Vivimos tiempos de confrontación, eso que ni qué. En uno y otro sentido, abundan las descalificaciones, la agresión y el argumento discutible y hasta mentiroso. En ese ambiente tan caldeado, la proyectada refinería de Dos Bocas no podía escapar al debate y el intercambio de acusaciones.

Debería existir acuerdo en puntos básicos, como la necesidad de recuperar la autosuficiencia energética para ampliar el hoy reducido margen de soberanía. Sin embargo, se arguye que México debe seguir exportando crudo e importando productos refinados porque, dicen, sale mejor y más barato lo hecho en el extranjero que lo producido aquí, “argumento” que además de falso es del todo colonialista

Los neoliberales aseguran también que carece de sentido fortalecer a Pemex porque ha sido, para autoridades y sindicato, una fuente de enriquecimiento ilegítimo. En línea con esa convicción, los gobiernos de los últimos siete lustros convirtieron en chatarra las instalaciones, incrementaron la corrupción y promovieron por diversos medios la quiebra de la paraestatal. Casi lo logran.

Paralelamente a la tarea de llevar al desastre la industria petrolera, se insistió en que las empresas del Estado son corruptas e ineficientes y que lo mejor es ponerlas en manos privadas, sobre todo extranjeras. Con esa mentalidad lograron romper el monopolio de Pemex y abrir a la intervención de particulares la exploración y la explotación.

En ese afán de mostrar a los mexicanos como ineficientes destacó Felipe Calderón Hinojosa, quien prometió construir la refinería Bicentenario y no pudo terminar siquiera la barda perimetral, con que demostró que, en efecto, es del todo ineficiente el mexicano llamado Felipe Calderón.

El propio Andrés Manuel López Obrador cayó en ese juego, pues para construir la refinería de Dos Bocas convocó a empresas extranjeras que cobraban por lo menos 50 por ciento más de lo estimado y no se comprometían a cumplir con los plazos propuestos.

En buena hora se dio marcha atrás en ese propósito y se decidió encomendar la obra a técnicos y trabajadores mexicanos. Sí, a los hijos y nietos de aquellos que al realizar Lázaro Cárdenas la expropiación fueron capaces de suplir a los extranjeros y mantener funcionando la industria petrolera.

Por supuesto, hay quienes pronostican un desastre, pero son más, muchísimos más, los mexicanos que confían en que la técnica y sobre todo el esfuerzo y el patriotismo nos sacarán adelante y volveremos a tener gasolinas baratas, autosuficiencia y una economía menos dependiente. Así será.