El denominado neoliberalismo globalizador no es otra cosa que el “reformismo” de la Teoría Clásica Capitalista de Adam Smith, que tiene como fundamento esencial el individualismo y la libertad, que permiten como fin último obtener lucro.

En México, no es un fenómeno que se inicie —como se ha afirmado reiteradamente— a partir de los años ochenta, su presencia está bien identificada desde que el exsecretario de Hacienda y exdirector del Banco de México con Plutarco Elías Calles y con Lázaro Cárdenas respectivamente, Luis Montes de Oca, impulsó el pensamiento teórico que patrocinó la Escuela Austriaca, que fue encabezada por Ludwig Von Mises y Friedrich Von Hayek.

En efecto, la destacada investigadora en teoría económica María Eugenia Romero Sotelo, en su libro Los orígenes del neoliberalismo en México, publicado por el Fondo de Cultura Económica y por la Facultad de Economía de la UNAM en 2016, establece con claridad el detalle de cómo un grupo de funcionarios y empresarios entre los que destacaban: Palacios Macedo, Aníbal de Iturbide, Alberto Bailleres y otros más, trajeron a nuestro país a Von Mises a dictar un serie de conferencias, para cuestionar —desde su punto de vista— al gobierno cardenista que impulsó una nueva economía social con el apoyo teórico de su secretario de Hacienda, don Eduardo Suárez.

No se puede frotar la lámpara de Aladino y esperar que surja un genio que nos conceda abolir las fauces siniestras del neoliberalismo.

Esta teoría económica fue prácticamente desechada frente a las nuevas interpretaciones sobre el empleo, el interés y el dinero que propuso John Maynard Keynes, extraordinario economista de nuestro tiempo, que le dio un giro al capitalismo, al fundamentar que, con la ocupación plena, la demanda agregada y con el impulso de la rectoría del Estado pudiera surgir —como así fue— el Estado de bienestar.

Después de la Segunda Guerra Mundial, con la creación del Fondo Monetario Internacional, que buscaba el equilibrio macroeconómico, la Teoría Keynesiana prevaleció mientras existió una competencia de política social entre la oferta del marxismo-leninismo de la Unión Soviética y la necesidad de frenar los partidos comunistas del mundo, con una propuesta de Estado social que proclamaba la libertad y el desarrollo económico, a través de la plena ocupación y el aumento de los salarios.

Cuando se desmorona el sistema soviético, resurge desde Londres con Margaret Thatcher (inspirada por Von Mises y Von Hayek) y desde Washington con Ronald Reagan (influido por Milton Friedman y los economistas de la Escuela de Chicago) esta nueva interpretación del capitalismo clásico, que tuvo como propósito la apertura de fronteras, la baja de los impuestos y, sobre todo, la preminencia del mercado sobre el Estado.

Por esto, no se puede abolir, por decreto, una teoría económica que, aunque ha demostrado su fracaso por la enorme desigualdad y pobreza —a que ha conducido a la humanidad—, basta decir que, en un estudio de Oxfam, 27 personas ganan más que 3,500 millones de habitantes de nuestro planeta; por eso, aun cuando la intención indudablemente es positiva, es utópico suponer que se puede declarar formalmente el fin de la política neoliberal. Esta solo se podrá combatir con reforma fiscal, que es ajena —hasta ahora— de las propuestas del presidente López Obrador que, por el contrario, ha producido despidos masivos de empleados públicos y disminución de impuestos de la frontera norte.

Las políticas del actual secretario de Hacienda, del jefe de gabinete y del Banco de México siguen siendo profundamente neoliberales, por lo que se requieren —si verdaderamente se desea lograr este objetivo— cambios fundamentales. Lo que sí da señales de cambio estructural es la política en defensa de la energía nacional, como el petróleo y la electricidad, aunado a una política de respeto a los principios que la Constitución marca en materia de derecho internacional.

El tema es complejo y difícil, requiere conocimiento de la teoría económica y estudio profundo de los pasos que debemos seguir.

Lamentablemente no se puede frotar la lámpara de Aladino y esperar que surja un genio que nos conceda abolir las fauces siniestras del neoliberalismo, es mucho más lo que requiere y espera el país.

Profesor de teoría economía y autor del libro La crisis del neoliberalismo globalizador.