Gobernar a base de miedo es eficacísimo, si usted amenaza con degollar a
la gente y luego no lo hace, harán lo que sea por usted y pensarán:
al menos no me degolló.

José Luis Sampedro

 

Uno quisiera pensar que la siniestra amenaza lanzada por el senador y líder minero Napoleón Gómez Urrutia en una entrevista para El Universal fue el desahogo del rencor por el exilio, aunque rentable, muy rentable, a que se vio forzado para huir de las acusaciones de disponer de fondos del sindicato minero.

Sin embargo, desafortunadamente para él la amenaza no se perdió en el aire, se quedó impresa:

Habló de los empresarios que según él han gastado millones para perseguirlo, pero luego los vinculó con presuntos ataques al Presidente:

“Ojalá y se incorporen a esta transformación y dejen de atacar al Presidente, al gobierno, al sistema. Más les vale, por el bien de su fortuna, de sus negocios”.

Aunque luego trató de matizar, la amenaza ya estaba lanzada.

Algunos dirán que habló a título personal y solo como un militante más del “movimiento”, pero la historia ha enseñado a los empresarios a no ignorar ninguna amenaza, sobre todo cuando viene desde el grupo en el Poder de un sexenio que apenas empieza.

Con eso que, para algunos, como quien esto escribe, la Cuarta Transformación sólo intenta replicar el Presidencialismo, el real y el imaginario. El real en el que crecieron y maduraron muchos de quienes han acompañado al Presidente Andrés Manuel López Obrador desde que fundó Morena. El imaginario nacido de la leyenda del Presidente todopoderoso, sin cuya voluntad no se movían ni siquiera las hojas de los árboles en toda la República.

Y, aunque a tantos creyentes en la democracia les molesta, también creo que la gran mayoría de los votos a favor del Presidente fueron por la nostalgia de aquella certidumbre que daba el Presidente todopoderoso, el imaginario y el real.

Quizá lo dicho por el senador Gómez Urrutia fue un exabrupto, una traición del subconsciente, pero uno se queda con la incómoda sensación de que fue un mensaje ominoso, una amenaza real, que nos remonta a los años sesenta del siglo pasado.

A esa época de la Presidencia Imperial pertenece la historia real del Presidente que dijo a un viejo y querido amigo: “nunca hagas nada que provoque el enojo contigo del Presidente de México, ni siquiera de este Presidente que es tu amigo”.

Eran otros tiempos, sí, pero uno se pregunta cuál será la consecuencia de que alguien, sea quien sea, provoque el enojo de este Presidente, quizá lo mejor sea no imaginarla.

jfonseca@cafepolitico.com