.

En este contexto ha surgido un “grupo de reflexión y análisis” integrado por actores políticos, algunos (impresentables) opinólogos, algún gobernador y un inefable que es “ajonjolí de todos los moles”, quien tiene la extraña cualidad de llevar al abismo de la derrota a quien quiera que se le acerca. En sus expresiones han matizado ya su discurso inicial y ahora afirman que buscan, a través del diálogo, atemperar y orientar el rumbo del presidente y que existen voces discrepantes que argumentan, discuten y debaten las posiciones de López Obrador.

Ante el anuncio de la constitución de dicho “grupo”, el gobernador de Jalisco se deslindó, así como Héctor Aguilar Camín y Juan Villoro —de entre los intelectuales enlistados y publicitados— cuando se dio a conocer su constitución.

Queda claro que solo un ingenuo de la política podría obviar lo que están buscando, que es construir una candidatura presidencial para 2024, teniendo como claro destinario al hoy gobernador de Chihuahua.

La realidad nacional exige que quienes discrepan o difieren de las acciones o políticas del nuevo régimen lo enfrenten con inteligencia, sagacidad e incluso astucia por varios frentes, pero no será con simulaciones de oposición responsable, que tiene objetivos ocultos, como podrán presentarse como opción alternativa ante el electorado. No serán los políticos desgastados por la partidocracia quienes tengan los papeles centrales en el cambio que se avecina; ni las victorias o derrotas electorales son para siempre. La democracia es una actitud de vida, con sus claroscuros.