Si el propósito fundamental del terrorista es infundir terror, entonces el presidente de Estados Unidos de América, Donald John Trump es un terrorista irredimible, amén de ser acusado de racista, xenófobo y “nacionalista blanco” por infinidad de políticos, defensores de Derechos Humanos, abogados, sacerdotes de todos los credos y por la totalidad de inmigrantes sin documentos (mexicanos y centroamericanos y de otras latitudes) que han cruzado la frontera entre México y la Unión Americana para asentarse irregularmente en territorio estadounidense.

Por si alguien ponía en duda que el sucesor de Barack Hussein Obama es un contumaz racista, sus repetidas amenazas de ordenar redadas en contra de los inmigrantes “ilegales” –de México y Centroamérica, específicamente–, lo demuestran cabalmente. Trump es un indefendible terrorista y racista de lo más brutal que juega, cobardemente, con la angustia y el temor de los migrantes, incluyendo mujeres y niños.

El domingo 14 de julio comenzaron las “persecuciones masivas” (“operativos” les llaman los agentes del Servicio de Migración y Aduanas: ICE, sus siglas en inglés), que causaron terror, angustia, miedo –como sucedió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis alemanes perseguían a los judíos europeos para conducirlos a los campos de exterminio en los países invadidos por el antisemita ejército de Adolf Hitler–, pero también ira y resistencia por parte de los perseguidos y de estadounidenses libres y conscientes que no comulgan con el sentimiento racista del actual inquilino de la Casa Blanca.

Sin embargo, aunque las redadas en su primera jornada no cosecharon centenares de detenidos como se preveía, ya habían logrado su principal objetivo: sembrar y avivar el temor entre los emigrantes sin documentos, las personas más vulnerables en los dominios del Tío Sam. El cobarde terrorista Donald Trump había dado uno más de sus  golpes mediáticos. Habrá que ver cómo continúa su ofensiva en contra de los desvalidos que únicamente tratan de superar su miserable condición de emigrantes.

Al concluir la primera jornada dominical de las anunciadas redadas anti-inmigrantes, el mandatario estadounidense por vía de sus “esforzados” agentes del ICE anunció que se prolongarán las persecuciones –peor que una agonía dantesca–, durante otra semana más, con la amenaza de “sacar” del país a miles de familias extranjeras. Mientras el mentiroso mandatario se divertía jugando golf en uno de sus campos, aprovechó un  descanso para enviar el siguiente tuit: “Disculpen, pero no los puedo dejar entrar a nuestro país, ya está lleno”. La prensa informó que en los centros de detención en las diez ciudades donde actuó el Servicio de Migración la situación era desesperante, desbordada, aunque Trump afirmaba todo lo contrario, comparando esos sitios con buenos hoteles. Las redadas se esperaban en Atlanta, Baltimore, Chicago, Denver, Houston, Los Ángeles, Miami, Nueva York y San Francisco. En Nueva Orleans las actividades persecutorias se suspendieron por el arribo del huracán Barry.

Todas estas urbes son consideradas “ciudades santuario” donde las autoridades policiacas no colaboran en los controles migratorios, y varios ayuntamientos incluso fueron más lejos y prometieron ayudar para que las detenciones del Servicio de Migración no tengan éxito.

Por ejemplo, el alcalde neoyorquino Bill de Blasio ha repetido en muchas ocasiones que la Gran Manzana es un santuario firmemente comprometido en preservar la identidad de todos los ciudadanos. Además, emitió directrices a las distintas agencias policiacas para que no cooperen con los agentes del ICE en la operación. Por su parte, la fiscal general del Estado de Nueva York, Letitia James, garantizó en la víspera del inicio de las redadas “Que los inmigrantes sepan que estamos aquí para ayudarles”.

Ya en plena campaña electoral en busca de la reelección, Trump dispuso el inicio de las redadas en un momento de tensión creciente en todo EUA debido a la crítica situación de los migrantes en los centros de detención, abarrotados ante la ola de llegada de centroamericanos que huyen de sus países acosados por la miseria y la violencia. Al respecto, circulan informes oficiales que advierten de la “bomba de relojería” que suponen los centros de detención atestados.

