“Si vivir sólo es soñar,
hagamos el bien soñando”.

Amado Nervo

 

El 24 de mayo de 1919, el mundo literario de América Latina se conmocionó al enterarse que el Ministro Plenipotenciario de México ante Argentina y Uruguay, el poeta nayarita Amado Nervo, había fallecido de uremia, en el curso de una Conferencia Internacional sobre la Niñez celebrada en Montevideo.

El extraordinario literato murió acompañado de su entrañable amigo y admirador, el también poeta –uruguayo– Juan Zorrilla de San Martín, quien junto con el personal de la Legación mexicana se encargó del traslado de los restos mortales del insigne mexicano.

A fin de honrar la memoria del bardo y diplomático, el gobierno uruguayo dispuso que su cuerpo fuera trasladado por la Corbeta Uruguay, la cual efectuó la travesía flanqueada por navíos argentinos, brasileños, venezolanos y cubanos, en señal de respeto y dolor ante la irreparable pérdida de una de las voces más queridas del continente americano.

Casi seis meses después de su deceso, los restos de Nervo llegaron a Veracruz, puerto que al igual que otros enclaves marítimos latinoamericanos rindió pleitesía a su  memoria antes de iniciar su ultimo peregrinaje hacia la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón de Dolores, cementerio civil capitalino en donde fue inhumado el 14 de noviembre de 1919, tras haber recibido los honores acordados por los poderes del gobierno de la República Mexicana, correspondientes al gran literato y diplomático mexicano.

En uno de sus últimos poemas, escrito un año antes de su muerte bajo el título de Plenitud, destaca el verso “La muerte es la libertad absoluta”, pues  ello fue tomado por el mundo como la premonición del poeta que mantuvo como su más preciado secreto los versos escritos a  su adorada esposa Ana Cecilia Luisa Daillez, prematuramente  tornada “a la fuente de gracia de donde procedía”, a cuya desaparición física dedicó La Amada Inmóvil, que será publicado hasta 1922, tres años después de la muerte del autor, y cuya difusión incrementó en sus seguidores su autoridad moral como Poeta del Alma, calidad literaria adjudicada por quienes reconocieron en Nervo a un ser dotado por una espiritualidad que le permitía versificar los más profundos sentimientos de la intimidad humana.

La pleitesía expresada en la tumba que resguarda sus restos expresa la profunda devoción y cariño de un pueblo que encontró en sus expresiones literarias la anhelada espiritualidad modernista, al tiempo que patriótica, necesitada por un pueblo trastocado por la violencia e incertidumbre producidas por la gesta revolucionaria.

Así como hace una centuria nuestros ancestros asumieron la voz poética de Nervo como remanso cotidiano, hoy es necesario rescatar su obra y reconocer que su legado estriba en la sencillez con la que nos anima a vivir y a hacer el bien soñando, tal y como enfáticamente lo expresó en su poema Sueña.