El obispo de Baja California Sur, no importa el nombre, –es uno de tantos, por lo mismo da igual saberlo o no–, ha amenazado con excomulgar a los diputados locales que voten a favor de despenalizar el aborto. Si fuera un ciudadano común y corriente, todos estaríamos de acuerdo en que al hacerlo está en su derecho. En el caso concreto el amenazador no lo está, una norma de naturaleza fundamental se lo prohíbe (art. 130). No es mentira. Ese precepto, en su parte relativa, dispone:
“e) Los ministros no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna. Tampoco podrán en reunión pública, en acto de culto o de propaganda religiosa, ni en publicaciones de carácter religioso, oponerse a las leyes del país o a sus instituciones, ni agraviar, de cualquier forma, los símbolos patrios”.
Él y otros curas, obispos o no, regulares o diocesanos, pederastas u homosexuales, podrían decir que ese precepto es letra muerta. Esto fue cierto en el pasado reciente, con los gobiernos panistas y priistas; pudiera no serlo en tiempos de la Cuarta Transformación, que dice inspirarse, entre otros, en el pensamiento y la acción del Presidente Juárez. En la actualidad más de uno está temblando: la ley se está aplicando sin distinción.
El presidente Juárez, que inspira a la actual administración pública y que consolidó la separación de lo secular y lo religioso, no se hubiera detenido en proceder en contra de ese obispo violador de la Ley. Es sabido que muchos obispos e, incluso, arzobispos, fueron desterrados por oponerse a las leyes de la república.
Lo pertinente es no tomar en cuenta al obispo para que no se haga el mártir; como está sujeto a un superior, habría que hablar con éste para que lo ponga en su lugar. No sería el primero. Hace algunos años el arzobispo de Chihuahua que se estaba poniendo bronco, fue llamado al orden; a pesar de ser mayor de edad, no volvió a abrir la boca.
El obispo y sus seguidores equiparan el aborto a un homicidio calificado y, como tal, demandan penas ejemplares. Es una afirmación muy grave y, por ello, me abstengo de opinar; me limito a reconocer que son muchas las mujeres, de la alta y de la baja sociedad, que por sí o con la ayuda de médicos y enfermeras, lo practican. No lo hacen por gusto o por entrar a la moda. Tienen sus razones, muy válidas, por cierto: una mujer violada no tiene porque cargar toda su vida con el producto de la humillación de que fue víctima.
El que en la actualidad sea delito no ha impedido la práctica, simplemente ha encarecido el servicio y expuesto a las mujeres que lo sufren a mayores riesgos. Las cárceles se llenarían si se tuviera que proceder contra las infractoras, tal como lo propone el obispo.
Como se ha reconocido en una colaboración anterior, legislar sobre la despenalización del aborto es materia netamente local, por ello los legisladores del Estado de Baja California Sur gozan de facultades para hacerlo. No necesitan la autorización del obispo.
Los ministros evangélicos menos tontos, pero igual de activos, se han limitado a salir a la calle a oponerse a la despenalización. Hasta ahora no han amenazado con excomulgar. De lo que tengo noticias, esta no es una arma de la que ellos hayan echado mano.
En cuanto a la excomunión y a lo que ella, en teoría implica: las llamas del infierno, a nadie deben preocuparle; como van las cosas, así como en un pasado reciente el Vaticano declaró desaparecido el limbo, no sería remoto que, en uso del supuesto derecho a atar y desatar que tiene, en una de esas y también lo declare desaparecido. Finalmente su existencia no aparece en el Antiguo Testamento; según éste los muertos bajaban al Seol para reunirse con sus ancestros y ya.
La idea de otra vida después de la muerte, del infierno, como lugar de castigo y del cielo, como lugar de premio, fue tomada del pensamiento griego. Aparece, en forma incipiente, en los profetas tardíos; supieron de ella al conocer, durante el destierro en Babilonia, el pensamiento helenístico. En los primeros años de la era actual tomó carta de naturalización en el pensamiento cristiano. El purgatorio fue invento de la iglesia católica. No tiene sustento bíblico.
Respecto a las excomuniones pudiera pasar lo que refiere Maquiavelo que sucedió en los estados italianos en los tiempos que precedieron al Renacimiento:
“Por ello el papa Bonifacio, que bien sabía todo esto, se empeñó en acabar con los Colonna y, además de excomulgarlos, promulgó una cruzada contra ellos. Todo esto, si bien a ellos les hizo daño, hizo daño aún mayor a la Iglesia, porque aquel arma que tan eficazmente había obrado en pro de la fe, cuando se empleó contra los cristianos por ambiciones propias, comenzó a no cortar. De esa manera, el excesivo deseo de desahogar su propia ambición hacía que los pontífices poco a poco se vieran desarmados.” (Historia de Florencia, libro primero, cap. XXV, Ediciones Alfaguara, Madrid, 1978, p. 61).
Las excomuniones ya no espantan; pasaron de moda; cayeron en desuso. Occidente día a día se hace agnóstico. El más allá no es una de las preocupaciones del mundo moderno.
El periodista Frédéric Martel, en su obra Sodoma, poder y escándalo en el Vaticano, respecto a Francia, la llamada hermana mayor de la iglesia católica, afirma: “…el número de bodas y bautizos ha bajado en picado y el número de católicos <<practicantes regulares>> se ha vuelto marginal (entre un 2 y un 4 por ciento de la población, frente al 25 por ciento en 1960.” (pag. 425).
Respecto de España afirma “la crisis de vocaciones es tremenda y el número de fieles disminuye (menos del 12 por ciento de los españoles son todavía practicantes según los demógrafos) las iglesias se vacían y los numerosos escándalos de abusos sexuales gangrenan el episcopado. El catolicismo declina peligrosamente en uno de los países del mundo donde fue más influyente” (pag. 414).
En Brasil, un país que en el pasado se distinguió por su catolicismo, hay más de cincuenta millones de reformados o evangélicos. En Chile, debido a los múltiples casos de pederastia clerical, la iglesia católica se halla en una profunda crisis.
En México, aunque el gran parte de la población está censada como católica, lo cierto es que si al hacer el censo se preguntara si es practicante, con toda seguridad los niveles bajarían a menos del 30 por ciento de la población, salvo en los reductos cristeros: Guanajuato, Aguascalientes, Michoacán y Zacatecas. A Jalisco, con eso de la iglesia de la Luz del Mundo, habría que ubicarlo en una posición intermedia. Los pederastas monseñores Marcial Maciel, Luis Fletes Santana y el cardenal en retiro Norberto Rivera Carrera, que los protegió, tienen gran parte de la culpa.
En ese contexto, es de dudarse del poder disuasorio de las excomuniones.
Los superiores de ese obispo deben ponerlo a hacer algo, por ejemplo: ordenarle se dedique a prevenir, dentro de su diócesis, casos de pederastia o a investigar y castigar a los curas que hubieren incurrido en ese delito. Con eso haría lo suficiente. Se lo agradecerán sus feligreses y el público en general.