“Volver a los diecisiete,
después de vivir un siglo…”

Violeta Parra

 

El 10 de junio de 1997, el autoritarismo se apropió del campus de la Ciudad Universitaria al momento en que los organizadores de un concierto conmemorativo del “Jueves de Corpus”, recibieron como respuesta de Rectoría su fulminante expulsión, entregada muy de mañana en la casa de cada uno de ellos.

A partir de ese momento, las libertades culturales expresadas en “las islas” o la explanada del edificio de Rectoría fueron abolidas a pesar, o tal vez como consecuencia, de la imparable marea democrática que estallaba en la capital de la República para consolidar la Reforma Política que facilitó el triunfo del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas como primer Jefe de Gobierno electo del Distrito Federal.

Tuvieron que transcurrir 22 años para que la Canción Urbana volviese por sus fueros a los amplios espacios arbolados de la Ciudad Universitaria, reinstauración del espíritu emancipador que fraguó en 1968 un movimiento con una importante impronta cultural que formó generaciones y militancias internacionalistas, forjadas por los acordes de los grandes cantautores iberoamericanos, cuyos versos y composiciones desde entonces nos hermanan en torno a sueños de libertad y justicia.

Gracias a la excelente colaboración propiciada por un gobierno capitalino encabezado por la Dra. Claudia Sheinbaum, académica de nuestra máxima Casa de Estudios, y por una Rectoría sensible a los aires democráticos que hoy  campean por nuestra capital, este 27 de julio pudimos llevar a cabo el Gran Festival de la Trova y la Música urbana “Cantares”, en el que participaron  la y los trovadores mexicanos Leticia Servín, Óscar Chávez y Fernando Delgadillo, así como las y los chilenos Isabel y Tita Parra e Inti Illimani, quienes junto al brasileño Caetano Veloso y sus hijos Moreno, Zeca y Tom Veloso, removieron profundos recuerdos militantes, que en una jornada soleada permitieron confraternizar  sus mensajes musicales con las más de 20 mil personas que nos acompañaron desde el mediodía.

En dicho concierto se reconoció a Oscar Chávez, “Caifán Mayor”, como Patrimonio Cultural Vivo de la Ciudad de México, galardón otorgado por el gobierno de la Ciudad en virtud del innegable aporte formativo que el cantautor e investigador musical ha brindado a generaciones de capitalinos.

Concebido como un gran homenaje a los intérpretes vivos más significativos de estos géneros musicales, la presencia de grandes figuras desaparecidas como Zitarrosa, Violeta Parra, Víctor Jara, Mercedes Sosa, también tuvo lugar a través de una cuidadosa curaduría filmográfica que complementó esta gran fiesta musical con causa social.

Canciones arraigadas hasta el tuétano de muchos de los asistentes, como “Arriba quemando el sol”, o “El pueblo unido”, materializaron a la gran Violeta y ello hermosamente nos permitió “volver a los diecisiete, después de vivir un siglo”, y “descifrar signos, sin ser sabio competente”…