Las conjuras, golpes de estado, revueltas y otras figuras
Para los efectos de este estudio el término conjura se toma como un concepto genérico; comprende varias especies: las conjuras propiamente dichas, los golpes de estado, atentados, terrorismo, revueltas; estos, aunque afines, por cuanto a que tienen elementos en común: sigilo, uso de la fuerza, mediar un acuerdo secreto entre sus autores, promotores y cómplices, tener como sujetos pasivos a los titulares del poder político y económico, son fenómenos distintos entre sí. Lo son por los objetivos perseguidos, la forma de actuar de sus promotores y los sistemas de reclutamiento de partidarios.
Las revoluciones, sin bien son una forma como se manifiesta la violencia, por carecer de algunas de las características anteriores, se maneja en un apartado especial.
Esas especies son formas en que se manifiesta el uso de la fuerza de parte de quienes no son titulares formales del poder. Cuando la autoridad o sus agentes hace uso de la fuerza para someter a sus adversario, prevenir descontentos o reprimir focos de insubordinación, se le denomina impartición de justicia, ejercicio de la acción penal, castigo y persecución de delincuentes. Estos las llaman represión o persecución política.
La terminología para referirse a actos violentos o de desobediencia es amplia; aquí se alude sólo a la más conocida; se hace con el fin de dar una mínima idea de las especies que existen.
Algunas formas en que se ha manifestado la violencia
En sus casi doscientos años de vida independiente, en México se han presentado las más variadas formas de violencia y, como consecuencia, diferentes formas de autoridades de hecho. Se alude a los más notables.
A los movimientos armados encabezados por militares, se les da el nombre de asonadas; cuando se inician en los cuarteles: cuartelazos; a los que organizan y llevan a cabo los civiles, se les llama motines; a los movimientos aislados y transitorios se les denomina protestas. A quienes se levantan mediante el uso de las armas a favor o en contra del gobierno o muestran públicamente sus preferencias u odios en contra de cierto funcionario, se les ha denominado pronunciados y a los movimientos pronunciamientos.
Guerra civil o intestina
“La guerra civil se define como un combate armado dentro de los límites de una entidad soberana reconocida, entre partes sujetas a una autoridad común al comienzo de las hostilidades. …El término <<guerra interna>> resulta más preciso, pero el de guerra civil es un término mucho más familiar. <<Combate armado>> (implicando un grado de organización en ambas partes y violencia de una cierta magnitud) sirve a objetivos políticos cuando desafía a la autoridad vigente, incluso cuando sirve también a fines adicionales …” (Stathis N. Kalyvas, La lógica de la violencia en la guerra civil, Ediciones Akal, S. A., Madrid, 2010, pp. 19 y 35).
Por causa de las guerras civiles se tiende a desvirtuar el concepto de respeto a la ley; se olvida que es general, notoria y permanente; se desconoce la autoridad pública, se pasa por alto que es institucional y renovable; se intenta sustituirlos por el terror y el sometimiento a una autoridad anónima y de estructura desconocida para quienes son ajenos a ella.
De la actividad que realizan derivan actos públicos que inciden en el derecho; por virtud de su actuación se altera la organización y funcionamiento del estado. Finalmente, ante hechos consumados, se ha terminado por dar valor jurídico a actos realizados al margen de la ley o en contra de lo que ella dispone.
Quienes en una guerra civil han resultado victoriosos han modificado el marco normativo fundamental vigente e impuesto otro. Los movimientos de 1836, 1857 y 1917 son botones que sirven de muestra.
Las guerras civiles tienen diferentes manifestaciones. En México se han sufrido y experimentado casi todas.
A través de una guerras civiles, por lo general, sus lideres procuran cambios en la titularidad o ejercicio del poder.
Las guerras civiles inciden en la organización política. La alteración responde a la naturaleza y alcance del movimiento armado no convencional: revoluciones, guerra de guerrillas, cuartelazos, bandolerismo y otras formas. Al inicio a esos movimientos armados no se les reconoce beligerancia; tampoco lo procuran.
En la actualidad existen nuevos nombres: guerras periféricas o asimétricas, delincuencia organizada y otros.
A quienes asumen la titularidad y ejercicio del poder público en forma temporal a través de alguna de esas formas, se les denomina autoridades de hecho.
