Este año conmemoramos el 81 aniversario de una de las hazañas históricas del pueblo mexicano que más se ha tatuado en el imaginario colectivo: la expropiación petrolera del 18 de marzo de 1938.
La coyuntura internacional y las circunstancias internas de aquel momento deben tenerse presentes al rememorar la histórica decisión del general Lázaro Cárdenas. En el plano mundial, se vislumbraba el inicio de las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial, en tales circunstancias la importancia estratégica del petróleo resultaba vital.
En lo interno, la arrogancia y soberbia de las compañías inglesas y norteamericanas que se opusieron irracionalmente a satisfacer unas demandas sindicales, que incluían una razonable petición de incremento salarial, y oponerse al cumplimiento de un laudo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, a pesar de las enormes utilidades obtenidas por las empresas. Ante la amenaza velada de una intervención militar que expresaron al general Cárdenas en el propio Palacio Nacional los representantes de las compañías petroleras, tomó la histórica decisión de expropiarlas.
Esta trascendental decisión de reafirmación soberana permitió asumir a cabalidad la rectoría económica del Estado y fue el basamento para impulsar un modelo de desarrollo nacional que, sustentado en los excedentes de un sector primario fuerte, posibilitó la posterior industrialización del país y que creciéramos durante treinta años a tasas promedio de 7 por ciento anual, que se conoció como el milagro mexicano. El trascurrir del tiempo agotó los yacimientos terrestres de petróleo ubicados en Tamaulipas y Veracruz y tras ser exportadores netos, en los primeros años de la década de los setenta debíamos importar petrolíferos.
Al final de esa década, otra gran hazaña de los ingenieros y obreros petroleros permitió con la extracción de petróleo en las cuencas marinas del golfo de Campeche, el repunte de la riqueza petrolera que desde entonces se convirtió en el puntal de los ingresos públicos.
Hoy el país y Pemex se encuentran en una difícil coyuntura con una plataforma de producción de 1.6 millones de bpd, enormes deudas, un inmenso pasivo contingente laboral y sin reservas probadas que ofrezcan una viabilidad financiera a corto plazo. Las reservas petroleras probadas son de corto plazo y solamente la explotación de las reservas posibles ubicadas en aguas profundas del Golfo de México (hoyo de dona) permitiría la revitalización de la Industria petrolera nacional.
La denominada “reforma energética” realizada el pasado sexenio como parte de las “reformas estructurales” se ha abandonado y suspendido las licitaciones de bloques de exploración para otorgar concesiones a la inversión privada nacional y extranjera, que se justificó con la falta de capital y tecnología. Así mismo, se anunció la construcción de una nueva refinería en Dos bocas, Tabasco.
La coyuntura y futuro de la Industria petrolera se percibe complicada. Se tienen vencimientos de deuda a corto plazo, se ha complicado la colocación de más papel de bonos y obligaciones, la caída de la plataforma de exportación presiona fuertemente las finanzas de Pemex. Y por si hiciera falta, las calificadoras internacionales han bajado la clasificación de la deuda de la empresa. Los anuncios de inyección de gasto y baja de impuestos como medida de salvamento, no convencen en el mercado global de capital.
El tema del futuro de Pemex debe ser debatido, y las acciones de gobierno al inmediato plazo reflexionarse con visión de Estado. Las medidas de política pública deben tomarse de manera racional y no emocional.