En el centro del problema migratorio se encuentra el abandono del campo. A 27 años de la privatización del ejido, el campo mexicano está devastado. Los campesinos no se convirtieron en dueños prósperos de sus parcelas, sino en trabajadores de los centros urbanos, jornaleros en los campos de cultivo estadounidenses, o en el peor de los casos, en el eslabón más débil de las bandas del crimen organizado. Estoy convencido de que si logramos reactivar la producción agrícola, también resolveremos uno de los principales factores. Que nadie tenga la necesidad de migrar por hambre o por violencia, este es uno de los objetivos principales del cambio que representa la cuarta transformación de la república.

El campo poblano está abandonado, ¿cómo revertir esta situación? Debe desarrollarse el mercado institucional con compras del gobierno, para abastecer a las instituciones que demandan estos productos y establecer cuotas de abastecimiento mediante la compra a la agricultura campesina. Privilegiar el modelo de soberanía alimentaria, como un derecho de los pueblos rurales. Dicha soberanía representa la base de las economías locales y del desarrollo económico nacional, contra el modelo basado en agroexportaciones, políticas neoliberales, libre comercio y grandes extensiones de monocultivos mecanizados, intoxicados con agroquímicos y semillas transgénicas, que afectan la biodiversidad, los mantos acuíferos y la fertilidad natural.

Debemos declarar a México libre de semillas transgénicas. Conservar, replicar y adoptar como política pública los sistemas agrícolas tradicionales que se han desarrollado en función de los principios de cooperación, integración y diálogo con la naturaleza, principios que han dado lugar a los sistemas agroecológicos complejos y sostenibles.

Debe reformarse nuestro marco legal para garantizar nuestra soberanía alimentaria y nutricional, que integre como parte de sus elementos los puntos antes citados. Este marco regulatorio impulsará el comercio tradicional, el trueque, la economía solidaria, el consumo de alimentos sanos nativos (amaranto, chía, etcétera) y combatir los productos chatarra y de importación que han contribuido a problemas serios de salud pública.

 

Debemos convertir el campo en la mejor empresa de México.

 

Debemos convertir el campo en la mejor empresa de México, para lo cual se otorgarán créditos a pueblos originarios, campesinos y pequeños productores; se sembrarán alrededor de dos millones de hectáreas en todas las regiones del país, y se regalarán o se venderán a bajo costo fertilizantes orgánicos a integrantes de pueblos originarios, comunidades campesinas y pequeños productores. Se crearán 80 mil empleos en el campo.

Incorporar a los pueblos originarios al plan estatal, a los programas regionales y a las políticas municipales de desarrollo, bienestar social y apoyos. Frenar las actividades que despojan a los pueblos originarios de sus territorios y lugares sagrados. Desarrollaremos programas especiales para su bienestar en materia educativa, laboral, médica, cultural y recreativa.

Por cierto, el próximo 10 de abril, se cumplirá un siglo del asesinato del general Emiliano Zapata, jefe máximo del Ejército Libertador del Sur. En esa tarde en los paredones del casco de Chinameca murió un hombre de 39 años, originario de Anenecuilco, hábil domador de caballos, capaz de penetrar con sus ojos negros el alma de los hombres. Ese mismo día nació una leyenda, la del caudillo más querido y recordado por los campesinos. Un líder cuyo recuerdo, junto con el de Francisco Villa, jefe de la División del Norte, calaron hondo y permanecen en la conciencia colectiva de los mexicanos.

@MBarbosaMX