En cierta ocasión escuché hablar a un político de esos que descuidan mucho su apariencia, o que, simplemente, simulan que la descuidan. Pero, en realidad, no siempre aquel que viste de fachas se debe a su ignorancia verdadera. Pueda ser que trate de engañar a los demás, haciéndose pasar como honrado y, por tanto, como pobre. Casi siempre estos simuladores quedan burlados porque la riqueza es inocultable y ellos nada más quedan como andrajosos, además de tontos.

Pues bien, este al que me refería que escuché, es un individuo que milita en una corriente política que no se distingue por su lucidez ni por su elocuencia. Pero, ¡vaya primera sorpresa que me llevé! Resulta que el mencionado dijo solo frases muy sensatas. Segunda, las dijo bien. Tercera, las hiló perfectamente una con otra. Cuarta, fue objetivo y concreto. Quinta, no les echó la culpa a los otros. Sexta, no injurió a nadie. Séptima, nada dijo de más ni de menos.

¡Vamos!, si el aludido se hubiere expresado en francés, se podría haber pensado que se trataba de algún politólogo de la Academia Francesa, que habían traído con quien sabe qué fines. Una especie de Montesquieu reencarnado pero conocedor de la problemática política mexicana. Me agradó la sorpresa y me hizo pensar que quizá no todo en nuestra política sea frivolidad y estulticia.

Ya, al mediodía, en el restaurante se me acercó un político de esos que siempre andan tan bien vestidos que parecen un maniquí, con trajes carísimos, de marcas muy famosas; con relojes muy finos; con lociones muy exclusivas y privativas; con corbatas que los demás voltean a ver. Pero el pobrecito, es muy limitado.

Puedo decir que se trata de uno de los políticos mexicanos más elementales que he conocido. Para él, todo es plano. Todo lo divide en tan solo dos grupos: los buenos y los malos, los inteligentes y los tontos. Cree que la política y la vida son un partido de futbol, donde tan solo hay dos equipos y un solo marcador.

Es de los que piensa, si así se le puede llamar a su operación mental, que todos los del PRI son rateros, que todos los del PAN son estúpidos y que todos los de Morena son salvajes. No cabe duda que “el hábito no hace al monje” así como que, “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Ya podrá ser de seda la banda que ostentan en el pecho que, si no son verdaderos líderes, se quedarán como actores de película pero no como jefes de verdad.

Ese es el riesgo de dejarnos llevar por las apariencias, por eso siempre debemos tomarnos el trabajo de pensar lo que hay dentro del hombre que tenemos enfrente; no dejarnos llevar por su imagen, su elocuencia o su comportamiento.

En la política existe toda una teoría del error, a la cual debemos recurrir con frecuencia para estar en condicion de bien valuar a los protagonistas de nuestros países.

 

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