Por Cecilio Ferro Villa
Para dar cumplimiento a la Glosa del Primer Informe Gobierno (porque es Primero con base en la Constitución), el titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), Víctor Villalobos Arámbula, compareció ante el Pleno de la Cámara de Diputados. El pasado martes 8 de octubre, después de varias legislaturas, resultaba inusitado que un secretario de Agricultura hablara desde la máxima tribuna de la Nación, pero allí estuvo Villalobos, un ingeniero agrónomo con doctorado en genética vegetal, el entusiasta promotor de la “ley Monsanto” durante la administración Fox, el coordinador general de Asuntos Internacionales de la SAGARPA durante la primera mitad del gobierno de Calderón, connotado ex titular del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y otrora defensor de los cultivos de organismos genéticamente modificados. Desde esa tribuna, con su lenguaje técnico y actitud aletargada (rasgos tan comunes entre los “machuchones, fifís y neoliberales”) Villalobos Arámbula defendía ahora las bondades de la política agroalimentaria de la 4T.
Como si quisiera borrar sus huellas, el funcionario abrazó la nueva liturgia política de México y optó por asumir una postura de obediencia supina sobre las bulas provenientes del Palacio Nacional para dibujar un campo en el que los campesinos serán felices y dejarán atrás la pobreza que dejó la pesadilla neoliberal: “el rescate del campo está en plena marcha y la recuperación de la seguridad alimentaria del país –con soberanía– ha iniciado”. Bajo la figura de “justicia social” borró de un plumazo los programas que incentivan la productividad y competitividad en el campo para canjearlos por programas evidentemente clientelares y, por tanto, electoreros.
Villalobos habló del rescate heroico de un campo atrapado por las garras de las políticas neoliberales de los últimos 30 años. Lo que obviamente no puede mencionar ahora es que al desincentivar la producción agroalimentaria de escala a cambio de impulsar la producción de autoconsumo y traspatio, los alimentos que deben llegar a las mesas de todas las familias de México serán más escasos, más caros y menos disponibles.
Villalobos fue llevado al pleno porque diputados de todos los colores, incluso de Morena, habían coincidido en subrayar la necesidad de incrementar el presupuesto para el campo, específicamente para el renglón productivo, no para engrosar el clientelismo social en el que el interés presidencial está centrado. Así, los posicionamientos y los “otros datos” de Villalobos contrastaron con la postura crítica y autocrítica del presidente de la Comisión de Desarrollo y Conservación Rural, Agrícola y Autosuficiencia Alimentaria, el morenista Eraclio “Yako” Rodríguez, quien fijó postura bajo el fuego amigo de su propio grupo parlamentario, el cual trató de impedir su intervención en tribuna hasta un par de horas antes de iniciar la comparecencia. Se trata del mismo diputado que hace unas semanas encabezó las protestas de las Cadenas Productivas Nacionales y quien votó en contra de la ratificación de Arturo Herrera como secretario de Hacienda.
Yako reclamó que, a diez meses del actual gobierno, “hay una ausencia total del Estado para resolver la problemática del campo, y un desorden y duplicidad de funciones en las dependencias del Gobierno”, lo que impacta con “un grave deterioro en la calidad de vida de los campesinos”.
Con la misma tesitura inconforme se expresaron el panista Absalón García Ochoa y el presidente de la Comisión de Ganadería, Eduardo Ron Ramos (Movimiento Ciudadano), quienes recalcaron la ausencia de indicadores de eficacia de los programas del gobierno para el campo, lo que da rienda suelta a la discrecionalidad en la entrega de recursos públicos o a fracasos como el del programa Crédito Ganadero a la Palabra, cuyos recursos por mil millones de pesos (eran 4 mil, pero Hacienda redireccionó 3 mil) son operados por el Coordinador General de Ganadería de la SADER, David Monreal, un personaje con el “mérito” de ser hermano del coordinador parlamentario de Morena, Ricardo Monreal.
La comparecencia de Villalobos volvió a poner de manifiesto las visiones disímbolas sobre la política agroalimentaria: en un extremo hay un gobierno cuyo patriarca ofrece una idílica tierra prometida sin rendición de cuentas en aras de saldar la deuda histórica con los campesinos y alcanzar la “justicia social” y en el otro lado la demanda del Legislativo para que el presupuesto alcance para todos los niveles de producción de alimentos. Villalobos se enredó en un lenguaje demagógico al que no está acostumbrado y las dudas quedaron sobre la mesa. ¿Tendrán efectos positivos en el futuro alimentario las políticas que hoy impone la 4T? Las metas que el gobierno se ha planteado no se alcanzan con demagogia sino con acciones políticas concretas “con base en evidencias” (como diría Carlos Urzúa). La obstinación no es buena consejera y así el campo no va aguantar.

