Afortunadamente todos los indicios que tienen que ver con la sucesión de la Rectoría de la UNAM nos señalan –sin lugar a dudas– que la junta de gobierno, en su decisión final, aprobará la reelección del Rector Enrique Graue Wiechers.

Es trascendente esta decisión porque los valores y principios que sustentan la libertad de cátedra y de enseñanza, sean respectados y, desde luego, la autonomía universitaria que la Constitución en su artículo 3ro, párrafo VII reconoce para aquellas universidades públicas cuya Ley Orgánica así lo haya determinado.

El valor de la autonomía es fundamental para el proceso y desarrollo de la enseñanza superior, pues, permite la libertad de construir programas de investigación científica y tecnología, y de todas las materias y carreras que ofrece nuestra máxima casa de estudios, sin afectar su buena marcha por alguna influencia política o ideológica. No quiere decir esto que los universitarios no tengan ideología, sino que se respeta la pluralidad.

Afortunadamente el intento de desaparecer la fracción VII del artículo 3ro constitucional no prosperó, a pesar de que así fue planteada por el presidente López Obrador en su iniciativa de reforma educativa del día 13 de diciembre de 2018.

La independencia universitaria garantiza la pluralidad democrática, la oportunidad de que los jóvenes con más carencias tengan una sólida ventana hacia el futuro.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas, habrá que hacer una revisión profunda de programas de estudio y, también, de reconstrucción administrativa, pues, desde el punto de vista de los honorarios y emolumentos, existen graves disparidades que deben ser modificadas.

Los profesores de tiempo completo, a quienes se ofrece el retiro voluntario, deben seguir continuando con esta prestación, que les permitirá mantener el seguro de gastos médicos mayores, que no es una prebenda, sino una necesidad; pese a la opinión del gobierno federal.

La seguridad es un tema fundamental, así como el narcomenudeo y la acción nunca explicada de los grupos anarquistas, cuya sede se encuentra en el Auditorio “Justo Sierra” –denominado Che Guevara– y en el que permanecen hace ya muchos lustros.

El nuevo mandato del Rector debe reconocer la capacidad de sus propios egresados, construyendo un equipo con ellos, que deben tener la oportunidad de servir a su máxima casa de estudios, con prioridad a aquellos académicos de otras universidades cuyo desempeño puede ser excelente en otro tipo de tareas y no las que corresponden, por herencia cultural, a nuestros egresados.

El tema de la matricula es de los más importantes, con el pase automático prácticamente la oferta académica es muy reducida; por eso, deben ampliarse los presupuestos asignados y darle énfasis a lo que conocemos como “Universidad Abierta” en sus diferentes variables, entre otras, la “semi presencial” de catedra sabatina, que ha demostrado –particularmente en la Facultad Derecho– ser altamente exitosa.

El próximo Rector tendrá que realizar una tarea de equilibrio político con el gobierno federal que, sin duda, intentará influenciar en el destino universitario.

La garantía de que nuestra casa de estudios avanza en su proyecto, está en la experiencia que ya tiene el doctor Graue, y que, sin duda, servirá para marcar un mejor sendero.

Los elementos del proceso electoral se han dado de acuerdo a la Ley Orgánica de la UNAM; la junta de gobierno ha escuchado a diversos grupos; se han inscrito algunos aspirantes más. Sin embargo, no hay duda, los dados están echados, el arroz ya se coció, el próximo Rector será –una vez más– el doctor Enrique Graue para bien de la UNAM.

El autor es profesor de tiempo completo de la Facultad de Derecho de la UNAM.