El tablero de control de la economía, presenta ya múltiples focos amarillos parpadeantes, que alarman a quienes desde hace tiempo han venido advirtiendo respecto de los riesgos  que se dibujan en el horizonte, de persistir en la adopción de medidas de políticas públicas poco ortodoxas, por calificarlas de alguna manera, lo que denota, que algo está  fallando en el cuarto de control. El anterior Secretario de Hacienda, lo señalo y al no ser considerado con seriedad, prefirió irse, no sin antes prevenir el desastre en ciernes.

Y no es que sea dicho en un tono catastrofista, es que caer en el bache de una recesión y luego salir de él, costará tiempo, sufrimiento y dinero. Antes de la toma de posesión del nuevo gobierno fuimos advertidos desde Agencias y consultorías  internacionales y nacionales de una desaceleración de la economía global y consecuentemente de la nuestra.

En esta misma columna de Siempre publicamos que debían tomarse medidas preventivas y considerar el entorno internacional, la problemática interna y el fin de un ciclo económico para un rediseño dentro de los márgenes de lo posible para paliar los efectos de una recesión, dado que y se enfatizó en ello, la desaceleración ya estaba en marcha.

Hoy casi a finales de año, sorprende que el actual titular de las finanzas públicas, por fin, reconozca que estamos inmersos una desaceleración económica global y que debemos estar atentos y tomar medidas internas para enfrentar el fenómeno, pero buscando culpar a los factores externos sin reconocer que le  falto una lectura adecuada y sobre todo la adopción de medidas adecuadas para blindar o por lo menos proteger la economía de los mexicanos.

Lamentar o buscar culpables a nada conduce. Es momento de reconducir con un escaso margen de maniobra las políticas fiscales y de gasto del 2020 para aminorar la crisis que se ve venir. Es un hecho que a fin del año en curso, la economía no crecerá. La inversión física gubernamental se atoró y la inversión privada no ha fluido, ni lo hará en este último trimestre. El valor del peso frente al dólar ha mantenido fluctuaciones dentro de un margen aceptable. La inflación afortunadamente no se ha disparado. La recaudación fiscal no es la esperada. El subejercicio del gasto crece a niveles nunca vistos. Es decir estamos en un escenario agridulce y preocupante, porque la desaceleración es ya un virtual estancamiento y podríamos estar en un primer trimestre recesivo.

Preocupa mucho, que si el Secretario de Hacienda ya se dio por enterado y está consciente del estado que guarda la economía global y las predicciones de la nueva Directora del FMI, no rediseñe o modifique el paquete económico para el 2020 en coordinación con el legislativo. Persistir en un gasto desmesurado en políticas asistencialistas que terminaran siendo regresivas, que presionan las finanzas sin implementar medidas contra cíclicas para empujar un crecimiento por mínimo que sea, solo ahondara la dimensión de la caída.

El Secretario, no es que le tenga que decir que no a su jefe, lo que debe hacer es decirle como sí. Como dicen los viejos: “Que Dios nos agarre confesados”.