Para que un Estado soberano se disculpe con otro lo primero que tiene que suceder es que lo venzamos y lo sometamos. De lo contrario, no conozco de ningún caso donde un Estado pida el perdón en un acto de agachar la cabeza para obtener la clemencia del Estado extranjero.

Es por eso que veo muy difícil que España nos obsequie la disculpa que le ha solicitado nuestro gobierno. De inmediato el gobierno español nos “pintó un violín” y creo que hizo lo consecuente.

Además de sus aspectos subliminales, el asunto podría tener efectos prácticos de fuerte envergadura porque la presentación de una disculpa implicaría el reconocimiento de un daño indebidamente provocado al otro; esto colocaría a España es una posición jurídica donde estaría en deuda con nuestro país, estaría también obligada a indemnizarnos por los daños y perjuicios ocasionados.

Hagamos algunas cuentas muy simples. En primer lugar, la ocupación inmobiliaria. Tendría que pagar 300 años multiplicados por cuatro millones de kilómetros cuadrados que ocupaba la Nueva España. Además, habría que añadir los accesorios, entre ellos los intereses y actualizaciones. Un poquito más por penas adicionales. No me alcanza la calculadora.

 

Después de España, podríamos iniciar reclamaciones contra el Vaticano, Francia, Austria, Japón y Alemania que no han acabado de pagarnos.

 

Ahora, hagamos la cuenta del traspaleo de nuestros productos desde el Anáhuac hasta la península. Plata, cacao, vainilla, frutas, legumbres, joyas, maderas, especias y mil cosas más. Ya no sabríamos qué hacer con tanto dinero. Creo que nos quedaríamos con toda España, incluyendo el estadio Bernabeu.

Ya encarrerados en cobranzas, no nos olvidemos de las indemnizaciones por daños morales, ¿en cuánto dinero estimamos las muertes de Hidalgo, Morelos y Allende? Las demás se las dejamos “de pilón”. Creo que con tanta riqueza sí que podríamos cumplir todas las promesas gubernamentales.

Pero, ya entrados en reclamaciones, si la corona y el gobierno de España nos desoyeran y decidieran no pagarnos, práctica muy a la mexicana; entonces tendríamos que cobrarnos con lo que estuviera más a nuestra mano: nos podríamos quedar con sus bancos, sus cervecerías, sus panaderías y sus cantinas. Algo es algo, dirían las abuelas.

Total, soñar no cuesta nada y es muy placentero. Así que vamos a echarnos otro delirio. Después de España, podríamos iniciar nuestras reclamaciones en contra del Vaticano, sobre todo por tantas limosnas que tuvimos que pagar. Después, Francia y Austria nos deben las de la Guerra de Intervención. Nos podríamos quedar con el Louvre y el Belvedere. Piedra por piedra los traeríamos para ponerlos en Los Pinos. Japón y Alemania no han acabado de pagarnos los buques hundidos en el II Guerra Mundial.

Y, para terminar, estaría nuestra reclamación más redituable. La que presentaríamos contra Estados Unidos. La devolución de Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada y Colorado. ¡Ya me estoy animando! El muro Trump recorrido casi hasta el Canadá.

Lo malo es que creo que no nos va a dar ni disculpas ni dineros y, sí se van a reír y burlar de nosotros.

 

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@jeromeroapis