En los últimos días hemos testimoniado como los dos más grandes problemas del país, le estallan al actual gobierno; la conducción de la Política Económica y la Inseguridad. Tras el júbilo triunfalista del Zócalo del primero de julio, llegó la resaca y afloraron dos conflictos que para muchos son crisis innegables.

El de la inseguridad que nos agobia comenzó a detonarse con el anuncio en el Campo Marte, del inicio de operaciones de la Guardia Nacional, que confirmó el carácter militar de la nueva corporación, al realizarse en ese escenario, lo cual no es malo en sí mismo, lo reprobable es el empecinamiento de negar su carácter militarizado y aferrarse a que es una institución civil. Lo es también que pese a no estar lista para comenzar a operar, se utilizó el evento para dar por cumplido un compromiso. No olvidemos que la forma es fondo.

Eso en cuanto a la forma, porque de fondo es inaudito que este nuevo organismo responsable de velar por de seguridad pública, hubiese iniciado sus operaciones persiguiendo migrantes en el sureste, en la frontera con Guatemala, cazándolos hasta en los hoteles y cumpliendo en los hechos el papel de una policía migratoria.

El lector debe recordar que tras la reforma constitucional, se emitieron leyes reglamentaria, mismas que fueron impugnadas por la CNDH debido a su inconstitucionalidad. La Guardia Nacional, como es sabido, se integrará por elementos de las policías militares y navales, más los integrantes de la Policía Federal, solo que los primeros accederían sin ningún requisito y los policías federales debían aprobar una batería de pruebas para ser aceptados.

La desigualdad de condiciones generó un explicable conflicto, en buena medida por que faltó comunicación con los  de la PFP respecto de sus prestaciones laborales, antigüedad, salarios y su asimilación. Este amasijo detonó un conflicto y los policías federales se apoderaron de instalaciones estratégicas, cerraron carreteras y vialidades de la Ciudad de México, echando a perder el festejo de la creación de la Guardia Nacional. Lo anterior de suyo grave, lo es más, cuando los índices de homicidios dolosos y otros delitos  crecen y la violencia no cesa.  Hoy en día la inseguridad es para todos el problema más complicado y difícil que enfrenta la   sociedad.

El otro problema que podría convertirse en una crisis mayor, es la conducción de la política económica. La renuncia del Secretario de Hacienda, evidenció que no existe una política pública “sustentada”, que en ese tema tan delicado se incorporaron funcionarios sin capacidad ni experiencia y por si hiciera falta existen conflictos de interés. El texto de renuncia fue lapidario y las entrelineas desnudan al gobierno.

Es cierto que pese a todo y quizás a la pericia del Secretario Urzúa y el reconocimiento que tiene en los circuitos financieros, logró mantener una estabilidad  económica-financiera; monetariamente con fluctuaciones pero sin devaluaciones mayores y control de la inflación, sin embargo, otras variables, comenzaban a descomponerse, como la inyección de gasto público y la inversión no fluía en los montos deseables. Al nuevo secretario de Hacienda, su experiencia y capacidad lo respaldan, para  mejorar la economía el segundo semestre de este primer año.

También es cierto, que el crecimiento económico, se desacelero tanto por factores exógenos, como internos y que es esperable que no lleguemos este año ni al 1 por ciento de crecimiento, pero lo anterior, solo denota un estancamiento casi similar al de las últimos siete lustros. Solo que el nuevo gobierno prometió e incluso el Ejecutivo apostaron a que creceríamos al 2 por ciento o más. Y muchos quisiéramos sinceramente que ganaran la apuesta, pero la terca realidad dirá la última palabra.