La huelga declarada por el SITUAM en la Universidad Autónoma Metropolitana forma parte de una tendencia propia de todo cambio de régimen, momento en que los de abajo quieren todo aquello que siempre les han negado y los de arriba se revuelven desesperados por conservar sus privilegios.

En los cuatro meses del presente gobierno se han producido más movimientos laborales que en todo el sexenio pasado. La explicación está en las críticas que durante sus muchos años en campaña lanzó Andrés Manuel López Obrador contra los gobiernos priistas y panistas, cabezas del viejo orden que ahora está en quiebra.

Las críticas suscitaron la esperanza, por lo demás legítima, de que las palabras se convirtieran en hechos al triunfo del candidato y su partido. La mayoría del electorado votó para ver la supresión de lo indeseable, de lo nefasto, de lo viejo. Sí, pero lo cierto y comprobable es que AMLO no tiene una varita mágica para resolver todos los problemas y dar satisfacción a todas las demandas.

Lo cierto y comprobable es que AMLO no tiene una varita mágica para resolver todos los problemas y dar satisfacción a todas las demandas.

En aguas tan revueltas no es extraño que se despliegue la animosidad y florezca el conflicto. Si se prometió acabar con el infierno, lo menos que se pide es el paraíso. Puede ser irracional, pero todo movimiento social está empujado por buenas razones tanto como por las carencias reales de los afectados, por su deseo de mejorar, por sus sueños y hasta por sus ocurrencias. No hay movimientos sociales puros.

El sindicalismo universitario que se gestó a costa de grandes sacrificios, de fuertes movilizaciones y de una indeclinable voluntad de hacer valer sus derechos, muy pronto se fue extraviando en la búsqueda de pequeñas ventajas que no contribuyeron a fortalecer la conciencia de clase.

Hoy, en muchas universidades los trabajadores administrativos marchan por un lado y los académicos por otro. Así ocurre en la UAM, donde ya un grupo de docentes trabajan en la formación de un sindicato propio. Por otra parte, las autoridades de esa casa de estudios, desde siempre acostumbradas a tratarlo todo mediante corruptelas y concesiones indignas, han mostrado una grosera incapacidad para afrontar y resolver el conflicto.

Por su parte, el SITUAM tiene razones, pero quizá no tenga toda la razón para estirar tan excesivamente la liga. Los dirigentes sindicales deben mostrar cabeza fría ante una base que se sabe agraviada y que ha mostrado una ejemplar combatividad, porque ninguna lucha resuelve todo de una vez y para siempre. En ocasiones es más útil hacer una pausa para impulsarse a mayor altura…