La imagen de un solo hombre parado frente a una fila de tanques en la Plaza de Tiananmen se convirtió en la más icónica durante la protesta a favor de la democracia en China, en 1989.

“Aunque puede que 30 años sean solo un abrir y cerrar de ojos en el gran río de la historia, puede ser una eternidad en la vida de una persona. Durante 30 años, el polvo se ha elevado y caído, la luna ha crecido y decrecido, pero nada ha mitigado el trauma y el dolor en nuestro interior”, reivindican las Madres de Tiananmen, un grupo de 155 familiares de víctimas de la masacre quienes se atrevieron a hablar públicamente.

“Se nos han secado las lágrimas”, dijeron las madres en un comunicado en el que reclaman al Estado que haga justicia. “Se nos agotaron las fuerzas y nuestros corazones están hechos pedazos”. Pero el gobierno de Beijing hace oídos sordos a estos reclamos e intensifica la vigilancia contra las madres que piden justicia por sus hijos.

 

El aniversario

Se cumplieron 30 años de la masacre de Tiananmen en la que estudiantes y disidentes a favor de la democracia fueron asesinados por el ejército chino. Y para evitar conmemoraciones de cualquier tipo, la céntrica plaza de Tiananmen fue blindada con fuertes medidas de seguridad, con decenas de vehículos policiales y agentes en los alrededores, más de los habituales. Treinta años después, ya no eran tanques del Ejército sino vehículos policiales los que rodeaban la plaza, y los únicos estudiantes visibles eran aquellos extranjeros que querían visitar el lugar que dio nombre a una masacre.

Fue el sangriento colofón de varias semanas de protestas a favor de una reforma política y en contra de la corrupción institucional, en las que las posturas de estudiantes y Gobierno se fueron radicalizando progresivamente. Hoy cualquier connato de protesta es silenciado con rapidez y la censura cibernética se intensifica.

Una de las medidas habituales que se han tomado en este tipo de aniversarios se pusieron en marcha: como sucede cada año durante la reunión de la Asamblea Nacional Popular, algunos activistas fueron obligados a tomarse “vacaciones forzosas”. El caso del activista Ou Biaofeng ha sido especialmente llamativo, ya que las autoridades le enviaron esta vez a Yunnanm, en la otra punta del país.

Tiananmen fue la primera señal de que el gobierno chino estaba determinado a resistir la aparentemente inexorable marea de la democratización global, además de la primera advertencia de que una China en ascenso eventualmente intentaría moldear un mundo profundamente diferente al que prefiere Estados Unidos.

La competencia entre Estados Unidos y China, es un choque entre rivales políticos motivados fundamentalmente por concepciones diferentes sobre la manera en que el Estado debe gobernar a sus ciudadanos, consideran analistas políticos.

 

 

Después de Tiananmen, el ex líder Deng Xiaoping y sus sucesores ofrecieron una oferta: el régimen chino mejoraría la situación económica a sus ciudadanos mientras se mantuvieran alejados de la política. Así Beijing ofreció seguridad y libertad económica a sus ciudadanos pero a costa de la limitación de una libertad política, preservando así la autoridad del partido en casa.

Dos días antes del aniversario, el gobierno de Xi Jinping defendió la sangrienta represión de Tiananmen, calificándola de “política correcta”. Y lo reafirmó el general Wei Fenghe, ministro de Defensa: “este incidente fue una turbulencia política y el gobierno central tomó medidas para detener las turbulencias, lo cual es una política correcta”.

Por otra parte, las voces críticas se han visto limitadas al ámbito extranjero. Desde la Unión Europea, la vicepresidenta y alta representante de Política Exterior, Federica Mogherini, condenó lo sucedido y pidió a Beijing que asuma responsabilidades y respete a aquellos que quieran recordar la fecha. Además, invitó al Gobierno chino a poner en práctica las recomendaciones sobre Tiananmen que el Comité contra la Tortura de la ONU emitió en 2016.

 

La masacre ocurrida en 1989 en China marcó un punto de inflexión para la nación asiática, haciendo que el tema de los derechos humanos cobrará más relevancia en su territorio.

 

La presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, acusó a Beijing de querer “ocultar la verdad” de lo sucedido en Tiananmen, donde las dimensiones de la barbarie militar todavía se desconocen. “Que un país sea civilizado o no depende de como el Gobierno trata a la gente y como se enfrenta a los errores del pasado”, aseveró Ing-wen, a través de una publicación en su perfil de Facebook.

En las semanas de víspera del aniversario, varias organizaciones defensoras de los derechos humanos realizaron llamamientos a que se haga justicia de una vez, se deje de criminalizar a las víctimas de la represión y Beijing asuma las responsabilidades correspondientes.

Por su parte el gobierno chino presentó una queja formal a Estados Unidos después de que este país emitiera un comunicado en el que pedía la excarcelación de los activistas presos por defender derechos humanos.

“Algunos en Estados Unidos están demasiado acostumbrados a criticar a terceros, y con el pretexto de la democracia y los derechos humanos interfieren en los asuntos internos de otros países, mientras se mantienen ciegos ante sus propios problemas”, señaló el portavoz de exteriores chino.

La organización Human Rights in China a través de la directora ejecutiva, Sharon Hom, lamenta que “la aceptación interesada de la comunidad internacional del “acuerdo” del liderazgo chino tras el 4 de junio –reforma económica sin reforma política—y la incapacidad para hacer que el liderazgo chino rinda cuentas por el asesinato de su propio pueblo han contribuido tristemente al pisoteo de derechos humanos en China que acontece hoy en día”.

Aunque las Madres de Tiananmen contabilizan 155 muertos aquel 4 de junio de 1989, la cifra fue superior, sin contar con otro tipo de víctimas, como los heridos, huérfanos o exiliados. Distintas fuentes hablan de varios centenares y de hasta varios miles en una matanza que, a pesar de haberse popularizado como “la de Tiananmen”, se produjo en numerosos distritos de la capital china. La represión sigue siendo un tema tabú en China, donde nunca se hizo público un balance de las víctimas.

“Nadie sabe el número exacto porque treinta años después, las autoridades chinas siguen haciendo todo lo que pueden para impedir que la gente pregunte sobre ese día o incluso hable de ello”, afirma desde la ONG la defensora de los derechos humanos de Amnistía Internacional.