Existe un viejo refrán ranchero que aconseja no estar mirando hacia atrás cuando se está arando. Lo mismo se trate de faenar a la vieja usanza, con una yunta de bueyes, que en un moderno tractor, ahora hasta equipados con música y clima, uno tiene que ver hacia adelante para que las líneas de arado queden tan derechas como debe ser.

Este antiguo dicho tiene validez para casi todos los aspectos de la vida. En el amor, en la vida profesional y en los negocios. Pues lo mismo sucede en la política. Hay tres formas básicas de pensar por parte de los individuos, de los partidos y de las naciones. Vamos primero con estas.

Hay pueblos que piensan más en su pasado que en su presente y en su futuro. Esto no quiere decir que eso sea malo y que nunca veamos lo que nos ha sucedido. De la experiencia, buena y mala, se obtienen valiosos datos para obrar en el presente y en el futuro. Por eso ver nada más hacia adelante no es tan recomendable, sino otear hacia todos lados.

Sin embargo, hay otros países que, al contrario de los primeros, sólo sueñan con el futuro, olvidándose del pasado y del presente. Piensan que todo lo mejor está por venir. Es bueno que sean optimistas siempre y cuando ello no se convierta en simple ilusión.

Existen algunas naciones, como Inglaterra e Italia, que guardan su ideal nacional en lo que fueron. Se regocijan más con su pasado que con su presente o con su futuro. De manera ineludible casi siempre piensan en el Imperio Romano y en el Victoriano. No pueden olvidar que le dieron al mundo occidental desde su lengua hasta su visión de la vida.

Hay otras que, por el contrario, tienen un mayor disfrute con un ideal del porvenir que con lo que son o lo que han sido. La plenitud la encuentran en una grandeza nacional que todavía no llega. Entre ellas, me refiero a Francia y a Alemania.

Por último, hay algunas cuyo ideal se encuentra en lo que son en el presente, más allá de lo que sueñen para el porvenir o de lo que recuerden de su devenir. Aquí anoto a España y a los Estados Unidos, muy complacidos con su ser actual y no tan solo con lo que recuerdan ni con lo que esperan. Su supremo ideal consiste en lo que ya son y no en lo que fueron ni en lo que serán.

Así, también sucede con los partidos políticos. Unos viven pensando en lo que fueron e hicieron durante setenta años, como el PRI. Otros, en lo que van a hacer si los dejan gobernar durante otras siete décadas, como Morena. De nuevo se aparece el necesario equilibrio entre la mirada prospectiva y la visión retrospectiva.

Ahora vamos con las personas, en lo individual. Muchos viven pensando no sólo en su pasado sino, incluso, en lo que creen que fue su pasado. Es por eso que muchos ex gobernantes, incluso ex presidentes, nos platican sus mentiras con una absoluta falta de memoria. Piensan que somos extranjeros tontos a los que nos pueden inventar sus historietas de éxito y de alteza, olvidándose que nosotros mismos fuimos testigos directos o hasta protagonistas de cuando se equivocaron, de cuando se acobardaron o cuando fracasaron.

La política, así como la vida misma, nos obliga a poseer una mirada giroscópica. Que nos permita ver nuestros recientes 50 años con la misma nitidez que ver nuestros futuros 50 años. Saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Tener una noción exacta de lo que fuimos, de lo que somos y de los que seremos.

No sólo ver nuestro espejo sino, también repasar nuestras antiguas fotografías y, de paso, utilizar esas nuevas aplicaciones que nos permiten imaginar cómo seremos en el porvenir.

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