Todas las naciones, para construir su unidad y la solidaridad de sus habitantes, recurren a generar éticas y hazañas que reflejan el desarrollo de su historia y, por sus características, los podemos denominar como mitos fundacionales.

México no es la excepción, las fiestas patrias que celebran la Independencia de nuestro país, en realidad se refieren al inicio de una Independencia fracasada, pues, el levantamiento popular de Miguel Hidalgo y la visión inteligente de José María Morelos quedaron prácticamente derrotadas por las “fuerzas realistas” de ese tiempo.

La Independencia de México en realidad se decidió en un pacto que llamamos el “Plan de Iguala” en donde el realista Agustín de Iturbide llega a acuerdos con Vicente Guerrero, con el apoyo del Clero –que veía perder sus intereses y prebendas con la vigencia de Las Cortes de Cádiz—, tiempo después de que Fernando VII fuera liberado de la guerra napoleónica. Esta intriga palaciega se urdió en la “Iglesia de la Profesa” y el cerebro conductor fue el canónico Matías Monteagudo, del que poco se habla.

Fue un movimiento de protección a intereses, pero también es el origen real de nuestra Independencia, que se va a consagrar a plenitud en la Constitución de 1824, en la que adoptamos el sistema federal, democrático y libertario.

En la Conquista fueron las tribus sojuzgadas por el Imperio Azteca, las que realmente realizaron los triunfos del ejército de Hernán Cortés, que se apoyó en la inteligente estratega, madre de la nación, que fue doña Marina, que popularmente conocemos como “La Malinche”.

La aparición de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac también fue un acto de gran unión nacional que, hasta hoy, permite la solidaridad más allá de la religión, con esta figura mítica, extraordinaria, adorada y reverenciada, se consolida el principio de la nacionalidad.

La fecha del 15 de septiembre la estableció Porfirio Díaz por ser su cumpleaños, la realidad es que el crisol de nuestra nacionalidad se nutre de todos esos mitos extraordinarios, que permiten nuestra solidaridad colectiva. Por eso, el pasado 15 de septiembre el presidente López Obrador –como todos sus antecesores– lanzó “Vivas” de diferente carácter, pero todas llenas de simbolismo y, porque no decirlo, de patriotismo, que tanto necesitamos en estas horas aciagas en que el Imperio yanqui nos impone –desde los caprichos y ocurrencias del señor Trump– políticas de dominio.

En este acto colectivo habrá que reconocer que la figura del presidente, estemos de acuerdo con el o no, sigue manteniendo altos índices de popularidad y liderazgo, así lo demuestran las expresiones de la multitud repitiendo, como un mantra “no estás sólo”.

Nuestras diferencias internas debemos resolverlas entre nosotros los mexicanos y, más allá de nuestros choques ideológicos y nuestras diferencias de criterios, debe permanecer como un punto central de nuestra vida pública el reconocimiento a nuestros héroes, a nuestra historia y a nuestros mitos.