Mala cosa es tener cogido un lobo de las orejas,
pues no sabes cómo soltarlo ni cómo continuar aguantándolo

Publio Terencio

A cinco meses de haber tomado posesión, el Presidente Andrés Manuel López Obrador no hace los tradicionales llamados a la unidad, por el contrario, mantiene el discurso rijoso de la campaña electoral.

Paradójico que, un jugador de beisbol se comporte como jugador de tenis. En el beisbol, el bateador deja pasar la pelota por razones tácticas, no así en el tenis, deporte en el cual toda pelota debe ser devuelta por el jugador, de inmediato.

Con el argumento de ejercer su libertad de expresión, no deja sin respuesta ninguna crítica, ni el más ligero señalamiento, vamos, ni siquiera los desacuerdos naturales en una sociedad democrática. Cosas de la impaciencia.

Aunque a muchos nos parezca que ese no es el papel del Presidente de la República, para él es sólo su estilo de gobernar, un estilo de gobernar resultado de ciertas frustraciones provocadas porque, poco a poco, día con día, se prueba que el ritmo lento del gobierno es porque, aunque los diagnósticos de cada sector lo hicieron desde hace mucho tiempo sus colaboradores, es un resultado distorsionados por los prejuicios ideológicos.

El ritmo insatisfactorio de la administración ha forzado al Presidente a llenar los vacíos que deja la falta de acciones, de avance de los programas, con agresiva retórica, la misma empleada cuando era apenas candidato y no la de quien ya es el jefe del Estado.

Con esa retórica y con las mañaneras se intenta llenar los vacíos que deja una gobernanza aún ineficaz, “el elefante reumático” como lo llama desde su impaciencia. La única forma de mantener el vigor del respaldo de sus partidarios más entusiastas.

Es posible que, conforme haya suficientes acciones y programas en plena marcha, claramente perceptibles y comprobables, entonces el estilo de gobernar sea el de tender puentes con aquellos que, hasta hoy, todavía son vistos como adversarios y, tristemente, hasta como enemigos.

Por ahora esa es la prioridad. Ya cuando considere que hay suficientes
acciones y que éstas son claramente perceptible y comprobables, entonces
es posible que empiece a tender puentes hacia quienes, todavía considera
sus adversarios.