Por Javier Enrique Zamorano López

Cuatro obras del Maestro Raúl Anguiano (1915-2006), dedicadas al Quijote Cervantino, destacan  por su impresionante fuerza emocional: “Don Quijote, entre el bien y el mal” (Mural al acrílico, 5 metros de largo x 2 ½ metros de ancho, 1970), “Don Quijote en movimiento” (Aguafuerte, 39.5 x 44 cms., 1971), “Don Quijote contra el mal (Aguafuerte, 39.5 x 49.5 cms., 1971)” y Don Quijote caído” (Aguafuerte, 34 x 49.5 cms., 1973).

Obras que me inspiraron a escribir: “Ahí te veo, Caballero Andante, sin El Sancho escudo impaciente, caído del invisible Rocinante. Mirando al frente desafiante, por llegar a tu ideal latente, en recuperable lucha incesante: La Luz de la Libertad Errante”, recordando el poema “Vencidos”, de León Felipe, rapsoda mayor, cantor de la libertad:

“Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar. Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura, y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar, va cargado de amargura, que allá encontró sepultura su amoroso batallar. Va cargado de amargura, que allá ‘quedó su ventura’ en la playa de Barcino, frente al mar. Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar. Va cargado de amargura, va, vencido, el caballero de retorno a su lugar. ¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura, en horas de desaliento así te miro pasar! ¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura y llévame a tu lugar; hazme un sitio en tu montura, caballero derrotado, que yo también voy cargado de amargura y no puedo batallar! Ponme a la grupa contigo, caballero del honor, ponme a la grupa contigo y llévame a ser contigo pastor. Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar…”

Raúl Anguiano esbozó varios estudios-dibujos, a plumón, al bistre y a la sanguina, antes de pintar, el Mural al Acrílico “Don Quijote entre el bien y el mal”, presentado, conjuntamente con sus estudios-dibujos y proyecto (incluidos grabados varios, con otras temáticas), del 19 de diciembre de 1971 al 16 de enero de 1972, en la Galería de Exposiciones Temporales, del Museo de Arte Moderno. Años después, el Mural fue llevado a su actual morada: Museo Iconográfico del Quijote (Casa del Quijote), sitio en Guanajuato, Gto., inaugurado el 6 de noviembre de 1987. “Anguiano pinta a un Quijote en movimiento, enfrentando nuevos adversarios, como la amenaza nuclear y la discriminación racial”, escribió Gregorio Luke, acucioso estudioso de la obra del Maestro.

 

La figura de Don Quijote representa, aún, una gran fuente de inspiración para todo tipo de creadores, como sucedió en el caso de Raúl Anguiano y varias de sus obras.

 

Pintó, en lontananza, molinos de viento (lo real, imaginado como irreal peligroso), del lado izquierdo, y al Quijote, montado en su rocín, cubriéndose con su escudo, lanza en ristre, del dañino estallido de la bomba atómica (lo real, presenciado como realidad peligrosa), del lado derecho. Más cercanos, del lado izquierdo, se ven tanques, cadáveres de víctimas de la guerra y apocalípticos monstruos amenazantes de destrucción. En el plano principal, se ve al Quijote en ocho posiciones diferentes, significando igual número de actitudes frente al mal: vestido con armadura al ataque, vestido como Cervantes (“símbolo –escribió Fernando Díaz-Plaja– de la vida de la poderosa España y su caída, testigo de mayor excepción que reflejó en el Quijote el choque del sueño con la realidad, cara y cruz de la misma existencia” y que Raúl Anguiano lo generaliza visionariamente para toda la humanidad), decaído (como un Cristo sin esperanza), casi moribundo, rodilla en tierra, y caído, con su propio fantasma a su lado, impidiéndose a si mismo levantarse y casi levantándose para seguir luchando, porque “por la libertad, Sancho, se puede y debe aventurar la vida”.

En el Mural, aparte su formal composición plástica, dominan el color naranja, seguido de colores morados y azules, conteniendo, en menor proporción el  color amarillo. Se puede decir que esos ocho Quijotes representan una danza de extraño “quijotismo” o exageración en los ideales y en los sentimientos que muestra una persona; pero la lucha contra los molinos de viento (gigantes imaginados) del soñador Quijote, se convierte en la lucha contra el mal (bomba atómica, guerra y lo que vendrá) del artista Anguiano, con pocas posibilidades de salir victorioso.

Así interpretó él mismo su obra: “…una visión moderna de la creación cervantina. En el centro de la composición, el propio Miguel de Cervantes, lanza en ristre, junto al personaje de su creación (sólo que el busto de Cervantes es un fantasma, por eso la cabeza y la gala son blancos, del color del yeso o del mármol, puesto que ya es una estatua, un ícono intemporal; el Quijote caído, vapuleado, castigado por su creador; el Quijote que se yergue una vez más para seguir luchando contra los molinos de viento que se transforman en gigantesco sino, en los monstruos de la guerra y las pruebas nucleares; contra las masacres; contra el racismo (hay una persona de color colgada en la rama de un árbol)… Aparece también un Cristo negro, sentado a los pies de Cervantes, el Cristo que predicó contra las injusticias y a favor de los humildes y desvalidos”.

 

Las tres Aguafuertes, inspiradas por el Mural y grabadas posteriormente, son,  para quien esto escribe, por sí solas, obras maestras:

“Don Quijote en movimiento” (en la que tres cuerpos de Don Quijote se entrelazan para representarlo caído y en posición de levantarse, mientras que el cuerpo de en medio, pisando descalzo la lanza, trata de impedírselo), “Don Quijote contra el mal” (en la que Don Quijote se ve impotente ante el estallido de la Bomba Atómica, montado en un Rocinante desafiante: “Non fuyades cobardes y viles criaturas, que un solo caballo es lo que os acomete”, retando un objetivo imposible de vencer) y “Don Quijote caído” (en la que en un sutil color verde azulado de fondo, más oscuro del lado izquierdo que del derecho, el rostro desencajado, el delgado cuerpo, las enormes manos y pies, el color de la piel y la lanza rota tirada a su lado, de Don Quijote, contrastan armónicamente y a la perfección, valga la contradicción, dando a la denotación artística una connotación de derrota, pero sin perder el afán de seguir luchando).