Por Francisco Plancarte y García Naranjo

 

Si los gobiernos de los Estados Nación no tienen la capacidad o la voluntad política para reinventar la ONU que hoy está desdibujada, después de casi 75 años, en un mundo muy diferente al de su fundación —no obstante que en su propia Carta está prevista la convocatoria para su revisión—, entonces nosotros los ciudadanos del mundo, con el derecho que nos reconoce el artículo 28 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos podemos tomar acción legítima para impulsar la creación de un parlamento mundial ciudadano.

Dicho precepto sostiene que “Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que las libertades y los derechos proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos”.

Los días 4, 5 y 6 de octubre de 2010 se llevó a cabo el primer Modelo de Parlamento Mundial en las instalaciones del Palacio Legislativo de San Lázaro que adoptó la resolución Parmun, antecedente directo de la Nueva Resolución Parmun con fecha 20 de julio de 2017, la cual propone la creación del parlamento mundial ciudadano, con un nuevo enfoque dirigido a estudiantes preparatorianos y universitarios para impulsar esta plataforma en siete etapas sucesivas de abajo hacia arriba, de manera democrática y transparente con el apoyo de las universidades públicas o privadas que así lo deseen.

En los diez últimos años la revolución digital ha hecho perfectamente posible esta propuesta ciudadana de parlamentarismo sin fronteras y además coincide con un nuevo escenario global por las evidentes consecuencias del cambio climático, la nueva carrera armamentista nuclear, las diversas migraciones de sur a norte que han provocado reacciones de racismo y nacionalismos exacerbados (como no se veían hace décadas), que son un retroceso que genera conflictos y guerras. Si a todo esto agregamos la automatización, la robótica y la inteligencia artificial que en poco tiempo podrían significar mayor desempleo global y cambios en el terreno de la biotecnología que también pueden representar serios conflictos éticos y sociales; se hace indispensable y urgente que la sociedad civil mundial reaccione a favor de un parlamento mundial ciudadano que alce la voz por los intereses de la humanidad que pertenece a un solo mundo con un destino común a todos los países y personas, para bien y para mal.

 

Estamos a tiempo de hacerlo “bien” con un nuevo paradigma de gobernanza global, impulsado por las nuevas generaciones de mexicanos.

 

Estamos a tiempo de hacerlo “bien” con un nuevo paradigma de gobernanza global, impulsado por las nuevas generaciones de México, un país de tradición pacifista, que hoy tiene la oportunidad de mostrar su mestizaje cosmopolita y multicultural con una propuesta de gran calado en favor de la realización de los derechos humanos en México y el mundo.

Nuestro México tiene muchas cosas de las cuales todos estamos orgullosos. Ayer escuché el Huapango de Moncayo en la Sala Manuel M. Ponce y me propuse escribir estas líneas con el único deseo de corresponder en algo, aunque sea muy poco, a lo mucho que me ha dado mi patria.

El Centro Mexicano de Responsabilidad Global Cemerg, A. C., de reciente creación, tiene en su haber los documentos y contactos internacionales del trabajo realizado por Planetafilia, WATUN y la Nueva Resolución Parmun, que están a disposición de todas las preparatorias y universidades que tengan interés en ella y lograr el  acceso gratuito para beneficio de sus estudiantes.