Por Francisco Plancarte y García Naranjo 

 

En mi artículo anterior mencioné que para México se debe de combinar el mando civil con el mando militar y que es algo que puede proyectarse a escala global, por la sencilla razón de que un parlamento mundial necesita el respaldo de una fuerza para hacer cumplir sus leyes y resoluciones.

Pero aclaro que por ningún motivo propongo un esquema militarista para México o para el mundo. Se trata en este caso de otorgarle a la ONU facultades legislativas y atribuciones de autoridad parlamentaria “para que sirva”.

Por lo tanto, tengo la firme convicción de que vendrá el día en que un parlamento mundial bicameral tendrá la representación de los Estados Nación con voto proporcional y ponderado en una Cámara, y en la otra, la representación de los ciudadanos del mundo.

Ahora bien, de dicho parlamento surgiría el ministerio de seguridad y paz mundial de una manera subsidiaria, que no intervenga en los asuntos internos de cada país, a excepción de que en algún país se hubiera roto el orden constitucional o se cometa el delito de guerra, de genocidio o de lesa humanidad.

En verdad creo que ha llegado el momento de decretar la abolición de la guerra porque, en un mundo totalmente interconectado en donde ya se conocen todos los problemas y por lo mismo todas las posibles soluciones, es absurdo que mueran millones de personas, en vez de impulsar el Estado de derecho global a través del diálogo y del conocimiento mutuo de todos los paises y de todos nosotros los seres humanos. En otras palabras, dicho ministerio de seguridad y paz mundial, como un instrumento subsidiario, haría un trabajo policial-militar y con el apoyo de los Cascos Azules, como también lo propone el presidente Andrés Manuel Lopez Obrador para México.

 

La humanidad tendrá que escoger entre la sumisión a los poderes de facto globales o el camino del parlamentarismo mundial, de la mano de la ética universal.

 

La tecnología que por naturaleza es neutral nos brinda la oportunidad de que nazca un nuevo paradigma de progreso compartido, como lo desea la mayoría de las personas en el mundo. Pero, en paralelo, necesitamos la ayuda de un sistema parlamentario mundial que legisle para asuntos globales y tenga a sus ordenes una fuerza policial y militar para la seguridad y paz mundial.

Este es el contrapeso que necesitamos para hacer una legislación efectiva con el fin de:

1) Detener y regular la codicia de la élite financiera internacional que controla directa o indirectamente la mitad de la riqueza del mundo a través de fomentar el enriquecimiento de sus seguidores y aliados políticos que no llegan a 1 por ciento de la población y revertir el constante empobrecimiento de 99 por ciento de los 7,500 millones de personas en el mundo, que merecen igualdad de oportunidades que hoy no existen, como lo demuestran las cifras sobre el abismo cada día mayor entre ricos y pobres.

2) Evitar una dictadura militar mundial venga de donde venga, porque según los expertos en geopolítica mundial, los gobiernos nacionalistas de Estados Unidos, Rusia y China con sus respectivas armas nucleares al servicio de quien controle la inteligencia artificial se hará con el poder global.

La humanidad tendrá que escoger entre la sumisión a los poderes de facto globales o el camino del parlamentarismo mundial, de la mano de la ética universal para que prevalezca el uso de la razón y del derecho en favor de la verdad, la justicia y el progreso compartido.