Por Alfredo Padilla

 

Tiene la arrogancia del sol,


mirada cándida.


Su piel de nieve se hace fuego. 

Corazón de poeta, Jeanette

 

“La literatura es trascendentalista. Uno no escribe para mañana, para el próximo siglo. No recoge la basura con la que uno se topa cada día. Yo sí, yo la recojo. Y la adorno y la hago brillar”, sentencia Pedro Lemebel (1952-2015), escritor y artista multidisciplinar chileno, en el documental Lemebel (2019) de la directora Joanna Reposi Garibaldi.

Lemebel muestra al escritor en su vida cotidiana, su historia personal y artística. El ícono, el símbolo contracultural de una generación reprimida por la dictadura de Augusto Pinochet, y quien defendió los derechos humanos de todos a través de la homosexualidad. Uno de los artistas contemporáneos más importantes de América del Sur y del mundo entero.

La película Lemebel ganó el premio a Mejor Documental de Cine LGBT del Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale). Charlé para la revista Siempre! con Joanna, amiga personal del artista y directora del documental, sobre la importancia simbólica de este premio, la figura, presencia y resonancia de Pedro Lemebel en estos tiempos, del proceso de escritura del guion y el catastro de archivos, sobre la participación del escritor en la película y de las largas noches de trabajo y bohemia que pasó con él.

La cineasta Joanna Reposi Garibaldi.

-¿Cómo llegaste a la persona y al tema central del documental? ¿Qué relación mantenías con el escritor Pedro Lemebel?

Yo trabajaba en el año 2000 en un programa de televisión cultural que se llamaba El show de los libros; el conductor de ese programa era el escritor Antonio Skármeta. Era un programa que salía a las 11:30 de la noche, de muy poco presupuesto, muy alternativo y en donde lo que hacíamos, principalmente, era llevar la literatura a la pantalla. Realizábamos entrevistas a escritores y hacíamos recreaciones o interpretaciones de lo textos más emblemáticos de ellos. Yo era realizadora de ese programa, trabajaba haciendo las entrevistas y haciendo las ficciones, el videoarte de los textos literarios. En una ocasión, yo tenía que hacer un capítulo sobre homosexualidad, y Pedro Lemebel era un referente para ese capítulo; la productora (Paula Sáenz-Laguna) había tratado de ubicarlo, sin recibir ninguna respuesta por parte de Pedro. Él siempre fue muy “divo”, no estaba muy bien con la televisión, no quería estar en televisión y nunca contestó los llamados en su momento, entonces yo le dije a la productora “tenemos que abordarlo, tenemos que esperarlo afuera de su programa en Radio Tierra (donde el tenía su emisión radiofónica, donde leía sus textos, “Cancionero”, se llamaba)”; partimos y obviamente vimos salir a Pedro, y nos dice “¿Qué hacen aquí?, ¿quiénes son ustedes?”, “Te venimos a buscar —le dijimos— te venimos a entrevistar, trabajamos para El show de los libros” y al final accedió a dar la entrevista, fue con nosotras a la productora, lo entrevisté durante una hora y como que enganchamos, hicimos buena onda; una entrevista muy bonita, y luego le saqué diapositivas, él llevo sus boas, distintos atuendos; se cambió de ropa, y yo con mi cámara de diapositivas (en ese momento) lo retraté, le saqué muchas diapositivas, y luego, estas diapositivas yo las proyecté en la ciudad, porque es un trabajo que yo vengo haciendo desde hace tiempo, esto de la proyección o la reinterpretación del archivo.

