Hace unos días, Raquel Sosa Elízaga, coordinadora de las cien universidades prometidas por Andrés Manuel López Obrador, anunció –palabras más, palabras menos– que esas casas de estudios serían tan buenas como las mejores. Por supuesto, para hacer válido el pronóstico tendrían que pasar algunos decenios, destinarles una gran inversión, contratar a los profesores más calificados y aplicar a esas instituciones un riguroso programa de seguimiento.

Pero nada de eso es posible con las pavorosas restricciones presupuestarias en boga. Baste decir que las cien “Universidades para el Bienestar Benito Juárez García 2018-2024” tienen asignado un presupuesto total de mil millones de pesos, esto es, cien millones para cada una, cuando sólo la UNAM tiene un presupuesto anual de unos 23 mil millones de pesos.

Tal pobreza quizá se explique porque esas “universidades” estarán destinadas a la población de los cien municipios más pobres del país, los que tienen una población mayoritariamente indígena. Para ellos, en el mejor de los casos, se improvisará un local sin laboratorios ni otras instalaciones indispensables y, desde luego, sin profesores medianamente calificados. Pero eso sí, los alumnos tendrán becas de dos mil cuatrocientos pesos mensuales, comedores y otras prestaciones.

Pero no importa. Raquel Sosa es gente del primer círculo y a ella se le permiten toda clase de yerros, como lo prueba su paso por otros cargos, como la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, donde se distinguió por ser totalmente ajena a los asuntos a ella confiados.

Ahora, cuando las cien “universidades” ni siquiera se han creado, mostró su ignorancia de lo dispuesto por la Constitución, pues declaró tajante: “no vamos a permitir el proselitismo político en ninguna escuela, nuestros estudiantes no han salido ni saldrán a manifestaciones políticas… porque no son escuelas de cuadros o de formación política, son planteles profesionales” (La Jornada Baja California, 28/Dic/2018).

Por si algo faltara, cuando a la misma señora le pidieron su opinión sobre el destino de los muchachos que estudiaban en las “universidades” creadas durante la campaña de Morena, de las cuales ya cerraron nueve, dijo que lo ocurrido a esos jóvenes eran meros “dramas” de los que no tenía tiempo de hablar. Pues sí, ¿para qué?

Y mientras se pretende crear universidades de la inopia, se reducen drásticamente los presupuestos de las universidades públicas existentes y hasta se tacha de “fifí” a un centro de excelencia como el CIDE. Por eso a la 4T le apodan “el Cuatrote”.