Para quienes mantienen en alto las
banderas de Siempre!
En su 66 aniversario.

 

Con los partidos de oposición en franca bancarrota, el fracaso de López Obrador sería un desastre para el país. De ahí que preocupen tanto sus actitudes, declaraciones y hechos que, más allá de su heterodoxia, implican serios riesgos para la estabilidad y el buen curso de nuestra vida pública.

Al cotidiano ataque contra medios de comunicación, a la descalificación sistemática de los periodistas críticos, se suma la gratuita apertura de múltiples frentes a los que se acude en busca de enemigos no siempre existentes y de combates no sólo evitables, sino completamente estériles.

Gobernar, entre otras cosas, es el arte de sumar, pero tal parece que el actual gobierno está empeñado en lo contrario, pues comprarse enemigos en cada discurso es empedrar el camino a la ruina, por mucho que hoy exista la amplísima base social que forman los beneficiarios de los programas asistenciales.

La semana pasada, en Ecatepec, el Ejecutivo dijo a los asistentes: “No crean que tiene mucha ciencia el gobernar. Eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad… La política tiene qué ver más con el juicio práctico”.

Quien haya escuchado lo anterior bien pudo responder: “Yo tengo otros datos”. Y seguramente los debe tener todo aquel que haya leído bien a Platón, Aristóteles, Julio César, Maquiavelo, Montesquieu, a Carlos Marx o a Max Weber, o bien, que conozca la trayectoria de Talleyrand y Fouché o, para citar personajes más cercanos, Plutarco Elías Calles o Fidel Velázquez.

Para Ya Saben Quién, “la política es transformar, es hacer historia”, en lo que, con ganas de trascender, tal vez podamos estar de acuerdo. Pero también hay definiciones menos ambiciosas, como la que se limita a la búsqueda del poder y su preservación, lo que resulta harto complicado porque obliga a sortear el día a día, algo que tiene una altísima exigencia. Ir más lejos para impulsar grandes cambios en el caso de los reformistas o trabajar por la desaparición de un orden para sustituirlo por otro, es algo que tiene un carácter histórico, ese sí trascendente.

Gobernar es hacer política desde una posición de poder. Todo príncipe suele presentarse como poseedor de diversas prendas ante sus gobernados, pero más importante que ser es parecer, porque eso es lo que permite la preservación y hasta el crecimiento del poder. Está muy bien tener objetivos ambiciosos, pero no se hace historia dando la espalda a la realidad cotidiana. Y en eso estamos.