El texto que elegimos para ese programa fue su Manifiesto (hablo por mi indiferencia), que es su texto más emblemático, y con ese texto y esas diapositivas (la ciudad proyectada y filmada), construí un videoarte que salió en pantalla, y al otro día me llama por teléfono y me dice que lo había visto y le había encantado; me instó a que nos juntáramos y ahí inició una relación de amistad, una relación de respeto mutuo por nuestro trabajo. Eso fue en el 2000, desde esa fecha nos juntábamos en su casa en distintos momentos, a conversar sobre la vida; yo luego me gané una beca, me fui a estudiar cine a Londres (2003) pero siempre me quedé con ganas de hacer algo con él. En el 2007 le propongo un documental acerca de su obra visual, de su obra plástica que es mucho menos conocida. En ese momento ya había estallado su novela Tengo miedo torero (2001), traducida a varios idiomas, había sido éxito de ventas; entonces era más conocido por su trabajo de escritor, pero su trabajo como performancer estaba demeritado, una labor que comenzó cuando la dictadura en Chile (1980), muy underground. Me empezó a mostrar esas fotografías, su material y le dije “¡hagamos un documental de esto! Que el mundo conozca tu obra, que salga de aquí”. Así fue como partimos en 2007 y hasta el 2015, ocho años de registro de manera intermitente. En el living de su casa conversábamos y reflexionábamos. Él me comenzó a mostrar su material y yo lo filmé durante todo ese tiempo, hasta su muerte.

-“Me dijiste que te filmara, que no dejara de hacerlo”, expresas reiteradamente, como un mantra, con una voz en off en el prefacio y el epílogo del documental, ¿cómo fue el proceso de escritura del guion de Lemebel?

El guion mutó mucho. En un documental uno escribe el guion intermitentemente y, sobre todo, se termina de escribir en el montaje. Yo inicio la película con Pedro vivo, y mientras él estaba vivo yo tenía otra película en mi cabeza, otra forma de querer hacer esta película, con él mucho más presente. Luego Pedro muere en 2015 y me doy cuenta que me faltó mucho por hacer, tenía la sensación de que me faltó por convivir, por hablar, por conversar. Yo ahí inicio un trabajo de recolección de archivo (que antes no lo tenía tan incorporado), empiezo a entrevistar personas cercanas a Pedro, que fueron contiguas en distintos momentos de su vida, en la infancia, su hermano, amigos de jóvenes, de adolescentes, las feministas, entre otros. Entrevisté a su mundo, a su núcleo cercano en distintos momentos de su vida, y eso fue algo que no lo tuve contemplado en un primer momento; pero cuando él muere me doy cuenta que lo necesitaba para terminar de comprender su historia, su vida, como una investigación. Hice todas esas entrevistas con micrófono siempre sabiendo que no me interesaba que estos personajes estuvieran dentro de la película, a cuadro, iba a ser solamente un off que lo pusieran en contexto, en una situación, pero que no fuera más relevante que eso. Quería que todas esas voces fueran un gran coro vocal. El guion se reescritura permanentemente. Hago todo el catastro de búsqueda de archivos y durante un año me dedico a montar el material. Fue muy rápido el proceso de montaje (nueve meses), tenía muy claro lo que quería hacer, tenía claro que Pedro fuera el protagonista, tenía claro que él tenía que hablar sobre su propio material, su archivo, su visualidad, las conversaciones que tuvimos juntos, y que estas voces fueran pinceladas. Finalmente, el montaje fue decantando y cayendo, ese guion fue reescribiéndose en el montaje de manera muy natural y avanzó muy espontáneo; fue fácil, lo más difícil fue la grabación, ocho años de registro, quince años de hacer la película; pero el montaje me fluyó muy fácil porque tenía muy claro lo que quería hacer. El texto “te dije que me filmaras, que no dejara de hacerlo”, fue un statement (declaración) que siempre tuve presente, sabía que quería decir eso al inicio y al final porque así fue. Y tenía que decirlo en ese momento, cuando él está saliendo de su casa, con esa imagen en súper 8mm (porque yo en Lemebel uso múltiples formatos, mezclo texturas porque grabé con distintas cámaras para un fin práctico, pero además, porque la textura es algo que me gusta). Al final de sus días Pedro pierde la voz, me pareció que era coherente dejar de filmarlo con audio y filmarlo sólo en imagen con esta súper 8, fue por respeto a su condición, en el último año cuando pierde la voz por el cáncer, y claro, esa imagen que se ve, siendo bajado en silla de ruedas. Él me decía “filma, filma, no pares de filmar”. Fue un momento en el que me encontré con la familia de Pedro, no me conocían, me decían que no filmara, que qué estaba haciendo, y yo les decía “perdón, mi lealtad es con él”. Tiene que ver con ese momento y ese statement: “me dijiste que te filmara, que no dejara de hacerlo”; también siento que así debió ser película, es como Pedro quería dejar su legado; quería que este documental se hiciera, siempre quiso estar en el cine, y de alguna manera, me dejó la posta para hacerlo.

