No es más grande el que más espacio ocupa,

sino el que más vacío deja cuando se va.

Ana Galán

La Academia Mexicana de la Lengua definió la palabra sororidad, en su segunda acepción, como la “relación de solidaridad entre mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento”; este fue el contexto que animó a las integrantes del comité curatorial del festival Tiempo de Mujeres para organizar la “Noche de la sororidad”, el pasado viernes 8 de marzo en el Parque de la Bombilla del barrio de Chimalistac, Alcaldía Álvaro Obregón.

El evento, que contó con una participación de más de mil mujeres, generó una respetuosa y solidaria comprensión varonil, al irse congregando cada vez más mujeres convocadas por artistas exclusivamente femeninas; las elegidas, entre otras, fueron: Rosa Pistola, la Remambaramba y Slam poético.

Con ellas, el gobierno de Ciudad de México inicia un proceso de transformación profundo, pues deja el papel de organizador de eventos para transformarse en garante de derechos culturales, los que en este caso se materializaron al celebrar a las mujeres de la capital del país con más de 150 eventos —en los que participaron 790 artistas en 26 sedes de 11 alcaldías de la ciudad— y en la organización de una red de actividades para promover y difundir los derechos de las mujeres, así como el esperado cambio cultural contra el machismo, la misoginia y la violencia de género, todo ello en manos de un comité curatorial integrado por reconocidas mujeres.

El espíritu festivo de las asistentes a esta especial noche, en la que por vez primera existía advertencia a los hombres de no traspasar la divisoria línea imaginaria de una plaza destinada al goce y disfrute solo de mujeres en plena avenida Insurgentes sur, provocó el efecto que buscaba: la plena apropiación femenina de un espacio público para fines culturales y el respeto masculino a esa decisión respaldada por las autoridades de la alcaldía y de la ciudad.

El mensaje sobre el respeto a los derechos de las mujeres indica que soplan nuevos tiempos de la capital del país, que se propagaron justo desde el espacio en el que hace casi 91 años, a las 14:20 horas del 17 de julio de 1928, cayó abatido el presidente electo Álvaro Obregón, quien había sido invitado por los diputados de Guanajuato a celebrar su reciente triunfo.

A causa de este magnicidio, los habitantes del Distrito Federal perdimos el derecho a elegir a nuestros gobernantes, hasta que en 1997, en el marco de una reforma exigida por el Movimiento Urbano Popular, tras los sismos de 1985, recuperamos lo que, por más de tres décadas, nos fue codiciosamente dosificado por el poder presidencial.

Por todo ello, la toma del espacio que ocupó el exclusivo restaurante de La Bombilla por la hermosa sororidad exhibida por quienes acudieron al concierto ahí celebrado, da pauta para contradecir lo expresado por la escritora ovetense María Galán, pues para nosotros ha sido mucho más grande el lugar que ocupó esa acreditada sororidad que el vació dejado por un monumento inconmovible erigido en 1935 para recordar el magnicidio del General Invencible.