Aunque a la gran mayoría de estadounidenses el hacinamiento de inmigrantes en dichos centros les causa repulsión, Trump tiene otra visión del problema. Por ejemplo, el viernes 12 de julio, en uno de los centros ubicados en McAllen, Texas, el vicepresidente  Mike Pence, acompañado de su grupo de prensa, testificaron las condiciones en que estaban hacinadas alrededor de 400 personas, en una jaula con vallas metálicas sin camas, sin colchones, y servicios sanitarios insuficientes. Como animales. En un gesto inusitado, el vicepresidente Pence declaró: “El presidente Trump quería que las cámaras de televisión estuvieran aquí para que ustedes pudieran ver de primera mano cómo estaban siendo tratadas estas familias”.

Absurdo, pero lejos de querer ocultar estas imágenes, la administración del problemático magnate quiso mostrarlas, casi casi “presumirlas”. En tales circunstancias, para la oposición demócrata son la evidencia del trato inhumano a los inmigrantes sin documentos; para Trump, es la “prueba” de que la situación es crítica y los demócratas deben aceptar un endurecimiento de las leyes migratorias.

Enfebrecido dentro de su ola antiinmigrante, Trump arremete contra todo y contra todos, olvidando que varios de sus blancos han nacido en EUA. El domingo 14, por ejemplo, atacó a cuatro congresistas demócratas de ascendencia extranjera –todas de “color”–,  que se han significado por ser críticas decididas de su gobierno espetándoles que  “vuelvan a sus países de origen”… “cuyos gobiernos son una catástrofe completa y total (sic), los peores, más corruptos e ineptos en cualquier parte del mundo (si es que tienen gobiernos funcionales de algún tipo), ahora ruidosa y viciosamente decirle al pueblo de Estados Unidos, la nación más grandiosa y poderosa sobre la tierra, cómo debería gobernarse”.

Encarrerado en su diatriba, Trump agregó: “¡Por qué no regresan y ayudan a reparar los lugares totalmente rotos e infestados de crimen de donde vienen? Después que regresen y nos enseñen cómo se hace, Esos lugares necesitan su ayuda y mucho…”. Resulta que el lugar de origen de las legisladoras federales a las que el presidente alude es, nada menos, que Estados Unidos de América y que fueron electas para llegar al Congreso por ciudadanos estadounidenses. Tres de las cuatro parlamentarias, además, nacieron en la Unión Americana. Las cuatro congresistas resultaron triunfadoras en los comicios del mes mes de noviembre pasado.

Ellas son: Alexandria Ocasio-Cortez, nacida en Nueva York de padres puertorriqueños (13 de octubre de 1989), del 14º distrito congresional de NY. La más joven en la historia en ocupar su puesto: 29 años de edad.  La afroamericana, Ayana Pressley, nació en Cincinatti y se crió en Chicago, que ha llamado a Trump “el ocupante de la Casa Blanca”, porque “solo ocupa un espacio”. Rashida Tlaib, originaria de Detroit, de padres palestinos. Y, Ihlan Omar, que llegó a la Unión Americana siendo niña procedente de Somalia. Todas ellas ya han contestado a Trump sus ataques. A tan singular grupo de parlamentarias se les conoce como “The squad” (“el escudarón”) por su activismo y sus enfrentamientos con la líder demócrata en la House of Representatives (Cámara de Representantes), Nancy Pelosi, que ha censurado los comentarios “xenófobos” del republicano.

Rashida Tlaib

 

Trump no se refirió a las jóvenes parlamentarias por su nombre, pero es claro que el ataque se dirigía a ellas. Y en tono burlón, aprovechando que Pelosi entró en conflicto con estas jóvenes de la nueva hornada del partido demócrata, agregó: “¡Estoy seguro de que Nancy Pelosi estará encantado de pagarles el viaje!”.

Pelosi, que tampoco tiene pelos en la lengua, replicó con dureza al magnate: “Rechazo los comentarios xenófobos de Trump que buscan dividir a nuestro país, en lugar de atacar a congresistas, debería trabajar con nosotros en una política migratoria que refleje los valores estadounidenses…Cuando Trump dice a cuatro congresistas estadounidenses que se vayan a sus países, reafirma que su plan Hacer América grande de nuevo ha sido siempre Hacer América blanca de nuevo”.

Nancy Pelosi.

Aunque por el momento las redadas no han afectado de fondo a la comunidad Mexicana en la Unión Americana –situación que puede cambiar en cualquier momento; Trump es vitriólico–, es claro que no es suficiente que solo luchemos por los “nuestros” en territorio estadounidense, todos los migrantes son perseguidos. En este sentido, sí entiendo que todos “todos somos hermanos”. Aunque el descendiente de abuelo alemán inquilino casual en la Casa Blanca opine lo contrario. VALE.