El estado de México posee el doble de población que Jalisco, pero tiene el triple de afiliados al PRI, lo que suena más o menos lógico. Pero que Coahuila, con poco más de tres millones de habitantes que ni siquiera son la quinta parte de la población del estado de México, tenga un tercio de los presuntos priistas que hay en el Edomex, resulta más falso que un billete de tres pesos.

Por supuesto, se puede argüir que tanto la entidad mexiquense como Coahuila siempre han votado mayoritariamente por el tricolor, pero no es el caso de Chihuahua, donde con menos de cuatro millones de habitantes el PRI declara tener casi 456 mil afiliados, pese a que ese partido ya no gobierna la entidad.

Menos verosímil resulta el caso de Puebla, donde tampoco gobierna el PRI, pero dice tener 655 mil afiliados en una población de seis millones 169 mil habitantes, casi un priista por cada diez poblanos, incluyendo a bebés y otros menores de 18 años. Y qué decir de Michoacán, que por ahora tiene gobernador del PRD, pero donde el PRI declara que cuenta con uno de cada diez habitantes. A otro perro con ese hueso.

En la lista de las cinco entidades donde el priismo presume mayor número de afiliados (Edomex, Puebla, Chihuahua, Michoacán y Nuevo León), gobierna la oposición en cuatro, y cualquiera se preguntará qué han hecho los del antes “invencible” para perder teniendo tanta fuerza, sin contar, claro, que en los estados donde todavía tienen el poder los resultados electorales han estado bajo sospecha.

Los anteriores son ejemplos de cómo se las gasta el PRI en cuestión de números, un asunto en el que posee una larga y muy provechosa experiencia, misma que ahora pretenden capitalizar los capos que controlan el aparato del partido y los órganos electorales internos, quienes declaran tener seis millones 764 mil 615 militantes y el INE ingenuamente se lo cree.

Ya el actual gobernador del estado de México reunió a todos sus colegas, quienes se manifestaron en favor de Alejandro Moreno para presidir el partido. La grosera imposición de la candidatura de Alito, al que sus malquerientes llaman Amlito (por algo será), hizo declinar a otro candidato que prometía mayor civilidad: don José Narro Robles. La maniobra originó que Beatriz Pagés Rebollar renunciara a la militancia y alejó a personajes tan prominentes como Francisco Labastida y Manlio Fabio Beltrones.

Ante el escamoteo de cifras verdaderas y, sobre todo, de una elemental democracia interna, todo indica que el PRI se seguirá desfondando y que pronto asistiremos a su funeral.