En colaboración anterior hice referencia al Banco de México y a la importancia que tiene para la estabilidad financiera y económica. En estas líneas aludo a otra institución de similar importancia: la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

A la actividad principal a la que ella se dedica, la Constitución Política le da el rango de estratégica; lo es. De ella depende, en gran medida, el desarrollo de la economía nacional y el bienestar de los mexicanos.

La importancia de la electricidad para un país ya había sido resaltada por Vladimir Ilich Lenin desde hace casi cien años. En efecto, ese líder, en 1921, respecto de la desaparecida Unión Soviética, sostenía “comunismo es poder de los soviets más electrificación total del país”.

El que la Constitución Política califique a la producción de energía eléctrica de “estratégica”, implica que es indispensable para el desarrollo de la Nación; por lo que todos: tanto habitantes como autoridades, están interesados en que funcione como una empresa económicamente sana.

La generación de electricidad puede ser limpia o sucia. La clasificación es un función del sistema que se adopte para mover los generadores. Dentro de la primera clasificación están la que se produce mediante el uso del agua que se almacena en presas y que, con su caída, mueve los generadores; las plantas eólicas que, como su nombre lo indica, son movidas por el aire; también son accionadas por el movimiento de las olas del mar; hay plantas solares, bioenergía, geotérmicas y otras.

Las fuentes de producción de energía consideradas como sucia son aquellas en las que los generadores se mueven por el consumo de gas, diesel o carbón; a ellas se les denominan de manera genérica termoeléctricas. Existen, igualmente, las nucleoeléctricas.

Las leyes permiten a los particulares generar electricidad. En teoría queda a criterio de la Comisión Federal de Electricidad el determinar si les compra o no la electricidad que producen. Desde luego no está obligada a subsidiar a sus competidores en la generación del fluido eléctrico.

Los retos que enfrenta la nueva administración de la CFE son: fortalecer esa empresa productiva del Estado, modernizar las plantas termoeléctricas, cuando sean rentables; modernizar y ampliar las líneas de transmisión. También lo es el estimular la creación y desarrollo de fuentes de energía renovable.

Hay otros retos, unos son internos y otros externos. Entre los internos: frenar la voracidad y ánimo de lucro de sus proveedores; hacer que el sindicato, que aglutina a sus trabajadores, no rebase los límites legales.

Retos externos: luchar contra la cultura de no pago de gran parte de los consumidores; función de cobro que realiza una subsidiaria. Acabar con los “colgados”, los “diablitos”. Los tianguistas, los mercados sobre ruedas y otros consideran como un derecho adquirido el “colgarse” y no pagar su consumo de energía eléctrica. Esa práctica es pública y notoria. También existe la cultura del subsidio a la que es preciso limitar.

Otros retos son modernizar y reducir los costos derivados del contrato colectivo de trabajo; mantener la rentabilidad de la empresa (ha estado en números negros durante los últimos tres años) y, al mismo tiempo, cumplir con el compromiso presidencial de no subir las tarifas eléctricas arriba de la inflación, en los primeros tres años de la actual administración.

Hay factores que pudieran estar bajo el control de la CFE; otros no lo están, como cuando los costos de producción superan los índices de inflación. Cuando se utiliza combustóleo en la generación éste resulta más caro y su precio depende de factores externos. Ese combustible resulta más caro que el gas.

Se requiere de una política de seguridad energética; ésta tiene que ver con la diversificación de las fuentes de generación y de suministro. No se debe apostar a una sola de las fuentes: nuclear, gas o eólica.

El gas se importa en un setenta por ciento de los Estados Unidos de América y se adquiere a un precio que se antoja barato (aunque volátil, porque depende del tipo de cambio), lo que es un aliciente para producirlo en lo interior a través de ese sistema. Esto depende de una subsidiaria: CFEnergía.

El que no exista una política de seguridad y de diversificación de la generación y del suministro de combustible, no le corresponde a la CFE, a pesar de esto ella sí sufre las consecuencias.

Otra dificultad se rencuentra en la falta de recursos para construir nuevas plantas de  generación de energía o de distribución. La CFE recurre a los particulares para que lo hagan, con el ofrecimiento de serle pagados sus créditos de diferentes formas. A esta manera de obtener financiamiento se le conoció como Pidiregas (Proyectos de infraestructura productiva de largo plazo).

Al frente de CFE se halla un viejo político: Manuel Bartlet Díaz. Mucho se ha hablado de él y de su nombramiento. Experiencia, aunque sea en otras actividades, no le falta. Ha sido Secretario de Gobernación y de Educación; gobernador del Estado de Puebla, senador y demás.

Tomando en consideración los retos, que en la actualidad son de naturaleza, preferentemente, política, quien lo nombró, al parecer, consideró que a la cabeza de la CFE debe estar un político experimentado, que esté más allá del bien y del mal. Nadie mejor que un político para enfrentar, con firmeza y autoridad, las relaciones con el sindicato, las subsidiarias, los proveedores, consumidores y competidores.

Ahora, al estar el actual director en el ocaso de su vida, como lo estamos todos los que rebasamos los ochenta años, le ha sido confiada una gran responsabilidad: hacer redituable y competitiva a la CFE, sin perder de vista el propósito que le dio origen y que hizo que se le dé el calificativo de estratégica. Más nos vale que le vaya bien a su director y a la empresa.