Sería lamentable confirmar que un poema de José Emilio Pacheco retrate de pies a cabeza al Presidente de México y a parte de su gabinete, ya que al parecer pueden decir: “Ya somos todo aquello/ contra lo que luchamos a los veinte años”.
Y no solo por la recién promulgada Ley Garrote en Tabasco, ni por los recortes indiscriminados de personal en la administración pública o por la perniciosa tendencia a gobernar por memorandos, que recuerda los ya idos tiempos del autoritarismo priista. Sino también por los traspiés en la conducción de la política científica del país.
Ni los ve ni los oye
El presidente López Obrador decidió prescindir de las oficinas de asesores en todas las entidades y dependencias de la administración pública federal, lo cual pudo ser una buena acción ya que esas áreas estaban plagadas, en general, de incondicionales que cobraban sin realizar sus verdaderas funciones. Lo grave es que también ha querido prescindir de voces críticas que señalan errores o marcan posibles rumbos por seguir.
Ahora, como antes Salinas de Gortari, el Presidente ni ve ni oye a quienes no están de acuerdo con sus acciones o proponen otros caminos para lograr el mismo objetivo de transformar al país en uno sin tanta desigualdad, mayor crecimiento económico y desarrollo integral de la población. Pero eso sí, ha señalado que para su asesoría: “mejor escogemos bien al secretario, subsecretario y al director de área y ellos que hagan su trabajo”.
Y allí continúan los problemas, porque no fue acertada la elección de la Directora General del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), porque no está haciendo bien su trabajo. Desde el inicio de sus funciones señaló su intención de cancelar el diseño, desarrollo, evaluación y aprovechamiento de organismos genéticamente modificados, que incluiría a los transgénicos. Actualmente hay una petición en ese sentido de un grupo de personas y grupos desinformados.
Realmente todo empezó con la conformación y aprobación del presupuesto, que redujo los recursos del Conacyt en 12 por ciento. Posteriormente, un memorando presidencial redujo los recursos de los centros públicos de investigación del propio Conacyt; incluso se llegó al absurdo de plantear que los investigadores deberían contar con la aprobación presidencial para viajar al extranjero. Ante las protestas, se retiró esta orden y se adujo que fue un malentendido.
A principios del año, en febrero, circuló un proyecto de nueva Ley de Ciencia y Tecnología que otorgaría al Conacyt el control absoluto de la política científica del gobierno, sin tomar en cuenta a las instituciones que por ley asesoran al gobierno, como el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT). También gracias a la desaprobación mayoritaria de la comunidad científica, se retiró la propuesta, pero la intención de acabar con los órganos de consulta sigue vigente.
El discreto encanto de opinar
Sin asesores o con asesores que le llevan el canto de las sirenas, con dolo o buena voluntad pero mala información, el Presidente lanza temerariamente afirmaciones que solo aplauden sus incondicionales. En días pasados arremetió contra los científicos a quienes (sin morderse la lengua) denunció que opinan de todo, que son todólogos que no salen de sus oficinas, que no se enteran de la realidad nacional.
Lo que evidenció fue su total ignorancia de la actividad científica, ya que el trabajo científico se realiza dentro de laboratorios que deben estar bien equipados, pero también algunas ramas de la biología, la geología, la arqueología, la genética evolutiva, la física experimental, la bacteriología, la química y otras más, requieren necesariamente del trabajo de campo, donde se tiene contacto con comunidades rurales y urbanas. Y eso sin hablar de los científicos sociales que per se están en estrecho relación con los diferentes integrantes de la sociedad.
Por supuesto que al descalificar a los investigadores científicos, implícitamente justifica el recorte al presupuesto de ciencia y tecnología y, en cierto sentido, avala la intención de desaparecer al FCCyT, al que pretenden asfixiar por medio de la restricción presupuestal, aunque por ley el Conacyt debe proveerlo de esos recursos. La embestida es muy fuerte y directa al corazón de la comunidad científica, de aquellos que sí están capacitados para proporcionarle una asesoría fundamentada al Presidente de México.
Al paso que vamos, sería muy triste e indignante enterarnos de que otro poema de José Emilio Pacheco es la profecía cumplida: “A los veinte años nos dijeron: ‘Hay/ Que sacrificarse por el Mañana’/ Y ofrendamos la vida en el altar/ Del dios que nunca llega/ Me gustaría encontrarme ya al final/ Con los viejos maestros de aquel tiempo/ Tendrían que decirme si de verdad/ Todo este horror de ahora era el Mañana”.
@RenAnaya2
f/René Anaya Periodista Científico