-Háblame de la participación de Pedro en la película, ¿qué tan interesado y comprometido estaba con el proyecto?

Él estaba muy comprometido con la película, él quería hacer esta película, quería dejar un legado. Él siempre quiso estar en el cine, que su obra estuviera en el cine. Tengo miedo torero es una novela muy cinematográfica, y él siempre quiso que estuviera en la pantalla; que estuviera su obra de alguna manera, en un documental. Pero trabajamos poco juntos, porque Pedro no era una persona que confiara mucho en la gente; hacer una película para él era algo complicado y estaba muy preocupado de todos los detalles, estaba encima de todo, siempre, de su obra por lo menos. Yo creo que confió en mí, y quería trascender. Estaba muy entusiasmado con hacer esta película. Nos demoramos ocho años porque también nos peleamos entremedio, no era fácil trabajar con Pedro, yo necesitaba postular los fondos concursables, necesitaba exponer la idea para levantar recursos, y Pedro políticamente no era muy correcto, me decía “no postulemos este año, no vamos a ganar, no me quieren”, después de haber escupido a Luciano Cruz-Coke, que fue ministro de cultura en una época en Chile (2010–2013). También Pedro tenía problemas con el alcohol a veces, entonces era difícil sostener un proyecto a largo plazo. Yo me enojaba con él, nos enojábamos, nos distanciábamos un año y luego volvíamos a arremeter de nuevo. Eso fue en el tiempo en que no podía postular los fondos y fueron pasando los años y los años. Por eso el material es tan poderoso, por todo este tiempo de grabación. Partíamos con un té, conversando, poniéndonos al día en nuestras vidas, acerca de amores; hablábamos mucho acerca de los proyectos que teníamos en paralelo cada uno: mis películas, mis videoarte, sus textos, su libro. Nos juntábamos en la tarde, a las 4, con un té, luego a comprar pan, queso, aguacate al negocio de la esquina; pasaban las horas conversando, después íbamos a comprar cerveza a la botellería y así terminábamos a la 1 de la mañana, claro. Unas jornadas intensas, poderosas, de mucha conversación, lo pasábamos increíble.

-¿Cómo fue el trabajo de investigación, en qué año iniciaste la recolección de archivos de fotografía, texto y video?

Partimos en 2007 y terminé en 2015, grabando con él. Esos encuentros en su casa, proyectando y haciendo intervenciones urbanas. Y luego cuando él muere, postulo fondos concursables y en el 2016 por fin gano y empiezo un año con recolección de archivo y video, con obra de fotógrafos que estuvieron con él: Pedro Marinello, Jaime Rázuri, gente súper importante, Enzo Blondel, Gabriela Jara, Claudia Román, Patricio Contreras; personas que lo grabaron y lo filmaron. Tevo Díaz, que fue su gran amor, el gran amor en la vida de Pedro. Con todos ellos me reuní, y ellos generosamente me prestaron los materiales para participar en esta película, colaboraron gustosamente, sin ellos esta película no sería posible. En verdad les agradezco por todos los archivos que facilitaron para el film. Fue un año de catastro, tanto de archivo como de las entrevistas con los personajes.

-¿Qué archivos del pasado lograban tocar más a Pedro?

El material que más conmovía a Pedro tiene que ver con su familia, con su madre, y eso está en la película. Cada vez que veíamos fotografías, diapositivas de su mamá, de su familia, eran momentos muy emocionantes, donde más se quebraba, donde más se emocionaba y donde más conmoción y tristeza había.

-¿Bebías con él durante esas noches de proyector de diapositivas?

Yo tomaba un poco de cerveza con él, pero tampoco podía tomar mucho porque yo estaba con la cámara, estaba con el proyector, tenía que estar bastante lucida en esos momentos, porque eran cámaras prestadas; amigos me prestaban su equipo y tenía que estar muy concentrada. A Pedro le gustaba el ron, ahí sale también, hay algunas botellas que se ven en las imágenes.

