Sin pretender dar cátedra histórica, queremos abordar la bendita aparición del Chile en Nogada y su envolvente social, e incluso hasta rendirle un homenaje a ese platillo que sin duda es el máximo exponente de mexicanidad culinaria, no sólo porque ostenta las tonalidades de la enseña patria, sino por su afortunada invención en los prometedores tiempos de la consumación de nuestra Independencia Nacional

Por supuesto, reconocemos la realeza y mexicanidad del Mole en nuestro devenir gastronómico, que por cierto, se cuece aparte. Pero sin falsas competencias nos proponemos ahora disertar sobre el Trigarante Chile en Nogada, de su pasado y presente, aunque también desmenuzar posibles profecías del futuro.

Esa es nuestra verdadera intención y por ello creemos que una visión integral favorece el contenido del libro. Conjuntamos así algunos episodios históricos y los valores culturales de la época o envolventes (¿Ingredientes?) En la confección y deslumbrante aparición de tal delicia sobre la mesa de los mexicanos.

Nos referimos de paso al mundo virreinal, la cruzada insurgente, sus vicisitudes, el imperio de Iturbide, anécdotas, estilos de la época, la alquimia conventual y los grandes hallazgos del recetario, en turno al refinado platillo que generó la prodiga cultura poblana.

En todo caso, queremos probar la gloriosa vinculación del mestizaje, el barroco, la gastronomía y su identidad histórica.

Sólo así podemos explicarnos y concebir la condición celestial y trigarante de los Chiles en Nogada.

La turbulencia de aquellos tiempos parecía entrar en un forzoso y por tanto frágil reposo. Apenas habían acallado los estruendos de los cañones de una guerra de más de diez años, entre insurgentes con sueños de república frente a las pretensiones de los monárquicos de Iturbide.

Convulsión histórica llena de crueldad, muerte, escasez y traición, que se detuvo cuando Vicente Guerrero, reducto de la insurgencia, aceptó tras de algunos desistimientos previos, la iniciativa de Agustín de Iturbide para dialogar y poner las bases de una nación independiente con el tratado de Córdoba y luego con la firma del Plan de Iguala.

Poco tiempo después las artimañas y desmedida ambición de quien fuera el comandante del ejército realista que ya peleaba en defensa del Imperio Español, tornó hacia un reino propio y fue coronado emperador de México.

Habían quedado atrás los años de combate sin interrupción de este criollo que nace en Valladolid, tras un parto tan complicado que su madre le bautiza con ese nombre, agradecida con el sacerdote agustino que la asistió en esos difíciles momentos.

Nadie con el tiempo sospecharía que por llamarse Agustín y de acuerdo al santoral la fecha se ubicaba el 27 de agosto, temporada en que se obtenían cosechas de diversos productos del campo, básicas en la preparación de un platillo que como ningún otro es representativo de México y no sólo por contener los colores de la bandera, sino porque al menos en aquella época algunos de los ingredientes básicos del Chile en Nogada se originaban y producía sólo en las tierras fértiles de Puebla.

Una época que deslizaba sus años en el barroco y en la que había cuajado en buena medida el mestizaje. Tiempos que se fueron concatenando  para que surgiera ese milagro de la cocina poblana.

Aún más, algunos historiadores  registran que estando juntos Guerrero e Iturbide, en esa casona donde se reunieron y dialogaron previamente para establecer la paz y pudiera consumarse la Independencia, se preguntaban cuáles serían los colores de la bandera trigarante y la duda al parecer se resolvió en el momento que vio una espléndida sandía partida a la mitad con su tricotomía evidente.

Más allá del tono anecdótico, lo cierto es que ya se usaban y asociaban ciertos colores en estandartes y banderas, aunque por lo general aisladamente, como el verde significando unión, la religión  el rojo y el blanco de la independencia.

Vendrían luego otra vez las confrontaciones y el triunfo de los republicanos que cercenaron para siempre la demencia de instaurar una monarquía en México, cuando se había padecido por siglos la carga de un imperio con todo su despotismo, saqueo y esclavitud. De hecho, los conservadores aconsejan a Iturbide pactar  con el ejército insurgente, para terminar con la guerra, pero ambicionando en sus ocultas intensiones la toma de poder absoluto como se comprobó después con sus desconocimiento y traición a la aspiración de convertir a México en una República.

Tras su exilio en Italia e Inglaterra, Iturbide comete regresar al país, alterando el error fatal del pacto que había asumido con el bando insurgente, y es fusilado al desembarcar en el litoral Tamaulipeco.

Seguramente el comandante realista convertido luego en convenenciero héroe insurgente y finalmente efímero y arrumbado monarca, pensó antes de morir, como suele ocurrir en los humanos, tanto en los errores cometidos, culpas, excesos y también aciertos y días de gloria como emperador, incluyendo su triunfal arrolladora  y tumultuaria entrada a la Ciudad de México, montando a caballo con lujo, seguido de un ejército de más de 20,000 hombres.  Pero quizá igual tuvo en mente aquel onomástico donde comprobó las delicias incomparables del Chile en Nogada, que a fin de cuentas se inscribe favorable y casi unánimemente, en los días de esas gestas históricas y patrióticas.

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