Todo gobierno se ve obligado a realizar ajustes y el de AMLO no podía ser la excepción. En poco más de siete meses, se han ido, entre otros, Clara Torres, quien era responsable de estancias infantiles; Simón Levy, subsecretario de Turismo; Patricia Bugarín, subsecretaria de Seguridad; Josefa González, ex titular de la Semarnat; Tonatiuh Guillén, quien dejó de ser comisionado de Migración por razones todavía no muy claras, y Germán Martínez por negarse a ser ahorcado.

Ahora fue Carlos Urzúa quien dejó la Secretaría de Hacienda y Crédito Público por no coincidir con la política económica de su jefe, por habérsele impuesto funcionarios sin los indispensables conocimientos para desempeñar los cargos que les regalaron y por la indeseable compañía de “personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”, lo que parece referirse en especial a Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia.

Carlos Fernández-Vega, el agudo columnista financiero de La Jornada, escribió que nadie sabe bien a bien como es que Romo se coló a su encumbrada posición actual, siendo “un empresario fifí, perteneciente a la minoría rapaz, multimillonario Forbes, compadre de Carlos Salinas y, por si fuera poco, dealer de los oscuros negocios del asesino Augusto Pinochet y de los Legionarios de Cristo”. Pero así andamos…

Para sustituir a Urzúa, López Obrador de inmediato nombró secretario del ramo al hasta entonces subsecretario Arturo Herrera Gutiérrez, un brillante egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana con maestría del Colegio de México y estudios de doctorado en la Universidad de Nueva York.

El flamante titular de la SHCP cuenta también con una experiencia considerable, pues en 2004 entró a suplir a Gustavo Ponce –sí, el apostador de Las Vegas– en la Secretaría de Finanzas del Distrito Federal, donde mostró de qué estaba hecho e hizo un muy respetable papel.

Para ocupar un cargo público, desde luego son indispensables el conocimiento y la eficiencia, pero hay algo más que define el perfil de todo ser humano: la buena crianza, los ejemplos recibidos en la familia. Crecido en un hogar donde el trabajo honrado ha sido siempre medio de subsistencia, Herrera tiene una madre académica que ahora dirige una institución cultural en Pachuca. Su padre homónimo fue hombre de firmes convicciones, laborioso, valiente cuando había que serlo, entregado siempre a causas justas y, por si algo faltara, el mejor amigo de Miguel Ángel Granados Chapa, lo cual habla elocuentemente de su estatura moral.