-¿Qué era lo que más bebía, y lo que más reproducía en su radiocasetera?

A Lemebel le gustaba música de todo. En la película no se nota mucho, pero vaya que hablábamos de música: Egberto Gismonti, Jeanette. A Pedro le gustaba el Pop, y pasábamos de Manu Chao a la Jeanette y de ahí a Gismonti. A Pedro le gustaba mucho la música, el Pop, era muy Pop, eso escuchaba.  Siempre estaba la música rondando en su vida. Eso está también en la película, yo siento que el documental lo refleja mucho como era él en la cotidiana.

-Háblame acerca de “Corazón de poeta”, la canción de Jeanette; por qué incluirla en el documental, y qué te disertaba Pedro acerca de este tema.

La verdad es que no habló particularmente de Jeanette ni de “Corazón de poeta”, esa canción se reproducía mucho en su casa, a él le gustaba Jeanette, le gustaban ésa y otras canciones como “Si te vas te vas”. Nunca hablamos de Jeanette en particular. Yo sí creí, como directora, que ese era un gran tema, que tenía que ser el soundtrack de Lemebel, porque lo escuchábamos infinitamente, y mientras lo escuchábamos lo cantaba a corazón abierto; ese es el momento más climático de toda la película, donde él se enternece. Yo sé que “Corazón de poeta” para los escritores (en Chile por lo menos) es un placer culpable, pero no para Pedro. Estoy hablando de los escritores chilenos, los “poetas malditos”; todos escuchan “Corazón de poeta”, una canción que parece convocarlos.

-El jurado de los premios Teddy afirmó que el documental Lemebel destaca “la importancia de la resistencia en estos tiempos en los que vemos voces de todo el mundo siendo silenciadas”, ¿qué representan personalmente estas palabras para Joanna Reposi, y qué simboliza también, ganar un premio a mejor documental de cine en un Berlinale?

Berlinale para mí es uno de los festivales más importantes del mundo. Lo es, está al mismo nivel de Cannes y Venecia. Nuestro primer objetivo era estrenar en Berlinale y lo conseguimos. Fue muy importante para nosotros, fue un estímulo el sólo hecho de haber quedado seleccionados en Panorama. Eso es fundamental, porque queríamos tener una vitrina para la película y creíamos que Berlín era el mejor lugar para ella, para tener esa visibilidad, queríamos ganarnos el Teddy Award, por eso apostábamos por estrenar en Berlinale; cosa que ocurrió y que fue maravilloso, también inesperado, porque en las competencias es lo que uno desea, pero de ahí a lograrlo hay mucho trecho; fue maravillosamente emocionante ese momento.

En Panorama Seleccionan películas que son muy arriesgadas, muy políticas, donde se cruzan fronteras, donde la cinematografía es muy importante y el personaje también importa mucho; siento que esta película recoge estos dos elementos: una narrativa arriesgada y un personaje poderoso. En Berlín, que es un lugar donde se desconoce gran parte de la literatura latinoamericana, Lemebel llamaba mucho la atención. Fue increíble la prensa que tuve a través de la figura de Pedro, y la crítica, que gustó mucho la película en general. Tener esa vitrina, ese espacio, ese lugar me deja tremendamente feliz, porque creo que hay una deuda pendiente con Pedro como artista, y creo que es ésta su revancha, en un lugar que lo merece. A la audiencia le gustó mucho Lemebel, las salas estaban llenas, las cinco funciones en sold out a los cinco minutos que se abrían los tickets de venta. Fue muy increíble toda la recepción que tuvimos. En la actualidad, en un mundo que tiene a Bolsonaro en Brasil, a Macri en Argentina y a Piñera en Chile (todos estos movimientos de conservadores latinoamericanos), la libertad de expresión se está viendo vulnerada, y siento que hoy más que nunca, la figura de Pedro Lemebel y su discurso deben ser temas que tienen que estar vigentes. Porque en verdad fue un visionario, un vanguardista, un valiente. Un discurso que inició a finales de los 80, en medio de una dictadura en Chile, y que la hizo tambalear, por eso ese discurso tiene que estar más vigente que nunca, eso me parece fundamental, que esta película se esté exhibiendo a pesar de estas corrientes conservadoras, y que se le esté dando la vitrina y el espacio que se merece. Lo que estamos haciendo es renacer un poco a la sociedad, no solamente chilena sino latinoamericana y mundial.