Las guerras civiles tienen diferentes manifestaciones. En México se han sufrido y experimentado casi todas.
Un ejemplo de guerra civil es el que se dio entre los años de 1857 y 1860. En su principio se enfrentaron quienes sostenían la vigencia de la constitución de 1857, los liberales. Los conservadores que propugnaban por su derogación.
La sublevación de 1876 encabezada por Porfirio Díaz en contra de del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, bajo el Plan de Tuxtepec, fue una guerra civil. (Memorias de Sebastián Lerdo de Tejada, Colección de Suma Veracruzana, México, 1959, p. XXVII y 91 y siguientes).
El movimiento iniciado y encabezado por Francisco I. Madero, aunque se le ha dado el calificativo de revolución, por tener un objeto limitado: derrocar a Porfirio Díaz, presidente de la república en turno, en sentido estricto fue una guerra civil. (Joaquín Piña, en sus Memorias de Victoriano Huerta, asienta la opinión de éste respecto del movimiento armado iniciado por Francisco I. Madero: “Sin el cuartelazo, Madero habría sido sacrificado por la misma Revolución que acaudilló, porque Madero no hizo desde su exaltación a la Presidencia, obra revolucionaria: no llevó a todos sus amigos a los puestos públicos, no cumplió las promesas que había formulado a los humildes, no reformó a la sociedad…” p. 76).
Elementos característicos de la mayor parte de las formas en que se manifiesta la violencia
Los movimientos armados buscan alcanzar el dominio; total o parte de él; en todo el territorio nacional o en parte de él. Influir en la ideología o forma como se ejerce el poder. Cada una de ellas tienen, formalmente, un propósito específico.
Las revoluciones
En el caso de México este tipo de movimientos armados ha presentado las siguientes características:
Cuentan con una ideología, disciplina y organización política, que se define, conforma e integra mediante la intervención y aprobación, expresa o tácita, de sus miembros y lideres, que se materializan a través del expediente expedir un manifiesto y de suscribir un plan; ambos haces las veces de programa;
Tienen como objetivo alcanzar el poder con el fin de transformarlo; ello implica cambiar las relaciones económicas y sociales existentes;
En la guerra de guerrillas que precede a una revolución, se busca alcanzar cierto grado de influencia en un sector importante de la población y territorio, con vista a optar a convertirse en revolución o alcanzar el poder; y
Las guerras asimétricas o periféricas tienen con objetivo influir en la organización política y establecer una forma específica de ideología, ya sea política o religiosa. A través de ellas no se persigue, en un inicio, atentar contra la soberanía del estado. La rebelión cristera de los años veinte del siglo XX, pudieran ubicarse en este rubro.
Una revolución es un fenómeno complejo. En términos generales, por medio de ella se tiende a: desplazar al titular del poder, a sus aliados y a eliminar los sistemas represivos y de defensa a su disposición; cambiar las relaciones de dominación; y a alterar las condiciones económicas y sociales que por virtud del dominio de aquel se dan en determinado momento.
Las revoluciones cuentan con una ideología y con ideólogos que la conforman y actualizan. (La que intentó Catilina en Roma estuvo muy lejos de ser una simple conjura; su intentona llegó a los linderos de una revolución: “Porque Catilina, cuyo proyecto no se limitaba a mudar el gobierno, sino que se extendía a destruir toda autoridad y trastornar completamente la república…”, Plutarco, vidas paralelas, Cesar, viii, p. 574). Es, ante todo, un fenómeno de naturaleza política que repercute en lo social y lo económico. Peter Weigt aporta como concepto de ellas el siguiente: “En lenguaje político habitual se entiende por revolución, generalmente una convulsión político-social violenta de la forma del Estado, las relaciones de dominación y el modo de producción”. (Diccionario de ciencia política, dirigido por Axel Görlitz, Alianza editorial, Madrid, 1980, p. 575; Gianfranco Pasquino, en la obra Diccionario de política, ya citada la define: “La revolución es la tentativa acompañada del uso de la violencia de derribar a las autoridades políticas existentes y de sustituirlas con el fin de efectuar profundos cambios en las relaciones políticas, en el ordenamiento jurídico-constitucional y la esfera socioeconómica”. Siglo veintiuno editores, s. a., México, 1976, p. 1458).
