Estela Bocardo

Más del 67 por ciento de los 900 millones de votantes habilitados en India acudieron a las urnas entre el 11 de abril y el 19 de mayo. En esta consulta, los nacionalistas hindúes del primer ministro Narendra Modi esperan ser reelegidos por otros cinco años y todo apunta a que el Partido Bharatiya Janata (BJP) de Modi aseguraría suficientes escaños para formar un nuevo gobierno.

No se esperaba que el BJP igualara a su aplastante victoria obtenida en 2014 pero las principales encuestas proyectaron que el partido gobernante y sus aliados ganarían entre 282 y 313 escaños de los 543 electos a la cámara baja de India. Se había pronosticado que el opositor Partido del Congreso duplicaría sus 44 escaños de 2014, que constituyeron un mínimo histórico desde la independencia de India en 1947, pero todavía se encuentra muy lejos de gobernar. Esta coalición promete una renovación en medio de una desigualdad social extrema.

La India es una República Federal, con un presidente elegido para un periodo de 5 años por las asambleas estatales y el parlamento nacional indio. El gabinete encabezado por el Primer Ministro, es responsable ante el parlamento.

En las elecciones del pasado 11 de abril, el enfrentamiento de Modi fue con Rahul Gandhi, que no es descendiente de Mahatma Gandhi pero pertenece a la dinastía Nehru-Gandhi, una de las más poderosas del país. Su nombramiento fue criticado como el retorno del nepotismo de la familia que gobernó a esa nación durante cuatro décadas.

En 2014, sin embargo, sufrió su peor derrota tras obtener 44 de los 543 escaños y perder 166 curules, ya que se les acusó de corrupción. Sin embargo, esta vez Rahul Gandhi reapareció fortalecido, ya que la corrupción está rondando esta vez al propio Narendra Modi, que pasó de ser una caja de “esperanzas y aspiraciones” a una de falta de liquidez, desempleo y pocos resultados. En un país de mil 250 millones de habitantes, el escenario resulta impredecible.

Lo cierto es que India sigue siendo un país lleno de ambigüedades, donde conviven dos mundos completamente extremos y diferentes: progreso y pobreza.

En enero de este año, el primer ministro afrontó huelgas en todo el país en las que participaron entre 150 y 200 millones de trabajadores que salieron a pronunciarse en contra de la privatización del sector público, el desempleo y el aumento de los precios de los alimentos. El año pasado tuvo que hacerse cargo de protestas masivas de campesinos quienes habían contraído fuertes deudas en préstamos agrícolas.

Por otra parte, está el conflicto con Pakistán. Las dos naciones se han enfrentado en tres guerras, dos de ellas por el control de la región de Cachemira que se encuentra en las montañas del Himalaya y está poblada mayormente por musulmanes. Esta región está dividida por la frontera entre los dos países. Ambos reivindican el control de Cachemira desde la independencia en 1947. El conflicto podría ser más fácil de solucionar si ambos países no estuvieran equipados con armamento nuclear.

La crisis más reciente se dio el pasado 14 de febrero cuando India aseguró haber bombardeado un campamento, en suelo paquistaní, del grupo terrorista Jaish-e. Mohammed, en represalia por el atentado realizado por esta agrupación en la Cachemira india, donde murieron alrededor de 40 paramilitares indios, les prometió hacer pagar a los responsables del atentado. Mientras Pakistán denunció una “agresión intempestiva” y prometió responder cuando lo considerase oportuno.

 

Gran desarrollo económico y tecnológico

El crecimiento de este país ha sido vertiginoso desde 1947, cuando alcanzó su independencia. Mientras los ojos del mundo se ponían en Estados Unidos, China y Rusia, India fue creciendo en silencio hasta convertirse en un gigante capaz de competirle a cualquiera. Actualmente cuenta con uno de los sectores tecnológicos más desarrollados y, según la consultora internacional PwC, para 2050 el país será la segunda economía más grande del mundo, superando a Estados Unidos y quedando solo por debajo de China.

En cuanto al sector de la economía, la política comercial pisa fuertemente en los procesos electorales mostrando la relevancia de los acuerdos económicos para incidir en el voto que lleve a abrir las fronteras y sellar pactos que beneficien a las comunidades que se unan para fortalecerse mutuamente .

Uno de estos acuerdos es la RCEP o Regional Comprehensive Economic Partnership cuya traducción es (Asociación Económica de Integral Regional) al cual pertenece la India. Este es un acuerdo de libre comercio que inició sus negociaciones en 2012 junto con otros 6 países de Asia pacífico (Corea del Sur, Nueva Zelanda, Australia, India, China y Japón).

El RCEP implica para los políticos indios grandes compromisos a los que son reticentes de aceptar debido al impacto que estos podrían tener en un nivel doméstico. El acuerdo se pronuncia por abarcar todas las cuestiones relativas a bienes, servicios, inversiones, cooperación económica y técnica, competitividad y derechos de propiedad intelectual

Hay dos puntos principales que llevan a los políticos indios a no dar fácilmente el paso final para llevar a cabo la negociación: uno de ellos es la negativa de la India a abrir totalmente su mercado a los productos chinos, principalmente, y la segunda es la demanda de la India de flexibilizar el comercio de servicios. Aunque se han celebrado más de 25 rondas de negociación y 13 reuniones ministeriales, no han sido suficientes para lograr un acuerdo final. Las negociaciones continúan ya que la India está consciente de los beneficios de formar parte de este acuerdo.