Transcurrida más de la mitad del presente año, resulta curioso que sea hasta ahora cuando se alzan voces que pide disminuir las prerrogativas de los partidos políticos, que en este 2019 entre el financiamiento federal y estatal recibirán cerca de diez mil millones de pesos.

Por supuesto, es exagerado y hasta ofensivo que los partidos reciban esa millonada del erario, sobre todo en un año sin comicios federales. Pero han sido los mismos beneficiarios quienes han venido aprobando los aumentos en el Congreso de la Unión. Al recibir esas millonadas, los dirigentes de cada formación política suelen gastar en ciertos lujos, como alquiler de aviones, viajes en primera clase, adquisición de vehículos costosísimos, gastos de representación, ayudantes, guaruras y por supuesto sueldazos que llegan a rebasar los 150 mil pesos mensuales, como ocurre en el PAN.

Hay sobradas razones para poner coto al dispendio, sobre todo en un país donde la mayoría de las familias sobrevive con ocho mil pesos mensuales o menos, pero resulta por lo menos ingenuo esperar que los partidos renuncien voluntariamente a sus prerrogativas.

No deja de ser extraño que Morena promueva el recorte de los dineros públicos que reciben los partidos (la inefable Yeidckol propone reducir en 75 por ciento las prerrogativas), pero no debiera sorprender a nadie, pues ahora, ya en el poder, dispone de diversos canales para allegarse fondos. Sin embargo, al promover el recorte a las prerrogativas de ley, olvida que fue la izquierda la que promovió la entrega legal, reglamentada y transparente de fondos a las organizaciones políticas, pues antes todo era para el PRI y algunas migajas eran para sus comparsas.

No sobra recordar que el gobierno y los priistas aceptaron a regañadientes el establecimiento de las prerrogativas legales, pero incluyeron en la ley que al mismo tiempo se aceptara el financiamiento de particulares, lo que abrió a la plutocracia, el narco y otros poderes fácticos la posibilidad de intervenir y hasta decidir el resultado de los procesos electorales.

Pese a lo anterior, ahora hay quien propone cancelar el flujo de dinero público hacia los partidos para dejar todo en manos de particulares, como lo dijo un capitoste de Acción Nacional. Desde luego, de esa manera se favorecería a los partidos que trabajan en favor del capital a la vez que dejaría en la indefensión a las organizaciones de izquierda y a los partidos pequeños. No hace falta decir que tal cosa sería letal para nuestra pálida democracia. ¡Cuidado!