-¿Cuál ha sido el recibimiento del documental por parte de la comunidad LGBT?

El recibimiento de la película ha sido increíblemente transversal, no solamente en la comunidad LGBT, que sí está encantada con la película (me la han pedido en todos los festivales queer internacionales, estamos viendo ya en cómo armar la distribución y la estrategia). Ha caído muy bien el personaje de Pedro, ha gustado, quieren tener el documental y eso ha sido increíble. Estuvimos en México, en los Premios Maguey, que fue maravilloso. Pero también estuvimos antes en otras partes del mundo, en competencia internacional, festivales donde por ejemplo, un programador me dijo que esta película era mucho más que un documental LGBT, que tenía mucho poder de convocatoria, que era perpendicular, cruzaba con Derechos Humanos, convocaba más allá. Pedro Lemebel es un personaje que luchó por los derechos de todos desde la homosexualidad. No es una película de nicho, o una película con un solo contenido, sino que puede estar en muchos otros lados, donde quiera que uno quiera estar. Por mi parte, quiero que esta película llegue a todos los lugares posibles, que la historia de Pedro Lemebel y su lucha sea conocida por el mundo entero, y Berlinale me dio esa oportunidad.

-¿Qué recuerdos tenía Pedro Lemebel de la represión que sufrió por parte del Estado, al evidenciar los crímenes, durante el régimen de Augusto Pinochet?

Pedro vivió la represión a finales de 1980, estaba haciendo performance con Las yeguas del Apocalipsis, estaba empezando también a escribir sus primeros textos. Fue terrible, como él dice, estaba lleno de ilusión, se veía venir un mundo nuevo, un mundo mejor con Salvador Allende. Pero con Augusto Pinochet y la dictadura todos sus sueños se fueron a la mierda. Todo un país se fue con esa ilusión también, y lo dice: “más que de izquierda, más que de Las Juventudes (a las que él pertenecía), yo era hippie, era Pop, y sentía que venía un mundo nuevo, un mundo mejor”. Se veía un progreso, parecía que los pobres iban a ser escuchados, y esa ilusión se rompió. Mucha represión que se vivió en Chile en ese momento, de absolutismo, de contención, de muerte en la calle, de asesinatos como dice en la película: “la gente moría y aparecía en el Río Mapocho; tú no sabías si ibas a seguir viviendo al día siguiente, había censura, no podías salir a la calle”. Miedo, represión, discriminación y mucha desolación; eso vio Pedro en la dictadura, y lo dice: “¡era terrible!”. Él hace este performance del fuego, porque el fuego para él es el elemento que simboliza la bomba molotov, dispositivos que se hacían en las casas, para las barricadas en contra de los milicos, entonces usaba su cuerpo como una bomba molotov, usaba el cuerpo como una barricada, haciendo esa metáfora que se vivía en el país, pero además, él habla acerca de este hombre, Sebastián Acevedo, que se quema a lo bonzo buscando justicia, en Concepción, en la Plaza Pública; un padre pidiendo justicia por sus dos hijos desaparecidos, se inmola y muere. De alguna manera, la dictadura lo toca desde todos los lugares, y en su obra está toda esa lucha de los Derechos Humanos, de hablar desde la homosexualidad a favor de los Derechos Humanos en general; desde la homosexualidad, desde las etnias, desde el feminismo, desde todos lados.

-¿Qué ocurrió después de aquella declaración sobre Carmen Carcuro (detenida y torturada por el Estado después de su exilio en 1984) en el programa de Televisión Pedro Carcuro (hermano de la víctima)?

