Si a los dos apellidos que intitulan este texto, le agregáramos el de Chertorivski, parecería que anunciamos un tema electoral en Israel. Pero no. Se trata de mexicanos, de altísimas capacidades, de intachable conducta y que han prestado grandes servicios al país.

Lo planteo como un enfrentamiento. Pero tampoco. Se trata de las propuestas de política pública en salud que Santiago Levy y Julio Frenk, cada uno en su momento han planteado de tiempo atrás y que han venido perfeccionando y adaptando a las circunstancias del momento. Menciono a Salomón Chertorivski, más que como un contendiente, como apoyador de las tesis de Julio Frenk y operador también del Seguro Popular, sin quitarle por ello méritos de inteligencia y probidad.

La suerte, tanto de Frenk como de Levy, ha sido una rueda de la fortuna; en un momento la tuvieron y en otros no. Para el primero, hubo de incubar celosamente su primigenia idea del Seguro Popular desde sus primeros años de investigación, seria y fundada en evidencia. Como buen sanitarista, pudo expresar su preocupación por la desatención de los grupos no asegurados que carecían de toda protección a su salud y, por lo tanto, incurrían en gastos catastróficos o excesivos que mermaban sus posibilidades económicas.

Hizo valer conceptos como “gasto de bolsillo”, “fragmentación del sistema de salud”, “rechazo a que el aseguramiento dependa del estatus laboral”, y otros más que ahora forman parte del cuño corriente para estudios y propuestas de política pública en salud a nivel nacional e internacional.

La fortuna de Julio Frenk fue que pudo articular sus investigaciones de manera sistemática en su paso por FUNSALUD, para unos años después ocupar la Secretaría del Ramo e impulsar la iniciativa hasta hacerla alcanzar rango de ley. Y así vio florecer y ensancharse su proyecto por 15 años, no sin críticas y obstáculos de diversa índole (uno muy señalado por José Narro, quien decía que “favorecía la informalidad”).

Su infortunio fue que, así como lo vio nacer, así también lo está viendo morir. Desde mi punto de vista es una desgracia; primero, por el tiempo y los recursos perdidos; segundo, porque creo era la cimiente de un verdadero sistema universal de salud al que no se le dio la oportunidad de dar el siguiente paso: ser vinculado al IMSS (como la institución más robusta en la materia) y extender sus bondades a los 124 millones de mexicanos que somos (postura que coincide, por cierto, con la que hoy propone Levy).

Santiago Levy, por su parte, desde sus inicios como servidor público mostró una clara vocación social y fue un actor determinante en la creación del programa social Progresa-Oportunidades, lo que seguramente le valió después para ocupar la dirección general del IMSS.

Sus ideas y propuestas de reforma al Sistema de Salud lo hicieron “incómodo” al gobierno de Vicente Fox y lo despacharon del puesto antes de concluir su previsible período. Y como suele suceder cuando despiden a un funcionario capaz e inteligente, “se cayó para arriba”, pues a la postre vino a ocupar una vicepresidencia del BID, aunque sin dejar de preocuparse y estudiar el problema de la seguridad social en México. Sus propuestas siempre han sido escuchadas, pero no atendidas. La última de ellas es tan reciente como atinada.

Se trata del documento Una Prosperidad Compartida: Propuestas para Crecer y Transformar la Seguridad Social en México (Julio de 2019), y una magnífica síntesis de octubre de este mismo año, Propuesta para transformar la seguridad social en México (NEXOS, octubre 2019).

El diagnóstico, tanto de Frenk como de Levy, resultan en una etiología coincidente en lo fundamental –como buenos observadores de la realidad que son ambos–, aunque advertimos discrepancias en los medios e instrumentos para conseguir el estado de bienestar y la protección efectiva y universal de los mexicanos.

Para Levy, el mal mayor reside en considerar al sector laboral informal (56.9 por ciento) como un destino, una condición inexorable, en un sistema incapaz de contemplarlos de otra manera, porque así es el Sistema (“Ahí están, y ahí se quedan”), considerando a la informalidad como el principal obstáculo para un sistema universal de salud. Su propuesta, condensada en 10 Propuestas, aparece como una brillante fórmula para acabar con la desigualdad entre asalariados y no asalariados, dentro de un proceso gradual, si se quiere, pero inamovible en las metas.

Y no tiene empacho en afirmar: “no hay Estado de bienestar viable sin crecimiento económico. El espacio fiscal y la sustentabilidad política de un esfuerzo redistributivo serio, pasa por la creación de riqueza”. Su propuesta es disruptiva, ni duda cabe: propone, no modificar el Sistema, sino sustituirlo por otro, lo que sólo depende de la voluntad política de hacerlo. Dejar, como algunos proponen, que la informalidad decrezca con el incremento de la inversión –afirma basado en cifras históricas–, “¡A esa velocidad faltan más de siete siglos para que todos los trabajadores estén cubiertos por la seguridad social!”. Ello es una invitación a actuar “de manera diferente”.

¿Cuál de las dos visiones es la correcta: la de Frenk o la de Levy? Pues es muy posible que las dos. No hay una sola solución para el mismo problema. Basta con tener “una hoja de ruta”, de largo plazo y sin matices sexenales o doctrinarios. La desventura hoy de Julio Frenk es que es considerado emisario del neoliberalismo, conservador y retrógrado; por sus antecedentes, ideológicamente lo hacen inviable y, de paso, a Chertorivski. La fortuna de Levy es que todavía no le han asignado un epíteto que lo descalifique. Pero, como sea, ¡por favor, que alguien le haga caso a la inteligencia! El país la necesita con urgencia.

Deng Xiaoping, en 1968, propuso las cuatro modernizaciones (4M, no 4T) bajo el lema ¨No importa el color del gato… lo que importa es que cace ratones¨.  Hoy los “ratones” son todos los que no participan de la seguridad social asalariada formal, más de 60 millones de mexicanos ¿Importa el color del gato?

¿Levy o Frenk? ¡Qué importa! Lo importante es que…

(Ufff, se me acabó el espacio).