En la noche del jueves 30 de mayo se escribió, a través de un tuit, un nuevo capítulo en la relación económica y comercial entre México y Estados Unidos (EU): la amenaza iniciada por nuestro vecino del norte mediante la imposición de aranceles a todas sus importaciones provenientes de México. Este planteamiento de nuestro socio comercial está contaminado por los temas de migración y narcotráfico; es decir, los asuntos económicos están siendo envenenados por una agenda de asuntos sociales y de seguridad.

Ante los tiempos, el asunto demanda un tratamiento profundo considerando que los daños pueden ser expansivos. El anuncio del mandatario estadounidense ofende una historia comercial que, más allá de los vaivenes entre vecinos, se ha caracterizado por el respeto mutuo y la solidaridad regional. El intento de medida carece de todo sentido o de lógica política y económica, ya que por un lado se contrapone con la ratificación del TMEC que solo para no obviar es un Tratado que busca la eliminación de aranceles; y por el otro, mediante el argumento social y de “seguridad nacional”, pretende presionar a México para reforzar la seguridad que comparten en la frontera y reducir la migración ilegal. Sírvase la presente para invitar a nuestros amigos lectores a compartir cualquier teoría que sustente la relación entre migración y comercio internacional.

Para Estados Unidos, más allá de coincidir con la negativa del Congreso para fondear el muro fronterizo entre ambas naciones y la reelección que se aproxima para el año 2020, la imposición de aranceles, además de representar un disparo en su propio pie, es un costo elevado que afectaría al comercio regional, a las empresas exportadoras –por cierto, estadounidenses también y posibles donantes de campaña– y en última instancia a los consumidores en EU.

A manera de ejemplo, al cierre del año 2018, de acuerdo con datos del INEGI, México exportó un total de 450.7 mil millones de dólares (mdd) de los cuales, 358.3 mil mdd se dirigieron a EU; es decir, el 79.5 por ciento del total de mercancías. En cálculos oportunos, de aplicar el 5 por ciento a nuestras exportaciones durante el segundo semestre, el costo ascendería a 11 mil mdd para el cierre de 2019; no obstante, hacer un cálculo solamente por la imposición del 5 por ciento a todas nuestras exportaciones sería una Espada de Damocles para México y los Estados Unidos, es decir, un peligro inminente como una espada sobre nuestra cabeza que en cualquier momento caerá sobre nosotros. De aplicar el 25 por ciento a nuestras exportaciones, el costo ascendería a más de 50 mil mdd, sin considerar las sanciones por incumplimiento del vigente TLCAN. Solo como referente, las exportaciones de la industria automotriz están valoradas en aproximadamente 90 mil mdd anuales; en el peor escenario, los aranceles representarían tan solo para el segundo semestre del año, más del 55 por ciento de las exportaciones de dicho sector.

Para México el impacto sería altamente considerable. Con datos de Bloomberg, en primera reacción, el tipo de cambio sufrió una depreciación intradía de alrededor del 2.4 por ciento al pasar de 19.14 pesos por dólar a 19.60; sin embargo, de concretarse la aplicación, es posible que el peso mexicano se deprecie hasta niveles próximos a los 20 pesos por dólar. Por otro lado, las ya deterioradas perspectivas económicas de crecimiento también sufrieron bajas al apuntar a pronósticos en el orden del 1 por ciento anual con clara tendencia a la recesión.

En esta semana, los negociadores mexicanos (Economía y Relaciones Exteriores, principalmente), se reunirán con su contraparte de EU con el objetivo de encontrar una solución conjunta para el fenómeno de migración en la frontera más transitada del mundo y con ello evitar un escenario expansivo de perder-perder para ambos países y para la competitividad del bloque regional en su conjunto. Coincidimos, la capacidad de negociación de ambos países es crucial.