Era la primera vez que ocurría, en democracia, que alguien hablaba (como habló él) sobre los detenidos, desaparecidos, torturados por parte de Pinochet. Luego que Pinochet cae después de la dictadura (no tienes que olvidar que Pinochet pasó al Congreso) fue parlamentario. En esta sociedad, los políticos hicieron una tregua con los milicos, existía un velo para hacer amnistía en juicio, de no revelar nombres de los torturados. Se hicieron una serie de concesiones para que los milicos no se pusieran nerviosos a la vuelta de la democracia, donde la sociedad de alguna manera, quedó dormida, y pareciera que estuviéramos en dictadura cuando ya no lo estábamos. Estábamos protegiendo un Estado represivo donde no se le condenó ni se le juzgó en la década de los 90. Pedro fue uno de los pocos valientes que se atrevió a hacer esas declaraciones en televisión. La repercusión más famosa fue que nunca más lo llevaron a un programa Prime, básicamente. Pero para nosotros fue un acto de valentía, de generosidad y de alguna manera, de justicia.

-¿Qué sabes del primer contacto de Roberto Bolaño con Pedro Lemebel? (al parecer, un encargo editorial por parte de Jorge Herralde, editor de Anagrama)

Lo que todos sabemos, que Bolaño había pronunciado que Pedro Lemebel era uno de los mejores poetas de Chile, y que lo tenían que conocer, y ahí empieza su relación.

-¿Qué me puedes decir de su relación con Gladys Marín (entonces presidenta y secretaria general del Partido Comunista de Chile), y del vínculo que lo unió a ella?

El vínculo de Pedro con Gladys Marín fue una relación súper íntima, de mucho amor. Ella estuvo muy cerca de él cuando muere su madre y entra en una gran depresión. Gladys estuvo con él y lo ayudó y lo apoyó. Fue un bastión para Pedro muy importante durante todo ese tiempo. Luego a Gladys le da cáncer y muere y Pedro lanza un libro. Fue una gran amiga, una gran compañera. De alguna manera, cuando la madre de Pedro muere, pienso yo que Gladys reencarna ese amor, la ausencia de su madre la vuelca en estas mujeres que estuvieron ahí, al lado de él, porque en su vida tuvo grandes mujeres, grandes amigas como Carmen Berenguer, Pía Barros, mujeres feministas que fueron muy importantes en su vida en distintos momentos y Gladys de alguna manera también. Gladys, al ser presidenta del Partido, Pedro entra al mismo por la puerta ancha, entra de una manera distinta. Esa relación fue muy bonita entre los dos, bien mediática también, pero muy genuina y mutua.

-¿Cuál es la vigencia de la imagen de Pedro Lemebel en Chile?

Es fundamental. Tuvimos un solo Pedro Lemebel. Hoy día ya no tenemos a ninguno. Creo que Pedro es único e inclasificable. Su obra, su literatura, su obra plástica, su performance, su fotografía lo hacen un artista único, a nivel de David Bowie o Yoko Ono. Internacional y multifacético, muy particular. Eso fue lo que me dijo también el director del Museo Reina Sofía en España. Lemebel es fundamental y hasta hoy en día está haciendo ruido. En verano supimos que un profesor fue echado de una escuela municipal por sólo proponer leerlo, los alumnos se le fueron encima, que me parece increíble (hablando de estas fuerzas controladoras) y lo más increíble que me parece, es que sean jóvenes quienes se opongan a su discurso, y a propósito de esto lo echan.

Yo siento que Pedro en Chile todavía representa, genera distintas emociones y mucho amor, pero también hay mucho desprecio y lo miran con indiferencia, con miedo; es un personaje que incomoda, al que nunca le gustó el poder, que siempre cuestionó el poder, siempre boicoteó el poder desde donde estuviera. Siempre estuvo on the border, moviendo las fronteras para generar dialogo, discusión y debate político y cultural, desde todas las aristas, desde los hilos del movimiento homosexual, siempre estuvo cuestionando las instancias de poder y era súper interesante su voz y su presencia política y cultural. Hoy día ya no está presente físicamente, pero yo siento que está más vigente que nunca.

-¿En qué fechas se estrenará en México el documental Lemebel? 

Estamos viendo una distribución en México súper grande, se está creando un triángulo para estar en distintas ciudades: CDMX, Guadalajara de nuevo y Morelia.