El Estado, todo Estado, educa en las escuelas, pero también mediante la recta aplicación de la ley. De poco sirve llamar a la delincuencia a que se porte bien si la autoridad renuncia a los métodos de coerción que le permite la norma.

Cualquiera sabe que incurre en falta y aun en delito si le falta al respeto a las mujeres, pero aún así muchos atacan a las mujeres, de palabra o de hecho, porque en la subcultura de la violencia parece normal ese comportamiento. La ineficacia de policías, agentes del Ministerio Público y juzgadores estimula la trasgresión en tanto que sólo por excepción se castiga al culpable.

En ese contexto, resulta plausible que el gobierno de la ciudad de México, encabezado por una mujer, se proponga un conjunto de acciones y procedimientos para combatir las agresiones contra personas del sexo femenino.

Por lo pronto, se procederá a mejorar la iluminación de los espacios públicos y se capacitará al personal del gobierno para que preste atención pronta, oportuna y respetuosa a las agredidas, dentro o fuera de sus hogares, lo que requerirá de una intensa campaña dentro de los cuerpos policiacos y el personal de las agencias del Ministerio Público.

Se fortalecerán las llamadas Lunas, lugares donde se atiende a las féminas agredidas, se propone crear un banco de ADN para registrar e identificar a agresores sexuales –¿Por qué no a todo delincuente?–, se creará un botón de auxilio para las que tengan teléfono celular, se instalarán más cámaras en lugares públicos y se realizarán campañas “de comunicación”, que esperamos sean de educación y reeducación.

En lo que se refiere al transporte público (Metro, Metrobús y taxis en sus diversas modalidades), suponemos que se intensificará la vigilancia, aunque en el metro se insistirá destinar vagones sólo a las mujeres, una medida que no educa ni escarmienta a los atacantes. Sería mucho más eficaz capacitar a las mujeres policías en artes marciales y manejo de armas e introducirlas en el transporte público con ropa “provocativa”, con lo cual los agresores se llevarían una sorpresa de la que sólo se repondrían ya en la cárcel.

Por último, una precisión necesaria: Claudia Sheinbaum habló de que podía errar una palabra, lo que se refería a que calificó de provocación lo ocurrido en el curso de la manifestación feminista de hace unas semanas. Pero no erró, aquello fue una provocación de quienes pintarrajearon muros y monumentos e incluso agredieron a las propias manifestantes para, de esa manera, desprestigiar a quienes exigen respeto para las mujeres.