El tema de Edipo, su vida, ascendientes, descendientes y tragedia es un tema recurrente en la mitología griega, en particular y en la cultura universal, en general. Reconocía diferentes variantes; frecuentemente contradictorias entre sí y, en muchos sentidos, incongruentes. Es natural que así sucediera. Fue objeto de estudio de un número crecido de autores durante más de mil años, partiendo de Homero y Hesíodo, hasta llegar a Plutarco, Luciano, Clemente de Alejandría y otros.
Para los habitantes de la Grecia clásica, la trama de Edipo estaba muy lejos de ser un mito. Era una realidad. Convivían con quienes eran considerados sus descendientes directos. Píndaro tomaba a Terón, tirano de Acragante o Agrigento (entre los años 480 a 472, antes de la era actual), como un descendiente directo de Layo y Edipo (Olímpica II). También lo había sido Licurgo, el celebre legislador de Esparta.
Existen evidencias arqueológicas de que Tebas, la capital de Beocia, fue destruida y abandonada en el siglo XIII antes de la era actual, lo que coincide con la expedición conocida como de los Epígonos, en la que intervinieron los nietos de Edipo (Katie Demakopulou y Dora Konsola, Archological Museum of Thebas).
El fenicio Cadmo, fundador de Tebas y de su casa reinante, era descendiente directo de Dioses, entre otros de Zeus; su esposa Harmonía fue hija de Ares y Afrodita. Cadmo introdujo el uso del alfabeto en Grecia y, por lo mismo, en Europa.
Los descendientes de Lábdaco, nieto de Cadmo, eran conocidos como Labdacidas e identificados por un lunar en forma de punta de flecha que aparecía en la espalda de los miembros de esa familia; ese lunar era el signo distintivo; lo fue durante más de mil quinientos años. Plutarco, en el siglo segundo de nuestra era, da testimonio de ello: “De los hijos de Pitón de Tisbe, que ha muerto recientemente y a quien se dice emparentado con los Espartos, uno lleva en el cuerpo la señal de una lanza, al reaparecer al cabo de tanto tiempo la marca de familia surgiendo como de un abismo” (Moralia. De la tardanza de la divinidad en castigar, 563, A y B).
Layo, padre de Edipo, siendo muy joven salió desterrado de Tebas, en Beocia; se refugió en la Pisa del Peloponeso, la que dio origen al nombre de la Pisa italiana. Fue acogido por Pélope, rey del lugar. Con el tiempo le pagó mal a su protector; se enamoró de Crisipo, hijo de él; con el pretexto de enseñarle a conducir un carro, lo raptó y lo hizo su amante. A decir de Pisandro (fragmento 10), con ese acto inventó la homosexualidad.
Pélope, padre del muchacho, por haber traicionado la confianza que había depositado en él, maldijo a Layo, le deseó que no tuviera hijos y si, por acaso, los tenía, que fuera muerto por uno de ellos (Aristófanes de Bizancio, argumento a las Fenicias). Hera, la Diosa que vela por la santidad de los matrimonios, censuró la acción de Layo y ratificó la maldición.
Crisipo murió asesinado en los brazos de Layo, su raptor. Para algunos los autores del crimen fueron sus medios hermanos: Atreo y Tiestes (Higinio, Fábulas mitológicas, 85); según otra versión la asesina fue Hipodamía, esposa de Pélope y madre Atreo y Tiestes; ésta asesinó a Crisipo con la propia espada de Layo; lo hizo con el fin de incriminarlo; a pesar de ello, Crisipo, antes de morir, alcanzó a señalar como autora de su muerte a Hipodamía (Plutarco, Obras morales y de costumbres, Moralia, V, 313, E). Existía también la versión de que había sido el propio Crisipo, por vergüenza, quien se había dado muerte (Pisandro, Fragmento 10 Jacoby).
En los dos primeros supuestos, Atreo, Tiestes e Hipodamía, por órdenes de Pélope, salieron desterrados de Pisa.
Hera, para castigar el crimen de Layo, por haber inventado la homosexualidad, envió a Tebas, ciudad de la que se convirtió rey Layo, a la Esfinge; ésta sembró el terror en Beocia.
La trama se complica. Pisandro, en el fragmento citado, afirma: “Layo fue el primero que tuvo ese amor ilícito. Crisipo, por vergüenza, se dio muerte con su espada.” En fin, no existe consenso entre los autores de la antigüedad respecto de la muerte de Crisipo.
Tampoco lo hay respecto del origen de la homosexualidad. Antes de Layo, tanto en el Olimpo como en Creta y en otras partes, existen abundantes testimonio de homosexualidad entre los Dioses, héroes y mortales. Zeus, convertido en águila, raptó a Ganimedes, el más hermoso de los mortales, con el pretexto de hacerlo su copero; se afirmaba que cuando este probaba el vino y le pasaba la copa a Zeus, el Dios tomaba de la copa del mismo sitio en el que el joven había puesto sus labios. La homosexualidad fue común entre los Dioses. Clemente de Alejandría refiere lo siguiente:
“Dionisio, en efecto, anhelaba bajar al Hades, pero ignoraba el camino. Un tal Prósimo prometió decírselo, pero no sin recompensa que no era hermosa, aunque sí, para el dios. La paga que le pedía era el favor del amor. La petición le fue agradable al Dios, y le prometió concedérsela si regresaba. Confirmo su promesa con un juramento.
Una vez informado, se alejó. Regresó de nuevo pero no encontró a Prósimo (pues había muerto). Dionisio ofrece sacrificios expiatorios al amante y se lanza a la tumba lleno de lujuria. Corta una rama de higuera al azar y, dándole la forma de miembro viril, se une a ella, para cumplir la promesa con el muerto.
Como recuerdo misterioso de esta pasión, en la ciudades se dedican falos a Dioniso.” (Protréptico, II, 34, 3 a 5).
En una segunda parte, haré referencia a algo que no es conocido por muchos y que pasó por alto Sófocles en su tragedia Edipo rey: que Layo fue asesinado por su hijo Edipo, por haberse enamorado también de Crisipo; asimismo identificaré el lugar en donde sucedieron los hechos.