El mundo siempre cambiante sufre ahora nuevas mutaciones que al final constituyen auténticas regresiones políticas. La globalidad que prevaleció desde los inicios de las décadas de los ochentas con su oferta de libre comercio y pugnaba por un Estado acotado y dedicado a defender la ley de la oferta y la demanda, parece comenzar a sufrir los estertores de su agonía. Menos Estado y más mercado, que era su lema, está agotado.
Los organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial, han comenzado a reconocer que esa política económica, lo único que logro fue privilegiar la concentración de la riqueza en las elites y producir millones de pobres. Y si le sumamos la nueva crisis cíclica del capitalismo que está en curso, se cierra el círculo. Hoy solo China, de entre las grandes potencias, sigue defendiendo el libre comercio. Lo que no es cosa menor, ya que quizás su potencial económico supera ya al de los Estados Unidos.
En el mundo actual, los Estados Unidos e Inglaterra, impulsores de ese modelo económico, están refugiándose en una política comercial proteccionista y estableciendo un cerco arancelario para beneficiar a sus productores industriales y agroalimentarios. Por ello, la guerra comercial con China y la salida de Inglaterra de la Unión Europea. En los Estados Unidos, lamentablemente el proceso se ha hermanado con un gobierno de extrema derecha, racista y xenofóbico, que realmente no representa loa valores democráticos del pueblo estadounidense.
En otras partes del planeta, observamos también como Rusia, en defensa de su propia identidad y por conservar su calidad de potencia mundial, está promoviendo políticas nacionalistas. Y recientemente hemos visto como Brasil, regresa a un gobierno derechista y nacionalista.
Y alguno podría objetar que el nacionalismo no es malo en sí mismo, dado que permite preservar la identidad nacional de los pueblos, y podríamos coincidir; lo que preocupa, es como estos nacionalismos terminan como regímenes populista derechistas o pseudo izquierdistas, conculcando las libertades y violando los derechos humanos. Los regímenes fascistas y nazis son un ejemplo o más recientes en América Latina, tenemos a Venezuela, Argentina, Nicaragua, et al.
En este contexto debemos analizar los resultados de la muy reciente elección en España. Sin descartar que los reclamos sociales por poner fin a la monarquía borbónica, se acrecentarán. El triunfo del PSOE que obtuvo la mayoría de escaños en el Parlamento (123) y la catástrofe electoral del PP (66), son muy relevantes, pero igual atención debe prestarse a la votación alcanzada por la ultraderecha Vox (24), así como los pequeñas pero significativos alcances de los partidos nacionalista separatistas.
Es cierto que no se percibe que el PSOE logrará integrar gobierno con alianzas electorales y habrá un gobierno de coalición, esto porque –sin duda– en Europa es normal lograr acuerdos de cohabitación electoral. Y España no está ni remotamente cercana a los tiempos Italianos, donde los gobiernos de coalición duraban a veces semanas.
La dispersión del voto por los españoles, debe observarse aquí en México, con especial atención, por la división y encono que prevalece actualmente, así como, por la crispación política que nos embarga. Es cierto que no se vislumbra fenómenos radicales y que contamos con mecanismos constitucionales de gobiernos de coalición y debemos a apostar a ellos, pero sobre todo a un clima de civilidad política.