Severa reprimenda realizó Germán Martínez al titular de Hacienda, Carlos Urzúa, en el contenido de su carta de renuncia a la dirección general del IMSS.

Neoliberal fue lo menos que le dijo Germán a Urzúa.

Y la rabieta del ex dirigente panista recibió de inmediato respuesta del presidente de la República quien en una entrevista banquetera dijo que aceptaba la renuncia de Germán Martínez como director general del IMSS, pero aclaró que no comparte los argumentos de su salida.

Y agregó lo siguiente: “hay buenos servidores públicos para sustituir a quienes no están conformes”.

Germán siempre ha sido un político de mecha corta. Pudo haber renunciado sin hacer tanta estridencia:

“No soy lambiscón ni barbero de nadie”, habría declarado el expanista.

Pero no aclara quién era el destinatario de las furibundas declaraciones. Y la verdad es que Germán debe estar agradecido con AMLO quien lo rescató del purgatorio político y volvió a ponerlo en los primeros niveles de la actividad pública nacional.

Sobre su renuncia, su ex compañero de partido, el panista Diego Fernández de Cevallos lo tildó de cobarde y traidor en el noticiero vespertino de José Cárdenas, seguramente recordaba aquella famosa carta con la cual renunció al PAN para anexarse victorioso a la corriente morenista.

Otra declaración que vale la pena retomar, es la que realizó el ex director del IMSS, el priista Mikel Arriola, quien puede presumir que dejo la institución en una etapa de recuperación, el excandidato al gobierno de la Ciudad de México señaló que le faltó experiencia y voluntad para sacar adelante a tan noble institución, al tiempo que lamentó su dimisión.

El caso de Germán se vincula, por el ruido mediático que provoca, con las acusaciones que ha recibido el súper delegado de Jalisco, Carlos Lomelí, por un presunto tráfico de influencias para favorecer a empresas farmacéuticas, unas de su propiedad, y otras ligadas a él, con la adjudicación de millonarios contratos.

Una nueva investigación de Mexicanos contra Corrupción e Impunidad demostró la simulación de contratos realizados por la empresa Lomedic de Carlos Lomelí, a través de una red de familiares que crearon una falsa empresa Abisalud, para obtener contratos farmacéuticos hasta por ocho millones de dólares, sin licitación, particularmente del gobierno de Veracruz, también de Morena.

Otra rabieta que llamó la atención fue la del candidato a la gubernatura de Puebla, Miguel Barbosa, quien se enojó con una pregunta que le hizo la periodista Carmen Aristegui en su noticiero y no tuvo problema con reclamárselo al aire.

Aristegui le cuestionó sobre la compra de la que fue propiedad del expresidente Miguel de la Madrid, conocida como El León Rojo en la muy cotizada calle de Francisco Sosa, en Coyoacán.

AMLO respondió a tiempo en el caso de la renuncia de Germán Martínez.

No ha dado señales en la denuncia contra Carlos Lomelí.

Y seguramente dejará que pasen los comicios en Puebla para recomendarle a Barbosa que cuide su actitud ante los medios, que en ocasiones resultan incómodos cuando descubren un filón para cuestionar la vida de los personajes del poder.

Demasiados retos tiene AMLO que enfrentar como prioridades nacionales: inseguridad, crisis ambiental, migración incontenible, economía bajo amenaza, entre otros, como para estar atendiendo reacciones de carácter personal de los funcionarios de su gobierno que no alcanzan todavía a distinguir donde empieza lo público y termina lo privado.

Las reglas del poder que son un verdadero Juego de Tronos.