La masacre cometida por un producto del odio promovido por fundamentalistas norteamericanos contra la población latina, y especialmente la mexicana, radicada en Estados Unidos, en esta ocasión representada por el presunto xenófobo Patrick Crusius, originario de Allen, un suburbio de Dallas, es una nueva expresión de que, como dijera el clásico Alan Riding, nuestro país y los vecinos del norte son una de las mayores expresiones de incomprensión entre dos países con tres mil kilómetros de frontera que siguen teniendo unas relaciones tan distantes como tensas.
Dice Carlos Eduardo López Cafaggi en su ensayo publicado en Nexos en septiembre de 2015 lo siguiente:
“…la obra cumbre de Alan Riding nació con el título Distant Neighbors, y su público predestinado era el estadounidense. El autor, brasileño de nacimiento y británico por formación, redactó la obra durante los doce años que pasó en México, primero siendo corresponsal de The Financial Times y The Economist, y los últimos seis como jefe de la oficina del New York Times en el país.
“Durante su estadía, percibió una brecha extraordinaria entre México y su vecino del norte: en apenas kilómetros, se pasaba ‘de riqueza a pobreza, de organización a improvisación, de sabores artificiales a especias picantes’. Al periodista británico no le concernía tanto la desemejanza evidente en cuanto al desarrollo económico, sino las diferencias lingüísticas, religiosas, raciales, filosóficas e históricas que separaban en alma a países contiguos.
“Probablemente en ningún lugar del mundo dos vecinos se entiendan tan poco”, afirma en la justificación de su libro.
Esas condiciones en nuestra relación con el vecino del norte no han cambiado sustancialmente, a través de los años desde que se publicó el ensayo de López Cafaggi.
Es más, recientemente las expresiones de odio hacia México han sido alentadas en los dos años pasados por un discurso agresivamente antimexicano del presidente Donald Trump.
Después de ocurrida la masacre de mexicanos en el Paso, Texas, es necesario cuestionarse si no es tiempo de que el gobierno mexicano pida enérgicamente al mandatario estadounidense que cese de una vez por todas, su discurso de odio hacia los mexicanos.
El reclamo casi generalizado de la ciudadanía debería ser atendido por las autoridades del actual gobierno, toda vez que se han agravado circunstancias como las que mencionaba en Vecinos Distantes Alan Riding.
“Así, pues, Riding consideraba que, debido a temas de migración, flujos petroleros y tendencias izquierdistas, comprender al “vecino distante” se había vuelto cuestión de seguridad nacional para la gran potencia que ya no confiaba en la capacidad del partido hegemónico para mantener la estabilidad en su territorio.
“Por ello, el autor decidió ser ‘traductor de culturas’, más que un reportero, y escribió un manual sobre México para el público norteamericano con la esperanza de que éste pudiera entendernos por primera vez y, así, mejorar las relaciones diplomáticas”.
Hoy, con la virtual extinción del hegemónico PRI, y el ascenso al poder de un gobierno de claras tendencias izquierdistas como lo es Morena, los asertos premonitorios del autor de Vecinos Distantes se han convertido en una realidad.
El reto para el canciller Marcelo Ebrard para solucionar la situación crítica que la matanza de mexicanos en el paso generó en nuestras relaciones diplomáticas con Estados Unidos, es un reto prácticamente formidable.
Hasta el momento, por desgracia Ebrard está en una condición muy cercana a la ser un canciller harto distante para los vecinos del norte.