Participé con toda emoción en el ameritado programa “Leo… luego existo”, justo en esa agitada mañana donde también escuchamos nítidamente el rumor de los pasos de quienes se dirigían a la marcha contra el régimen actual.

El majestuoso Palacio de Bellas Artes abrió sus puertas de la Sala Manuel M. Ponce, para llevar a cabo, en mi caso, la lectura de saberes y sabores, lo cual tanto agradecí a Andrés Torres, un servidor público lúcido y capaz, que lo dirige desde hace ya varios años. Una convocatoria que me distinguió, pues dieron lectura a textos de mi libro “El color de los sabores”, que también podría titularse “Los sabores del color”.

Obra que en buena medida representa la culminación de una etapa importante de mi vida artística, pues desde niña cultivé el aprecio por los colores y los sabores.

Recuerdo aún esos años de la infancia en mi cálido hogar de Monterrey, de donde surgen imágenes que reproducen el fogón en la cocina y los innumerables preparativos que se realizaban en torno a la elaboración de los platillos, no sólo para las grandes ocasiones, sino en el diario ejercicio del sagrado ritual de la comida.

Desde que era apenas una adolescente aprendí a relacionarme y hasta a intimar con los ingredientes y la habilidad para seleccionarlos en el mercado, además de el cómo y el cuándo combinarlos, sus tiempos de cocción y, desde luego, su mejor presentación a la hora de ofrendarlos en la mesa. Confirmé entonces la importancia que tiene para hacer más apetitosos los alimentos, su atractivo visual.

Déjenme contarles, igualmente, que siendo muy pequeña ya tomaba clases de pintura al aire libre todos los domingos, por cierto con una gran mujer regia y artista: María O’Higgins, esposa de Pablo, el gran muralista, de quien lleva el apellido.

Unir el color y el sabor constituyeron una maravillosa e inevitable obsesión, misma que siempre me he empeñado en trasladar de mi pintura a la cocina, así como he querido inspirarme en las tonalidades de la fruta, los vegetales y los alimentos en general para volcarlos en los lienzos. Colores, sabores y saberes que unidos actúan como si se tratara de una especie de seducción sobre nuestro espíritu y el apuntalamiento de una mayor humanización.

Alejandro, mi maravilloso compañero, dice con generosidad que el libro es toda una tesis doctoral.

Que privilegio entonces haber sido considerada en este programa institucional de excepción, donde se rinde tributo a la lectura, y también mi agradecimiento a quienes presentaron mi libro: Elia Domenzain y Raymundo Capetillo, ambos personajes conocidos y reconocidos en el ámbito de la cultura.

En fin, que así como en esta obra se combinan el color y el sabor, deseo que en la vida cotidiana de todos ustedes queridos lectores exista siempre esa mezcla enriquecedora de géneros, texturas, sensaciones y placeres que se entretejen misteriosamente, sobre todo a la hora de comer.

Concluyo hoy con la convicción de que la lectura, no solo es forma y fondo de nuestra existencia, sino ingrediente esencial para un mejor presente y futuro de la patria misma.

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