Hace unos días, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que el pueblo mexicano es “feliz, feliz, feliz”. La contundente afirmación pasó por alto las bajas percepciones de tres de cada cinco trabajadores, el inmenso ejército de desempleados o la incertidumbre que conlleva cada cambio de régimen, como este que estamos viviendo.

Pero, ¿De verás somos tan felices como afirma Ya Saben Quién? Algunos datos marchan en sentido contrario. Según la Encuesta Nacional de los Hogares levantada en 2018 por el INEGI, diez y medio millones de personas mayores de siete años declararon que viven en una perpetua preocupación y más de ocho millones experimentan neviosismo o preocupación por lo menos una vez a la semana.

Más contraria a la afirmación presidencial es que casi la tercera parte de los mayores de siete años pasa por estados depresivos, 13.4 de ellos son de sexo masculino y casi 20 millones pertenecen al género femenino. De los 33.3 millones de mexicanos y mexicanas, cerca de seis millones aceptaron haber han sufrido una depresión profunda.

Se dirá que es común atravesar por un estado depresivo, pues lo puede causar el deceso o la enfermedad de un ser querido, la pérdida del empleo, la insuficiencia del ingreso, la propia incapacidad para realizar ciertas tareas, una decepción amorosa o un fracaso de cualquier índole. Sí, pero la depresión es un demonio que se retroalimenta y suele arrastrar a las personas a problemas mayores.

Una de las más terribles consecuencias de la depresión es el suicidio que, contra lo que pudiera pensarse, tiene entre sus principales víctimas a los jóvenes entre 20 y 24 años, a los que siguen los del rango de edad entre 15 y 19 años. A partir de los 25 años la tendencia tiende a disminuir y entre los 40 y los cincuenta la cifra es en promedio la mitad que alcanza entre los veinteañeros.

La incidencia del suicidio entre los chamacos de 10 a 14 años es de menos de la cuarta parte de quienes andan entre los 15 y los 30 años, pero no deja de ser preocupante, pues se trata de seres a los que suponemos movidos por sueños de grandeza o por lo menos de superación.

Por estado, la mayor cantidad de suicidios ocurre en Chihuahua (10.7 en 2017), una entidad que está entre las más prósperas, mientras que el sufrido estado de Guerrero es el de menos incidencia (1.9 en el mismo año), muy lejos del promedio nacional (5.2). ¿Será que la pobreza da razones para luchar por la vida? Quién sabe. Lo cierto es que el pueblo mexicano está lejos de ser “feliz, feliz, feliz”.