Desconozco en lo personal a los individuos encargados de la Secretaría de Economía, así como a los responsables de continuar con las negociaciones del T-MEC, –o reformulación del TLCAN. Pero ciertamente deberían tocar la puerta al despacho que formaron Ildefonso Guajardo Villarreal y Juan Carlos Baker, ex secretario de Economía y ex subsecretario de Economía para América del Norte, responsable de la modernización del TLCAN, respectivamente.

Ellos con un equipo excelente de profesionistas mexicanos se encargaron de resolver el nudo gordiano comercial, en el que nos quiso entrampar un gobierno estadounidense adverso, y con el que ahora tiene que negociar nuestro joven y débil gobierno federal. Un presidente como AMLO y su equipo se tienen que preparar para un entorno hostil y extremadamente impredecible. Tienen que ir armados para que lo que se diga un día, se resuelva al día siguiente mediante un Twitter. No son negociaciones normales.

Para el equipo que re-negoció el Tratado así fue su proceder, inclusive considerando que la prioridad central para el señor Trump sería atacar la parte de la industria automotriz, que también resultaba ser la más sensible para México.

Ahí estuvo en todo momento el equipo de Guajardo, para el que era importante el comercio con la UE, con China, el TPP, pero la prioridad 1-2-3 fue el TLCAN y su nueva re-expresión. Es más, como dice Bloomberg: “supieron aprovechar las tensiones comerciales de EEUU con China y con la UE, para quitarle presión al NAFTA”. Inclusive, mejorar algunas de las condiciones del mismo, en su redefinición como USMCA o T-MEC.

Tal vez por eso el presidente Trump ha reconocido en varias ocasiones, que los líderes y negociadores mexicanos fueron mucho más duros e inteligentes que su contraparte estadounidense (y vale la pena agregar que la canadiense). El equipo mexicano llegó a ser cabeza de playa de toda la logística norteamericana, en la redefinición del Tratado Comercial.

Ahora el nuevo USMCA se encuentra en un impasse en la ratificación que aún debe de pasar por los Poderes Legislativos de cada país.

En México es la Cámara de Senadores la que debe ratificar el USMCA. Vaya la Cámara a Modo, porque no tenemos Poder Legislativo autónomo. Hoy es un poder zombie que no hace su tarea. Ejecuta lo que ordena el líder supremo, o sea AMLO. Al presidente le deben dar celos que todavía al momento se recuerda el trabajo del equipo peñista en la renovación del Tratado.

Le guste o no, –quiero suponer que entiende–, razona la importancia fundamental que este Tratado tiene para todo nuestro país y para el futuro de su gobierno.

López Obrador debería apoyarse en el equipo anterior, para mejorar el cabildeo de nuestro país en el resto de Norteamérica, y para entender un poco lo que sucede más allá de Macuspana, “tan bonito”, pero más alejado aún de la realidad global a la que se resiste siquiera a asomarse este nuevo Presidente mexicano.

 

