El óleo, el guache o la acuarela y, por supuesto, el grabado, eran técnicas practicadas por Toledo. Le obsesionaban los animales, en especial los bichos, los insectos. Pintó conejos, grillos, montones de grillos, caracoles, iguanas, hormigas, langostas, murciélagos, gatos. Un burro, o al menos uno al que le veo cara de burro, me recuerda a Picasso. No sólo pintó su Insectario, también la zoología fantástica de Borges. Ramón Xirau, lo que sea de cada quien, le atinó al calificar su arte de naturalismo mágico. Le obsesionaba su rostro y los falos, incluido el suyo. No es similar a la coprofilia, pero vecina, otra parte de su obra. Su arte tiende al juego y, por lo mismo, a lo ritual, lo sagrado. Su pintura tiene humor que alcanza el sarcasmo. Era desafiante, insolente. Huraño.
Representa lo que alguien llama culturas híbridas: el injerto de la alta cultura y la cultura popular. García Canclini, sin embargo, a veces no distingue el arte popular del de masas, Toledo no, se va más por el lado de la artesanía o, en sentido estricto, del arte popular. Su última muestra en Coyoacán, es el mejor ejemplo, ahí mostró de paso que trabajaba con todos los materiales y varias técnicas artesanales.
Natalia Toledo Paz, una de sus hijas, lo acompañó en la lucha por la diversidad cultural de México y, sobre todo, en la defensa de las lenguas de Oaxaca, no solo el zapoteco y una de sus variantes el juchiteco, también otras de Oaxaca. Del taller literario de Natalia surge Irma Pineda Santiago, poetisa, ensayista y traductora, que fue electa para representar la voz de los pueblos indígenas de Latinoamérica y del Caribe en la ONU en 2019. Natalia es hija de Olga de Paz, a quien en uno de sus poemas se identifica como “tejedora de hamacas”. Con el magnavoz de su fama, Toledo difundió que la SEP enviaba maestros indígenas bilingües a donde había una plaza, pero a zonas ajenas a la lengua que dominaban. Una de sus últimas actividades fue realizar libros didácticos para niños indígenas. (Todo esto se reseñó en el suplemento en línea de nuestra revista Siempre).
Elisa Ramírez (Castañeda), hija del psicoanalista Santiago Ramírez, quien escribió El mexicano: psicología de sus motivaciones, iba a la revista Punto Crítico y soltaba a gatear al artista que conocemos ahora como el Dr. Lakra, hijo de Toledo y de ella. Nunca me atreví a decirles que algún compañero podría atropellar al niño al encontrar tan pequeño e imprevisto obstáculo. Santiago Ramírez Castañeda escribió con Toledo y Roberto Escudero Ajuste de cuentas. Elisa Ramírez es poetisa y traductora de otros idiomas, además del zapoteco. Por su versión del poeta Mark Strand recibió un reconocimiento del Concurso Alfonso X, dedicado a la traducción. Sin embargo, traduce, sobre todo, del mixe, otomí, tzeltal, mixteco, náhuatl y maya, pero su fuerte es la narrativa oral en esas lenguas. Los poemas de ambas escritoras, Elisa Ramírez y Natalia Paz Toledo, pueden leerse en línea.
Toledo consideraba que la época de mayor esplendor fue la del muralismo y no desdeñaba el “mensaje” de Siqueiros, Rivera u Orozco. Admiraba igualmente al Taller de Gráfica Popular en sus inicios y, sin duda, a la Escuela Mexicana de Pintura. Sus preferencias, sin embargo, eran regionalistas: Rufino Tamayo y Andrés Henestrosa.
Toledo defendió el maíz criollo y luchó a brazo partido contra los transgénicos. Su voz no se apagó, pero se detuvo el 5 de septiembre de 2019, nos quedan, por fortuna, Armando Bartra y Cristina Barros Valero, porque “sin maíz, no hay país”.
