Los recientes acontecimientos sobre accidentes fatales provocados por unidades de transporte de carga en la Ciudad de México han despertado la opinión generalizada en el sentido de la urgencia de regularizar la circulación de camiones pesados en la Ciudad de México. Esta pretensión no es nueva y cada que se registra un accidente de este tipo surge esa intención, que ya no puede esperar más. Con esta reordenación se atacarían dos problemas causados por la misma fuente: primero, evitar la muerte de personas, y la segunda mitigar la emisión de gases contaminantes generados por las unidades de ese transporte, cuyo funcionamiento se basa en la utilización de diésel, combustible altamente contaminante con efectos nocivos para la salud pública y el medio ambiente.

Sin embargo, no se trata de satanizar esta industria del transporte de carga, que es necesaria y fundamental para la sustentabilidad de las ciudades, pues a través de ella las empresas se abastecen de materias primas para la elaboración de sus productos; los centros comerciales se aprovisionan de las mercancías suficientes para satisfacer la demanda de cientos de miles de consumidores; cubren el abasto de combustibles e insumos a gran escala en todo lo largo y ancho del territorio nacional. Se trata entonces de regular su tránsito por las vías en que haya probabilidades de que los camiones causen accidentes. Tanto autoridades como concesionarios deben escucharse mutuamente para llegar a un acuerdo.

En este sentido, las autoridades capitalinas han establecido algunos puntos para regularizar la circulación del transporte de carga: evitar  que pasen las unidades por avenidas que puedan ser riesgosas; establecer corredores fijos y horarios de circulación que garanticen la integridad de las personas. Sin embargo, también aducen las autoridades que uno de los problemas que se presentan para ese reordenamiento es que varias de las unidades de ese transporte cuentan con placa federal, por lo que la Ciudad desconoce el número de camiones que circulan en la metrópoli y la mayoría son ostensiblemente contaminantes. “El objetivo es conocer cuántos son, dónde están, sus orígenes y destinos, para hacer logística de distribución y se puedan controlar los horarios […] Hay que trabajar con los transportistas de carga y con los usuarios, por ejemplo las tiendas de autoservicio, pero de que tienen que regularse, tienen que regularse, no puede ser como viene funcionando hasta ahora”, dijo la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.

Por su parte, la Asociación Mexicana de Transporte Intermodal (AMTI) indica que la flota nacional que integra el autotransporte de carga tiene una antigüedad aproximada de 17 años y para renovarla requiere incentivos de financiamiento por parte de la banca comercial y de desarrollo. Con ese apoyo, dice la Asociación, estarían en condiciones de adquirir unidades tecnológicamente avanzadas para cumplir con las normas internacionales sobre emisiones que no perjudiquen el medio ambiente, así como capacitar a sus operadores en técnicas de manejo responsable para evitar accidentes de consecuencias fatales.

Con estos dos puntos de vista como base para iniciar un consenso para regularizar la circulación del transporte de carga en la Ciudad de México, es posible que se llegue a una meta exitosa que salvaguarde la seguridad de los habitantes y proteja al medio ambiente de gases contaminantes de Efecto Invernadero. Pero de que se tiene que regular, no hay ya ninguna duda, sobre todo que ya estamos en la temporada de lluvias extremas que azotan al país en general y en forma particular, la capital que se ve afectada en la movilidad de sus principales vías primarias, por donde también circula el transporte de carga.

Secretario General del Partido Verde Ecologista en la Ciudad de México.