Como prueba Ivanhoe, la novela de Walter Scott, al romanticismo le gusta situar su acción en la Edad Media. No la cursilería, sino el orgulloso y hasta feroz individualismo lo singularizan. Piense usted, por ejemplo, en la vida de George Sand, de Chopin o de Lord Byron. La ola de suicidios que siguen a Las cuitas del joven Werther muestra la consecuencia en Europa de esta obra cumbre y la influencia de este movimiento. Es, sin embargo, Víctor Hugo el autor más identificado con el Romanticismo con Los miserables, y no digamos con El Jorobado de Nuestra Señora. Después de la Revolución Francesa, la ira popular confundió a los reyes bíblicos con los reyes de Francia y dañó las esculturas del altar de los Reyes de Notre Dame. Por su defensa a ultranza de esta joya medieval, algunos han llamado  a esta iniciativa la cruzada de Víctor Hugo.

Eugene Viollet-le-Duc fue el responsable de la polémica restauración, que se inició en 1845 y que duraría unos 25 años. Viollet, más famoso como restaurador que como el talentoso arquitecto que era, procedió a restablecer la que en licencia literaria podríamos considerar la versión original de Notre Dame: le quitó los añadidos renacentistas o barrocos que los siglos le habían ido sumando. La retrotrajo, pues, a la catedral medieval que había sido. Bueno, no tanto. La gárgola de Le Stryge, animal fantástico alado y la aguja que arrancó el más largo lamento al caer con el incendio del pasado 15 de abril, era creación del restaurador para acentuar el carácter gótico de alabanza a Dios despegándose y elevándose sobre la tierra. En la base, el restaurador le prestó su rostro a Santo Tomás. (Por cierto, parte de las reliquias ya se habían refugiado en la Sainte Chapelle, que para mí, con sus delgadas columnas, es más deslumbrante y bella que la misma Notre Dame).

 

Antonieta se suicidó en Notre Dame

Nace en 1900. Es hija del arquitecto Antonio Rivas Mercado, quien fue director de la Academia de San Carlos y autor, entre otras obras, del Ángel de la Independencia. Se casa, a los 18 años, con Albert Blair y tiene un hijo, Donald Antonio. Más tarde se enamora de Manuel Rodríguez Lozano, quien era amante del también pintor Abraham Ángel y estaba casado con Carmen Mondragón, (sí, rebautizada por el Dr. Atl como Nahui Ollin y que viven sus tempestuosos amores en el Convento de la Merced, entonces modesta vecindad).

Los investigadores Miguel Capistrán y Tayde Acosta Gamas han reivindicado, con razón, que ella es otra contemporánea y no sólo la mecenas del grupo. Actúa y traduce para el teatro de Ulises. Adapta y dirige Los de abajo, de Azuela. Crea el patronato para fundar la Sinfónica Nacional.

Mujer libre, adelantada para su tiempo, tiene otros amores; entre ellos, José Vasconcelos, a quien patrocina y acompaña en su campaña presidencial. Antonieta se reúne con Vasconcelos y trabaja como secretaria de la revista Antorcha. En sus memorias, Vasconcelos relata que al temer perder la custodia de su hijo, le pide ayuda económica, pero él le ofrece un adelanto de su sueldo ¡como secretaria de la revista! Según el mismo Vasconcelos, Antonieta solicita el apoyo de Alberto J. Pani, que dice no poder ayudarla. Antonieta se dirige a Notre Dame y con la pistola de Vasconcelos se da un balazo en el corazón. Como el suicidio es pecado mortal, la catedral tiene que ser exorcizada.

Tayde Acosta Gamas ha recopilado obras de teatro, crónicas, narrativa, diarios, correspondencia y fotos (una con García Lorca) de Antonieta Rivas Mercado en dos tomos, pero a eso me referiré en otro minicomentario.