A lo que me refiero

  1. Nos enfrentamos a un gobierno estadounidense que lleva una política unilateral, donde los Tratados son armas comerciales que amenazan con violar todas las reglas comerciales internacionales. Por lo pronto no hay reciprocidad bien definida, donde los grupos de poder deciden si avanza o no un tratado. Sin embargo, el  Presidente López Obrador cuenta con palancas compensadoras muy poderosas para jugar como lo hace su contraparte estadounidense.
  2. Para comenzar los canadienses voltean casi en todo (enfatizo el casi) a coordinarse con México. Pero tanto con Canadá como con EEUU y en última instancia en el mundo, son los presidentes y primeros ministros los que “acuerdan” los pasos a seguir. Un presidente que se enconcha y encierra en su mundo y se niega a salir al exterior, tiene mucho menor poder de negociación.
  3. AMLO cuenta con un muy poderoso sector privado mexicano y extranjero, deseoso de apoyar a México. Los constantes ataques y claros virajes de algunos personajes de este gobierno hacia la ultra izquierda, inhiben el diálogo diáfano que debe haber entre un Presidente y los grupos de poder. Esas reglas del juego no las podrá cambiar por lo menos en lo que resta del siglo. Sin este diálogo, quedará irreparablemente dañada la evolución y desarrollo de nuestro país en la economía global.
  4. El gobierno mexicano puede poner a trabajar a sus aliados, para que influyan en el Congreso estadounidense, donde los Diputados están ahora debatiendo el T-MEC, y valorando el peso político electoral y el económico del mismo. En función de lo que más les convenga pueden acelerar la ratificación del Tratado, o posponerlo para después de septiembre, y así afectar las elecciones presidenciales del 2020 en detrimento del señor Trump.
  5. Ser respetuosos de la autodeterminación de las naciones”, como pretende el señor López Obrador amparado en la obsoleta doctrina Estrada, no funciona por lo pronto con EEUU. Hay que cabildear, influir, para que el T-MEC se ratifique en el Congreso Estadounidense antes de septiembre; en última instancia a más tardar en noviembre. Después sí que nos meterán como uno de los temas centrales de disputa rumbo a las elecciones primarias del próximo año.
  6. La Cámara de Representantes (de Diputados) y de Senadores –a diferencia de la mayoría de nuestros Senadores borregos–, analizan la falta de mecanismos que obliguen al cumplimiento mexicano de las provisiones laborales. Tienen la razón. Según se negoció el T-MEC o USMCA faltan mecanismos de auditoría de cumplimiento, y en su caso no cuenta con mecanismos de solución de controversias y obligatoriedad de las reglas acordadas.
    1. Desde sus inicios con el TLCAN se logró para la parte mexicana que el acuerdo laboral no fuera parte integrante del TLCAN mismo. La resultante en cerca de 30 años han sido violaciones a los intereses laborales por parte de sindicatos, gobiernos, empresarios, que no pueden ser castigadas como el resto del Tratado. Lo peor tanto para estadounidenses como canadienses es que México sigue aprovechando la mano de obra muy barata para atraer inversiones. Hace 30 años se entendió. Hoy esa estrategia resulta tramposa y desleal a la competencia. Esto se resolvió en el nuevo Acuerdo, al incluir a la parte laboral dentro del T-MEC.
    2. Pero, ¿Cómo garantizar que México cumple con su doble  compromiso? Es decir, por un lado subir sueldos pausadamente, poco a poco, hasta nivelar los de los tres países; por el otro, acabar con los sindicatos a modo o charros. Charros de las centrales obreras, charros del PRI, charros de AMLO, charros de los líderes sindicales, charros de las empresas. Todo lo contrario. Que los sindicatos se organicen a modo libre y voluntario de los trabajadores. El trabajador mexicano, –sobre todo el relacionado con las actividades económicas del Tratado Norteamericano–, ya tiene el nivel de madurez laboral para así poder hacerlo, como sus contrapartes del resto de Norteamérica.
    3. A cambio las empresas pueden exigir mayor nivel de disciplina laboral, y respuesta de los sindicatos para la mejora continua de los niveles de capacitación de la mano de obra, que permita el incremento de la productividad. Esto tendrá que reflejarse en mayores salarios.

La suma de todo lo antes expresado se define como un logro para la democracia laboral, del país, de la región y ejemplo global.

 

El Debilitamiento del Mecanismo de Solución de Controversias

Por su parte la delegación mexicana y también la canadiense, tienen que exigir a la parte estadounidense que retome la fuerza del mecanismo de solución de controversias, dado que el Representante Comercial de los EEUU hizo toda clase de artilugios para que otros acuerdos internacionales como la Organización Mundial de Comercio y el mismo Mecanismo de Solución de Controversias del NAFTA se redujeran a su mínima expresión. Lo que ha pretendido La Casa Blanca de Trump, es que todos sus “clientes”, se sometan a la jurisdicción estadounidense. Nada más sesgado, injusto, antiliberal y antiglobal.

En primer lugar no somos clientes. Somos socios. En segundo lugar, también tenemos nuestras medidas para hacerle frente al juego antiliberal del señor Trump. De permitirles a estos señores sus medidas unilaterales, podrán esgrimir restricciones, impuestos compensatorios y aranceles a modo, como los implantados al acero y aluminio, argumentando que se debían a razones de “seguridad nacional”. Lo que lograron estos seres carentes de toda idea de lo que significa un acuerdo bilateral, o trilateral, o multilateral, es que a la postre fastidiaron a sus propios consumidores y empresarios, debido a los aranceles compensatorios aplicados entonces tanto de Canadá como de México.

En el caso de México, el gobierno hizo un análisis profundo y sistemático de productos mexicanos consumidos en los países de Norteamérica, volúmenes e impactos sociales. Así se concluyó que aplicar cuotas arancelarias a la carne de cerdo, de res, embutidos, productos agrícolas todos de origen mexicano, afectaban sensiblemente al consumidor estadounidense, en particular los que dependían de esos productos mexicanos para sus negocios en el cinturón agrícola del centro de EEUU, gran parte de ellos territorio conquistado por Trump en las elecciones de 2016.