Las que realmente lo son, se dan en forma dilatadas y costosas en recursos humanos y económicos. Es el principio de un ciclo que normalmente se cierra al volverse al estado de cosas que prevalecía anteriormente, con algunas ganancias, que son similares a las alcanzadas por aquellos estados o reinos que no las han intentado.
El reclutamiento de los revolucionarios se hace por medio de adoctrinamiento e información; se hace participe a los seguidores de los planes, se les compromete a adoptar el programa o ideología y tomar la empresa como propia; existen jefes, disciplina y sanciones. Generalmente no es dado a todos los que intervienen en las revoluciones intervenir en la definición de los programas e ideología; la imponen los líderes.
Las revoluciones son una especie de guerra civil o guerra interna; ellas se definen como: “Violencia política bien organizada, con amplio apoyo popular, para derrocar al régimen o disolver el Estado, con acompañamiento de violencia extrema, inclusive terrorismo y guerra de guerrillas en escala mayor, guerras civiles y revoluciones.” (Ted Robert Gurr, El porqué de las rebeliones, Editores Asociados, S.A., México, 1970, p. 17).
En México, tradicionalmente las revoluciones se organizaban y encaminaban, preferentemente, a conquistar el poder público (Karl Kausky, La revolución social el camino del poder, Cuadernos del Pasado y del Presente, México, 1978, p. 179). Con el tiempo, y por virtud del pensamiento marxista, se agregó como metas alcanzar el poder económico y social para transformar la sociedad. Únicamente las que procuraban estas metas fueron calificadas de revoluciones.
Las revoluciones, para serlo, como se ha dicho, debían contar con una ideología, disciplina y organización política que se conforma por la intervención y aprobación, expresa o tácita, de sus miembros y lideres, con el objeto de transformar la estructura económica, política, social y religiosa del estado mexicano. Los movimientos armados que procuraron restaurar instituciones desaparecidas se han denominado contra revoluciones; a quienes los promueven o intervienen en ellos se les califica de reaccionarios.
A despecho de lo anterior, cuando menos en la terminología mexicana, revoluciones han sido y son los movimientos armados que cuentan con una organización, un programa político y que tienen como único propósito el de alcanzar el poder público central.
No lo han sido ni lo serán aquellas que se enderezan contra las autoridades locales.
Los movimientos revolucionarios se han enderezado con el fin de transformar el estado. Como tales se han calificado la de Ayutla, que se inicio bajo un plan que propugnaba por un cambio en las relaciones económicas y sociales: suprimir el sistema gremial, estancos, monopolios, privilegios y obstáculos al comercio; ese movimiento fue liberal en el sentido económico
La guerra de tres años, que se inició en diciembre de 1857 y que concluyó en diciembre de 1860, comenzó como una guerra civil y derivó en una revolución; puede ser calificada como tal por el hecho de haber concluido con la expedición de las Leyes de reforma, por las que se sometió a la iglesia católica a las leyes del estado mexicano, se le privó de su propiedad inmobiliaria, se puso a circular sus bienes, se dispuso la desaparición de las órdenes religiosas, se secularizaron los cementerios y se estableció el registro civil.
El movimiento armado que Francisco I. Madero inició en 1910 fue una guerra civil; perseguía algo muy simple: desplazar del poder a Porfirio Díaz y asumirlo él. El movimiento iniciado en 1913 por Venustiano Carranza fue otra guerra civil que tenía un objeto limitado: desconocer a Victoriano Huerta; se convirtió en revolución al modificarse el Plan de Guadalupe, expedirse la Ley de relaciones familiares, al emitirse la convocatoria a un constituyente que en teoría modificó la tenencia de la tierra, las relaciones de trabajo y excluyó al clero católico de intervenir en la política.
Los liberales encabezados por Juárez, para alcanzar la victoria sobre los conservadores, expidieron las leyes de reforma, con ellas privaron a la iglesia católica de patrimonio y de las instituciones que le daban influencia en la sociedad: registro civil, calendario cívico, cementerios y estado civil de las personas.
Una auténtica revolución necesariamente expide leyes que inciden en inciden en el derecho de familia. La administración Juárez, el 28 de julio de 1859, expidió la Ley sobre el estado civil de las personas.