Luis Guillermo Piazza, entonces mandamás de Editorial Novaro, me invitó, allá por 1971, a ser jurado, junto con él y alguien más, de un concurso literario. Chin Chin el Teporocho fue la obra ganadora, ¿su autor? Armando Ramírez. Muchos años después, en 1983, me invitó a presentar Noche de Califas que me pareció incluso superior a la otra. Ésta es más contenida, como más literaria y hasta con cierto aire épico. Ambas se llevaron al cine y fueron premiadas. Una o las dos las dirigió Gabriel Retes. “Ratero”, un cuento suyo, me entero ahora que lo dirigió Ismael Rodríguez y lo adaptaron él, Julio Porter y el director que mejor ha retratado la urbe: Alejandro Galindo, y con el cual, aclaro, sólo comparto el apellido. Sus apariciones en la TV se iniciaron al lado de Ricardo Rocha y las últimas con Susana Zabaleta.

Aunque Roman Jakobson sostiene que la literatura tiene un movimiento pendular que va de lo culto a lo popular y de regreso. Para mí, que a partir de Joyce, pero sobre todo de la generación Beat, la literatura va en busca del habla y va derecho y no se quita. Aquí los paradigmas podrían ser José Agustín y Armando Ramírez, aunque Rulfo y García Márquez, los más grandes, tienen sin duda un horizonte oral.

 

Tepito Arte Acá

A principios de los setentas, Luis Cisneros encabeza el grupo que toma el Foro Isabelino, dirigido por Héctor Azar. Lo consideran un teatro elitista y con poco compromiso social. Un tiempo después, se organiza un congreso en la Escuela de Teatro del INBA, dirigido por el inolvidable Dagoberto Guillaumin. Participan grupos de teatro independiente, como Matlazintlas, Banqueta, Contratanto, La Chispa (de Argentina) y, por supuesto, Cleta, El Llanero Solitito y también, Tepito Arte Acá, un colectivo que reivindica la cultura de ese barrio, su modo de hablar, sus costumbres. De ellos, el más destacado, el que llevó la propuesta más lejos es Armando, pero en aquel congreso el que lleva la voz cantante es Virgilio Carrillo, quien, por cierto, vi en un suplemento que ya murió. Mi padre, Jesús Galindo, nació en la Colonia Morelos y recuerdo, que mi abuela, les decía a sus hijos, no hablen con el tonito. Mi padre, y así se lo digo a Virgilio, se educó leyendo los clásicos de Vasconcelos y las columnas de Tablada. Entiendo la propuesta de Tepito Arte Acá, pero qué bueno que mi padre siguió otro camino.

 

En solidaridad con la Revolución Salvadoreña organizamos varias funciones del teatro independiente y logramos reunir algunos pesos  para los “compas”. Virgilio propuso cerrar la jornada con un concierto de Three Souls in my Mind que va a atraer multitudes. En efecto, llegan, me cuentan, porque mi hermana y yo no vamos porque no estamos de acuerdo, digo llegan unos 500 chavos y los del Tri les dicen que o se les paga 8 mil pesos o no responden del enojo de sus fans, además de un escenario carísimo que exigieron para estar a salvo de sus seguidores. Total, perdimos todo el dinero y los teatristas completaron de sus bolsillos, a tal grado que Yolocamba Itá, grupo ligado al movimiento salvadoreño, anduvo dando funciones, escoltados por mi hermana y yo, para resarcirnos de la finalmente fallida jornada de solidaridad del teatro independiente.

Para colmo, la Delegación Venustiano Carranza que nos prestó el teatro para la jornada declaró que era la incorporación del teatro independiente a las autoridades, por lo que en pleno escenario y frente al delegado lo desmentimos el día de la inauguración. Los únicos asistentes en los tres días fueron dos señores de traje que acabaron por decirnos: “maestras, esos dos muchachos del público están fumando mariguana, si quieren los sacamos, somos de gobernación”.