Así, con acciones conjuntas, México y Canadá lograron la eliminación de la Sección 232 de las tarifas estadounidenses para sus socios norteamericanos. Esto hay que aprovecharlo como un impulso para el T-MEC tanto en la Cámara de Representantes como de Senadores estadounidense. En ese sentido Mexico tiene una gran capacidad de cabildeo y de estrategias compensatorias, que facilitan el diálogo con ambas Cámaras, gracias al sinnúmero de aliados empresariales y políticos que tenemos en EEUU.

 

En Conclusión

  • Es urgente para México que se ratifique el nuevo Tratado Norteamericano antes de noviembre; de preferencia antes de septiembre. Después corremos el riesgo de quedar inmersos en procesos más políticos que comerciales, debido al entorno electoral rumbo a la competencia primaria presidencial 2020.

 

  • El nuevo T-MEC o USMCA va a ser de gran beneficio para los trabajadores mexicanos, y como ejemplo de que es con la parte moderna de la economía como nuestro país progresará. Nunca ofreciéndonos espejitos de recuerdos subsidistas y proselitistas electoreros que si bien se justificaron a mediados del siglo pasado, hoy resultan francamente inoperantes, por no decir ridículos.
  • El nuevo T-MEC trae consigo medidas de obligatoriedad para el cumplimiento de acciones ambientales, que serán de gran importancia para nuestra aportación de economía que combata al cambio climático, nos facilite cubrir nuestras cuotas de acción en acuerdos multilaterales como el Acuerdo de París o las COPs. También como mecanismo acelerador de la producción orgánica y verde para el sector primario, con lo cual nuestros productos podrán alcanzar nuevos mercados, más amplios, en regiones del mundo en las que los niveles verdes de México resultan insuficientes para poder exportar nuestros productos.
  • La 4T tiene que olvidar su política “Macuspana” de enquiste pueblerino. El Presidente tiene que dar la cara por todos nosotros en los principales foros internacionales estratégicos para México. Por ejemplo tiene que ir a la próxima reunión del G-20 y no encerrarse en sus obsesivas giras de campaña.
  • Por último y muy importante, los responsables mexicanos actuales del T-MEC tienen que exigir que el Tratado funcione adecuadamente en la resolución de conflictos, sean estos laborales, ambientales o comerciales. Impedir que Estados Unidos se enfrasque en resolver la certificación laboral mexicana de manera unilateral. Medidas asimétricas violan los principios de reciprocidad e igualdad, que son claves centrales en cualquier acuerdo comercial.

El T-MEC resulta ser el tratado comercial más grande y poderoso del mundo entero.

México ya es el primer y más grande socio comercial de los EEUU arriba de China, mientras que Canadá es su más grande mercado (México es el segundo mercado y a la alza para la Unión Americana).

Más de 30 Estados de la Unión Americana dependen en su economía del comercio con México; millones de empleos directos de aquella nación, se han generado por la actividad comercial con México.

Juntos –México, Estados Unidos de América y Canadá–, constituyen el mercado más fabuloso del mundo. Unido puede superar la competencia de la Unión Europea, de China y del conjunto del bloque asiático como mercado comercial.

Con Norteamérica en bloque nos constituimos en la región efectiva más autosuficiente del mundo en comercio, alimentos, recursos energéticos, con infraestructura que debe de ser mejorada sobre todo por México, pero con oportunidad de acceso a otras infraestructuras en extremo poderosas, como son las inversiones en gasoductos, poliductos, coinversiones en generación de energías limpias y renovables de baja contaminación; compartimos recursos hídricos, dos océanos y varios mares, así como golfos.

Quedan muchos asuntos nacionales y bilaterales por resolver. Pero con la ratificación del T-MEC se abrirán las puertas de entrada al México tecnológico y de nuevos negocios del siglo XXI. Lo demanda nuestra población.

Queda por ver si nuestros dirigentes con su 4T impulsarán o se opondrán a este progreso que ha costado mucho, pero se ha creado, labrado, trabajado en los últimos 30 años. Ahora hay que capitalizarlo para el beneficio de 130 millones de mexicanos y las futuras generaciones que ya llegaron.

[Con información de Bloomberg, WSJ, The Hill, Luis de la Calle, Arturo Sarukhán y propia].

 

Efrén Flores es licenciado en Economía. Durante más de 35 años se ha dedicado a la comunicación en medios electrónicos e impresos, con temas financieros, económicos, empresariales, estratégicos y de las nuevas tecnologías que revolucionan a nuestro mundo. Es conferencista en México y en EEUU.